La Bruja Cuenta su Historia

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Era de noche, y en medio de la oscuridad una joven mujer cubierta de harapos se abría paso a través del bosque. El frío de mediados de diciembre calaba sus huesos, pero aun así ella estaba decidida a llegar a su destino. Debía hacerlo. Hacía poco que había dejado atrás el pueblo, en el cual nadie parecía haberla notado a pesar de sus evidentes 8 meses de embarazo.

La mujer avanzaba con dificultad, gotas de sudor corrían por su frente, y sus pies trastabillaban al andar. Pero su determinación superaba a su sufrimiento, pues sabía que debía llegar urgentemente con la única persona que podría ayudarla en ese momento. Había comenzado a tener complicaciones con su embarazo desde hacía un par de semanas, cuando su amado esposo falleció en un sospechoso accidente laboral. Desde entonces había comenzado a sentir mareos y dolores punzantes en su abdomen. Ella se lo atribuía a la depresión tras la muerte de su marido, pero alguien le había sugerido que podía tratarse de brujería. Al parecer, el hombre había mantenido una relación pasajera con una gitana que había llegado al pueblo unas semanas antes, pero al enterarse de que su esposa estaba embarazada decidió dejar de lado sus aventuras. La gitana encolerizó cuando él terminó con la relación y no se supo nada de ella después de ese día. Ahora los esposos esperaban el nacimiento de su primer hijo.

Con mucho aprieto la embarazada logró llegar a su lugar de destino, una pequeña cabaña ubicada en las afueras del pueblo. Al llegar, la recibió una mujer baja de aspecto desagradable que la observaba de pies a cabeza.

- Necesito ver a Gothel – enunció la recién llegada, y sin decir una palabra la otra mujer desapareció detrás de una cortina.

Adolorida, la embarazada buscó un asiento. Sentía como si hubiese recibido una puñalada en el abdomen, por lo que se lo sostenía como si fuese a caer si lo soltara. Poco después de un minuto la cortina se abrió dando paso a una mujer distinta a la que la había recibido. Esta otra era más bien alta, con el cabello largo y negro, bastante despeinado. Su delgadez era extrema, y los surcos que se formaban en su rostro la hacían parecer mucho mayor de lo que seguramente era.

- ¿Es usted Gothel? – preguntó la visitante entre quejidos.

- Sígame.

A la mujer le costó levantarse de su asiento, pero finalmente lo hizo. Gothel –o al menos ella esperaba que lo fuera– había desaparecido a través de la cortina por la que había llegado, así que decidió seguirla. Una vez ella también hubo pasado a través del cortinaje lo primero que percibió fue una aroma fétido y extraño. Era una mezcla de olivas, tronco de árbol y flores de algún tipo. Mientras avanzaba con paso tambaleante observó a la mujercita desagradable viéndola de la misma manera que momentos atrás, y en el fondo de la habitación divisó a Gothel, de pie frente a un lecho. Con un ademán, la bruja le indicó que se recostara en la cama improvisada, a lo que ella obedeció, y mientras lo hacía dejó escapar un gemido de dolor.

- Shhh – la silenció la bruja. Con los ojos cerrados posó las yemas de sus dedos en la frente de la embarazada, luego en su pecho, donde va el corazón, y por último en el centro de su vientre. – Hay un hechizo muy potente sobre ti, y también sobre la criatura.

- ¿Qué va a pasarme? ¿Qué va a pasar con mi bebé?

Gothel no respondió. En su lugar tomó un ungüento que estaba en una mesa cerca de ella y lo aplicó en la frente y la barriga de la joven. La pobre gemía con intensidad, y era evidente para la bruja que el tiempo que le quedaba de vida estaba por acabar. Con solo una mirada llamó a su asistente, la cual se acercó al lecho llevando consigo un ramal compuesto de ramas secas y flores de color violáceo. La bruja volvió a inclinarse sobre el cuerpo moribundo de la embarazada con el ramal en su mano izquierda.

- ¿El bebé o tú? – le preguntó, pero la respuesta de la joven no tuvo nada que ver con lo escuestado.

- ¿Esos son rapunzeles? Son mis flores favoritas.

La bruja torció la boca en desaprobación. Ante la falta de una respuesta coherente, debía tomar ella una decisión. Así fue como comenzó a agitar el ramal sobre la frente de la moribunda, primero con suavidad, luego con fuerza, y luego de un par de minutos la mujer estaba muerta.

- Maya, tráeme la navaja, y esterilízala antes. Vamos a hacer una operación.

Pronto la asistente estuvo de vuelta no solo con navajas, sino también con trapos húmedos, un envase pequeño lleno de agua caliente y guantes de piel. Minutos más tarde, Gothel estaba extrayendo del inerte cuerpo de la joven la figura pequeña y delicada de una bebé que movía sus extremidades y lloraba con potencia, como si supiera las desgracias que arrollaban a su familia y que la habían puesto en esas circuntancias, y sufriera por ello.

- Es curioso que la mujer haya confundido las belladonas del ramal con rapunzeles – comentaba la asistente mientras envolvía a la pequeña entre los trapos de tela.

- Bueno, no todo el mundo sabe de herbología – contestó Gothel mientras se quitaba los guantes. – Ni de brujería.

- Usted sabía que la muerte reclamaría una vida, que solo podría salvar a una de las dos. ¿Por qué se decidió por la criatura? – Gothel se quedó en silencio un momento. Por supuesto que había un motivo, solo que no tenía ganas de compartirlo. Tomó en brazos a la pequeña que ya se había quedado dormida y simplemente respondió:

- Tengoplanes para esta. 


Rapunzel, Trenzas del Destino [2do lugar en el concurso "Crea Tu Mundo"]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora