Capítulo 11: El camino de los crucificados

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La boca del pasadizo era baja y estrecha y tuvieron que pasar acuclillados. Kurtis era demasiado corpulento y se lastimó los brazos y las piernas pero no se quejó. En cuanto accedieron a un ensanche, tenía codos y rodillas en carne viva bajo la ropa hecha trizas. En parte se debía a que tenía que ir delante, por ser más grande, para despejar el túnel y facilitar el acceso a Lara. Claro que ella no se dignó a agradecérselo. La escena de la fosa pútrida había quedado atrás y volvía a ser la fría y orgullosa Lara, digna en su irritación permanente contra él.

Un chorro de aire frío acarició sus sudorosos rostros. Aquello inquietó a Lara.

- Debe de haber algo allá delante.- y se adelantó hacia el final del túnel de donde procedía una extraña claridad.

- Ten cuidado.- murmuró Kurtis, que estaba chupándose un nudillo sangrante.

Lara llegó al borde de la oquedad, se asomó... y quedó extasiada.

- Oh, Dios mío.- murmuró.

Ante ellos se extendía una inmensa ciudad asentada en una caverna cuyos confines no alcanzaban a ver. Los edificios altos y esbeltos se repartían sobre los distintos niveles, peñascos y llanuras, pero ninguno llegaba hasta el suelo, ya que estaba recorrido por cascadas y surcos de agua que confluían en un enorme lago a las puertas de la ciudad. Algunos edificios habían sido excavados en la mismísima roca y descendían surgiendo de los muros y enlazándose con el resto de barriadas con puentes y escalinatas circulares. La ciudad debería haber estado a oscuras, pero resplandecía con una luz fantasmal que parecía proceder de las aguas, teniendo su mayor foco en el lago.

Lara había estado en lugares bellísimos y vastos, pero jamás había visto algo tan inmenso y solemne. La ciudad entera estaba en silencio y sólo se oía el murmullo de las aguas. Se estremeció.

- Es magnífica.- musitó, cerrando los ojos.

- Yo diría que es lúgubre. – opinó Kurtis, que no parecía nada impresionado por aquella oscura y plácida belleza. – Hace honor a su nombre.

- ¿Edén? Yo creo que no. Edén era un jardín...

Se detuvo al oír la risa grave de Kurtis. Se giró a mirarle. Sus ojos azules chispeaban divertidos.

- Ah, sí, milady... ellos la llamaban Edén. Un eufemismo, ¿no crees? Nosotros, en cambio, la llamábamos Tenebra.

- ¿Vosotros...?

- La Orden. La Lux Veritatis.

Tenebra. Un nombre muy apropiado para aquella ciudad de luces y sombras.

- Bueno, Tenebra.- murmuró Lara – O como quiera que te llames. Allá voy.

*********

- En fin, ya le dije yo que debía llevar comunicador.- refunfuñó Zip de mal talante – Que así estaríamos en contacto todo el rato, como cuando saqueamos la empresa al viejo Von Croy. Pero ella no, dale y que no. "Me gusta hacer el trabajo sola", "No quiero tenerte todo el rato parloteándome en mi oído" – dijo imitando la clara voz de Lara – En fin, allá ella. Maldita sea ella y sus manías.

- Bueno, quizá quieran tener un poco de... intimidad.- sugirió Selma, que examinaba unos planos cerca de su mesa de trabajo.

- Sí, ¿para qué? – refunfuñó él de nuevo - ¿Para hacer manitas con Kurt?

- Quizá.- murmuró la turca en un tono misterioso que hizo girarse al muchacho.

Selma estaba sentada sobre un taburete, sonriendo mientras paseaba los ojos por sus papeles. Llevaba el largo cabello sujeto por un pañuelo amarillo en la cabeza, pero lo que quedaba suelto le caía en oscuros mechones por la espalda. Así, vestida con tejanos viejos y camisa anudada en la cintura, resultaba más atractiva que cualquier dama vestida de gala. Zip se dio cuenta que llevaba rato mirándola como embobado y se apresuró a añadir:

Tomb Raider: El Cetro de LilithDonde viven las historias. Descúbrelo ahora