Estaba sentado en la misma banca de siempre, en el mismo parque de siempre, viendo a la misma gente de siempre, con mi guitarra de siempre.
Entre la gente estaba el señor del sombrero gracioso que con su bastón de madera muy elegante y firme lee el periódico del día que ha comprado en el puesto de la esquina, siempre fijándose primero en la sección 'Local'; estaba la señora que como a las dos de la tarde tenía una clase de baile terapia que, después de tres años era bastante la diferencia en su apariencia física; el niño que salía de la escuela religiosa a las tres en punto, las monjas lo despiden, mientras él toma la mano de su madre con su izquierda y con la derecha y un poco torpe dice adiós a las ancianas; la mujer de la otra esquina que cubre su cabeza de un manto purpura y que tiene sus muñecas llenas de oro falso, se siente gitana y capaz de adivinar el futuro de los demás seres humanos que sean creyentes; por último el auto azul que recién se estaciona, siendo las tres con cincuenta de la tarde y que sé que se trata de el dueño de aquella cafetería que se encuentra frente a mí y a unos dos locales de la escuela.
Siempre, desde hace tres años he tenido el deseo de levantarme de aquí e ir aunque sea por un simple vaso de agua – que se que no me darán – y sentarme en aquella mesa que el mismo mesero de siempre atiende, la número nueve, y que cuando no tiene pereza, atiende la catorce y la dos.
Aquel mesero de cabellos negros y gruesos labios que marca su tarjeta de salida a las seis exactas y camina hacía su casa que se encuentra a una calle de ahí.
El mesero al cual aún le desconozco el nombre, pero que de alguna manera tiene un nombre en mi cabeza.
Le llame persona, porque a diferencia de todos aquellos autómatas que están cerca, el muestra sentimientos y no carece de interés.
Porque cada vez que a aquel señor le hace falta aunque sea un centavo para su periódico diario, él se lo cede; porque cuando al salir aquella señora de su clase de baile terapia y olvida su toalla rosa palo, él se lo recuerda desde el ventanal que está frente a la mesa número nueve; porque cuando a su salida, si tiene un poco de tiempo se detiene ante la mujer gitana para saber que será de su futuro y hacer una colaboración monetaria a la pobre mujer; porque cuando la madre del niño no llega a tiempo, deja que el crío se siente en mi mesa preferida hasta que su madre – con treinta y siete minutos de retraso – recoge a su criatura de la cafetería; y aún más importante, porque cuando sale de aquel local, me mira de reojo, como sintiendo compasión por mí, supongo que pensando en lo deplorable que es mi vida como para estar sentado aquí desde el mediodía hasta que la luna se pone, solo con mi guitarra.
Pero este día fue diferente, a las seis con veintisiete, después de salir de tu trabajo y hablar con esa adivina veintisiete minutos, cruzaste la acera, te acercaste a mí y sonreíste.
– Persona...– susurré lo más despacio que pude.
– Esa mujer me ha dicho, – la apuntaste – que tú serás parte de mi presente y de mi futuro – abriste tus hermosos ojos un poco más y con tus – a la vista – deliciosos labios continuaste.
– Y no me llamo persona... mi nombre es Jung Yonghwa.
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{ One Shot } Persona
Fanfiction{ Jonghyun } Pairing sorpresa(?). CNBLUE Fanfic Resumen: Jonghyun ve siempre a la misma gente frente a él, pero alguien ahí es muy especial. Persona es especial. Advertencia: SLASH / AU