Salió con la maleta en una mano, el peso de esta hacía que su cuerpo se desestabilizara e inclinara hacía un lado. Decidió cargarla con las dos manos y camino con un poco de apuro hacía su carro, parqueado a tan solo unos metros.
Había pasado tan repentinamente que aún le giraban en la cabeza a Bianca las últimas dos horas. Conseguir una autorización de un banco de millón y medio de dólares, para una cuenta de una copropietaria tomaba tiempo, pero después de aguantar casi dos horas, logró hacer su monumental retiro. El alivio y agradecimiento que sentía Banca en ese momento era sofocado por el correr de las manecillas y la reducción de tiempo. Podía tener ya todo el dinero, pero aún no estaba preparada para dejarlo, necesitaba buscar la ubicación del río Grasse, y este no parecía sonar dentro de la ciudad. Las tres de la tarde, nueve horas.
Manejó rápida pero cuidadosamente hacía su casa, no sabía si había alguien allí, de seguro su hermana no; pero tenía que cuidarse de que no vieran la maleta, porque no estaba ni medianamente preparada para un ataque de preguntas. Corrió hasta su cuarto con la maleta entre brazos como un bebé, y lo tendría que cuidar de esta forma para asegurar la vida de la bebé de su casa. Entró a su habitación y pensó en cual sería el lugar apropiado para guardar dos millones de dólares, no era una pregunta muy frecuente, pero ciertamente era importante. Decidió poner la maleta debajo de su cama, pero cuando empujó esta para esconderla, una gran estruendo la golpeó. Había olvidado por completo las muchas botellas que también escondía ahí, y si había alguien en casa ya la había escuchado. Haló por una manija la maleta y corrió hasta su armario para lanzarla en el mismo lugar de sus zapatos, no era como si últimamente los usara mucho, y por el contenido de esa maleta se podía decir que podía comprar muchos más.
Alguien golpeó la puerta con tres suaves golpes. Antes de que Bianca pudiera responder, la persona tras esta abrió un poco y asomó la cabeza por el hueco que había creado. Era una de las empleadas; la más nueva y joven, Bianca no sabía su nombre y al parecer no se lo tendría que aprender. Según lo que le había escuchado a su madre algunas semanas antes durante la cena, ella no tenía mucho potencial para quedarse en la casa.
- Disculpe señorita, no quisiera interrumpirla, pero escuché algo y me preguntaba si estaba bien - dijo la suave voz que salía de la muchacha.
- No pasa nada - dijo Bianca en la que volvía a sentarse en su cama. La miraba cuidadosamente y notaba que a pesar de todo era una mujer muy hermosa, pero no sentía celos, ella era una muerte anunciada. De seguro después de que volviera Catalina, la despedirían.
- ¿Está segura? Puedo recoger los vidrios si alguna de sus botellas se rompió - Respondió esta sin medir la magnitud de sus palabras.
- Mas le vale no hablar de esto ¡No se rompió nada, no necesito ayuda y no quiero que esté acá! ¡Así que afuera! - Era algo dura, pero su problema de alcohol no era algo que quisiera discutir, mucho menos cuando el tiempo se seguía agotando.
El pequeño cuerpo huyó asustado y se escondió tras la puerta cerrada de su habitación. Bianca caminó con un poco de apuro hacía su escritorio y prendió su computador, un bonito y reluciente Mac. Abrió el buscador e introdujo en la barra de buscar "Río Grasse", posteriormente presionó enter. Un listado de lugares apareció ante sus ojos, había restaurantes, parques y sitios en otros países. Aparte de la ubicación de el río, le llamó la atención un link que contenía el título del libro en el que había encontrado la carta. Decidió abrirlo.
Un pequeño párrafo que hablaba sobra la pintoresca y turbulenta ciudad de Grasse se posó en la pantalla y frente a los ojos de Bianca. Con tan solo un vistazo decidió que no era necesario leer mucho de esto. Aburrida por la falta de significado, decidió ver que tan lejos era el río y cuánto le tomaría llegar hasta este. El puente que interceptaba la fuente de agua estaba a casi trescientos cincuenta kilómetros. Gracias a una útil aplicación que tenia en su celular para el tráfico, averiguó que llegar hasta allá le iba a tomar aproximadamente cuatro horas, eso quería decir que tendría que salir un poco después de las siete de la noche para poder llegar a tiempo.
El lugar era apartado y el poblado más cercano estaba a casi ochenta kilómetros, parecía un lugar seguro para La Bestia, no para ella. Si dejaba la maleta ahí a las once y cincuenta y cinco podría estar de vuelta a las cuatro de la mañana, para poder recibir instrucciones de donde recoger a su hermana. A menos de que La Bestia la llevara a ese lugar, lo cual era una posibilidad muy baja, pero de ser así podría estar literalmente dejando tirada a su hermana en la mitad de la nada si salía corriendo. Se tendría que quedar al menos una hora para asegurarse de que Catalina no estuviera merodeando por ahí, sola y asustada. Una hora, en el carro, con ventanas y puertas cerradas; perfecto lugar para ser emboscada.
Un gruñido profundo y asqueroso sonó por todo su cuarto, no había comido nada en todo el día; iban a ser las cuatro de la tarde y no había probado bocado. Estaba un poco más relajada por su aparente control del tiempo, así que salió de su cuarto y bajó calmadamente las escaleras. Caminó hasta la cocina y vio que había sopa en una olla, lista para ser calentada. Era de fideos y vegetales, no era su favorita; sobretodo porque la pasta trae muchas calorías a un solo plato. Menos harinas, menos calorías igual a cuerpo perfecto. Pero últimamente no se había preocupado mucho por su figura, así que tomó un tazón y con ayuda de una cuchara sopera se sirvió una buena porción.
Tras unos minutos de comer sola en el comedor Bianca sintió la necesidad de hablar con alguien. Había estado sola últimamente y su única compañía parecía ser Catalina. Pero de eso no se podía hablar mucho. Acabó con apuro su almuerzo y dejo el plato en el fregadero, luego subió nuevamente las escaleras hasta encontrarse frente a frente con la puerta abierta de su cuarto, así no la había dejado. Ocho horas.
Entró a su habitación con curiosidad sobre el estado de la puerta, una ráfaga de viento la pudo haber abierto, también una persona curiosa. Se fijo en su cama y estaba perfectamente normal, pero las botellas bajo esta habían desaparecido. Dirigió automáticamente su mirada a el armario y pudo distinguir un pequeño pie que se asomaba por la puerta. Caminó con desespero y un poco de miedo hasta esta y la abrió de un manotazo, descubriendo a la inepta y novata empleada, la cual tenía en sus manos la maleta con el dinero. Los ojos de la pequeña criatura parecían brillar al ver esa cantidad de dinero reunido, no era algo que se viera mucho donde ella había crecido.
-¡¿Pero qué putas crees que estás haciendo?! - Le gritó Bianca, en lo que su cara se tronaba un rosa heroico y sus puños se apretaban lo suficiente como para que sus nudillos se pusieran blancos. La iba a matar.
- Yo, yo... -Dijo la delgada voz, la cual era sofocada con la grande e imponente presencia de Bianca. - ...Yo solo estaba limpiando...- de inmediato soltó la maleta y rápidamente recogió una bolsa de basura negra que se alojaba en sus pies; cuando la levantó se escucharon las botellas estrellarse entre si. En lo que se abría paso para poder escapar, se deslizaron un par de lagrimas por sus mejillas, las cuales eran guardadas en sus grandes y asustados ojos.
- Tú, tú, tú... ¡Estás despedida! - Gritó Bianca imitando el tono bobo de la voz de la joven, en lo que esta corría fuera de allí - ¡¿Oíste?! ¡Despedida! ¡Y me voy a asegurar que nunca nadie te vuelva a contratar! ¡Nunca!
La ultima palabra fue gritada con aun más potencia, seguido del estruendo de la puerta siendo azotada. Maldita sea, le tomaría otra hora contar nuevamente el dinero y asegurarse que la pequeña rata no se hubiera robado nada; luego se encargaría de ella y de como haría que sus padres la despidieran. Tomó la maleta entre sus manos y vació su contenido en el suelo, tratando de mantener los paquetes de billetes que salían de esta en un solo montón.
Luego de contar al menos dos veces el monto que tenia, volvió a guardar todo y puso la maleta sobre su cama. Las cinco de la tarde, siete horas. Eso quería decir que aún tenía al menos dos horas y media para deshacerse del pequeño inconveniente, fuera como fuera.
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Entre Las Sombras
Misterio / SuspensoLo que comenzó como un plan para llegar a la perfección amenaza con convertirse en su peor pesadilla. Bianca esta a punto de recoger los malos frutos que dio el árbol que ella sembró y su belleza y capacidad de engañar a otros pueden ser su único bo...