CAPÍTULO II

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Abro los ojos porque la luz del sol entra por las ventanas de mi cuarto. Lo raro es que recuerdo haberme quedado dormida en el piso, pero amanezco en la cama.

Bajo para desayunar y veo que mi padre de nuevo no está. Ah, porque hoy es lunes: Son las elecciones. Deseo con todo mi corazón que gane mi padre porque siento que es una persona honrada y admirable. No es corrupto y por lo tanto podría dirigir el destino de nuestra ciudad muy bien. Ojalá eso se herede...

Como tampoco en la ciudad tenemos gas, comemos los alimentos crudos y cuando comemos carne (muy rara vez) tenemos que cocinarlas en las brasas. Pero no sé prender el asador así que me haré un coctel de fruta, si hay. Al poco rato ya estoy en la mesa, sola y desayunando.

Toda mi vida ha sido así, sola y sin una imagen materna. Mi padre nunca tuvo suerte con las chicas porque que yo sepa nunca ha tenido novia aparte de mi madre. Ahora que recuerdo, no hay ningún retrato de mi madre en casa. Un dibujo de su cara o algo por el estilo (claro, no hay luz para imprimir fotos).

Me acerco al lavabo y friego los platos. El agua está muy fría y salpica al chocar con mi mano. Salgo al patio trasero y jalo una cubeta, una escoba y una jerga. He decidido hacer labores de limpieza en casa.

Cuando termino, me voy a mi cuarto y me pongo a pensar qué puedo hacer hoy. No he visto a mis primos un buen rato, creo que es tiempo de verlos.

Me visto con la misma ropa que me puse ayer: la misma blusa verde súper transparente y unos jeans. ¿Qué zapatos me pongo si me los arrebataron ayer?

Entro al cuarto de mi padre y busco entre las cosas de mi madre algunos zapatos que me queden. Al parecer tengo el pie MUY grande.

Cuando salgo de casa llevo unos tenis de mi padre que encontré por ahí. Me guardo las llaves de la casa en mi bolsillo y camino por la calle abarrotada de gente.

Vaya, hoy sí hay gente por las elecciones. Toda la gente camina desde sus casas hasta el Palacio donde son las elecciones para votar por quién se queda con la alcaldía.

Recuerdo las palabras de mi padre de que debo llevar una navaja, la cual se me olvidó.

La casa de mis tíos donde están mis primos está un poco lejos de aquí, está unas treinta cuadras al sur, casi en los límites de la ciudad.

"Nadie puede salir de la ciudad a menos que sea mayor de edad y quiera, pero no podrá regresar", recuerdo que eso nos dijo nuestra maestra de Historia en la escuela.

La casa de mis tíos es naranja y de madera, muy acogedora pero pequeña. Toco la reja metálica de color café con mis nudillos. Entonces César me abre.

Al entrar paso por un pasillo en medio de un patio lleno de plantas y cosas verdes. Cuando paso adentro de la casa rápidamente mi tía Teresa, la hermana de mi papá me recibe con un abrazo.

-Mira cómo has crecido...

Lo típico que dicen todas las tías. La suelto y ahora me toca abrazar a mi tío Francisco y a mis primos César y Óscar.

César y Óscar son gemelos.

-¿Y tu padre? Vaya, hoy es su día –dice mi tía sonriendo.

-Sí... pues está trabajando, como siempre –digo imitando su sonrisa.

-Hablando de Carlos, ¡Hay que votar por él! –dice con entusiasmo mi tío.

-Pues vayan ustedes, porque yo no voy –dice Óscar sentándose mientras hace una mueca. Sus ojos son de color café oscuro, muy oscuro.

Hablando de ojos color café oscuro, los de aquel muchacho eran HERMOSOS.

-Bueno, pues arréglate querida y vamos a apoyar a mi cuñado –dice mi tío corriendo hacia su cuarto.

La Hermandad (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora