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-Levanta Jack, se nos va a hacer tarde.
Abro los ojos perezosamente pero lo único que veo es negro. Me quedo inquieto durante unos segundos hasta notar cierta presión en mis mejillas. Muevo la cabeza y el libro cae hacia mi derecha. Veo la portada e inconscientemente una secuencia de imágenes recorre mi mente.
-¡Jack tío! ¡Que te levantes ya!
-Que ya te oí, maldito pesado.
-Qué mal despertar tienes.
-Qué plasta eres tú.
En menos de tres minutos ya he acabado de ponerme unos vaqueros y una camiseta blanca lisa por encima de los bóxers blancos y bajo corriendo hacia el piso de abajo donde Gilinsky ya está agarrando el par de zapatos que sabe que me pondré ese día.
-Siempre estás en todo -le guiño un ojo y él se echa s reír.
Me arrancan las llaves del coche de entre mis dedos pero ni me molesto en quejarme. Le dejo que conduzca hasta el estudio.
-¡Chicos! ¡Os estábamos esperando! -medio grita George cuando nos ve por la pantalla del telefonillo, y nos deja pasar.
Cruzamos altas paredes de pasillos blancos hasta llegar al ascensor, que no tarda en abrirse. Nos adentramos y al darme media vuelta veo desaparecer por el lateral del ascensor una melena castaña oscura. Tardo demasiado en reaccionar. Más exactamente cuando las puertas están a punto de cerrarse. Paro las puertas poniendo la mano en medio y asomo la cabeza hacia el lugar en el que aquellos pelos han desaparecido, pero no veo nada. Demasiado tarde.
-¿Se puede saber qué coño haces?
Jack Gilinsky me está mirando con la cara más acusatoria posible, y yo le sonrío algo incómodo.
-Nada, lo siento, solo me ha parecido ver a alguien.
-¿Se puede saber quién?
-Nadie, nadie. Ha sido solo un reflejo.
-Pues casi nada el reflejo ese...
Ruedo los ojos y clavo la vista en el lateral del ascensor. Ahora sí comenzamos a subir, y no tardamos mucho hasta llegar a la sala tan conocida para nosotros.
-¿Qué tal George?- le saludamos al entrar y este nos sonríe.
-¿Todo bien chicos? -nosotros asentimos y el palmea la mesa con aceptación-. Pasad dentro, Robin y Leena os están esperando ya.
Hacemos caso en seguida y atravesamos la puerta en pocos pasos. Como George nos había dicho, ellos dos ya están allí, esperando por nosotros.
-¡Chicos! ¡Rápido! ¡Tenemos que empezar ya!

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-Pero, Jack, ¿¡ Se puede saber qué clase de rima de mierda es esa !?
Llevo escuchando esa frase por más de media hora, sin contar los días que esto lleva pasando.
-¡Robin! ¡Es que no se me ocurre nada mejor!
-Y a mi me da igual. Leena y Jack Gilinsky ya tienen preparadas las partes de él como para dos o tres canciones, ¿y qué tenemos nosotros? ¡Nada!
-Es que no tengo nada que decir ahora mismo, no se me ocurre nada, en serio.
-Llevas así unos días, tienes que parar esto ya. Sal, haz cosas, conoce gente, pregunta cosas a extraños. ¡Experimenta! ¡Busca algo que decir! ¡Ya mismo! ¡Sal de aquí y no vuelvas hasta que no tengas algo importante que escribir en nuestra libreta!
Me levanta y me saca de la habitación a empujones. En la otra sala vuelvo a encontrarme a George que se encoge de hombros al verme, sin darme la oportunidad de decir nada.
'Bueno, pues al final tendré que irme.'

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Cierro la puerta de nuestro departamento de un gran golpe y subo directamente hacia mi cuarto. Con las ganas mínimas de moverme ni me molesto en buscar la cama, me tiro sobre el suelo como si se tratase de nieve aunque el impacto sea bastante más doloroso. Mi frente choca contra el cajón de mi mesilla de noche y algo cae encima de mi cabeza.
-¡Auch!
Levanto la mano y lo aparto. Percy Jackson.
Con la misma fuerza que anteriormente aquel gran conjunto de páginas me había casi aplastado la cabeza, me levanto, y salgo corriendo con el libro en la mano hacia la calle.

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Cuando entro en la librería llevo dos libros iguales, uno en cada mano. Me acerco rápidamente a la mujer que está colocada detrás del mostrador sin poder borrar de mis labios una sonrisa nerviosa.
-Buenos días -la saludo, ya casi temblando de los nervios.
Ella levanta la cabeza, me mira, y vuelve la vista hacia la pared que está colocada a su derecha.
-Serán buenas tardes, jovencito.
Miro el reloj avergonzado y asiento. Ni yo mismo entiendo por qué estoy tan nervioso.
-Disculpe, venía a pedirle algo.
Ella asiente y yo dejo el libro de Percy Jackson encima del mostrador. Ella lo mira y frunce el ceño.
-¿Qué es lo que pasa?
-Verá, este es el libro que me llevé de aquí -le muestro el libro que aún agarro con una de mis manos-, pero me preguntaba si sería posible que me dejara quedármelo y a cambio quedarse usted con este -termino de hablar, señalando el libro que ella tiene entre sus manos.
-¿Le has echo algo al libro?
-No no, lo acabo de comprar.
-Me refiero al que te llevaste de aquí.
-Ah -me río incómodo-, no, tampoco.
-Entonces, ¿por qué quieres quedártelo?
'Eso Jack, ¿por qué quieres quedártelo?' -me habla una voz muy parecida a la mía dentro de mi cabeza.
Y es que ni yo mismo lo sé. No sé por qué me estoy molestando tanto en llevarme a casa el libro que ya tenía en mi casa y que es exactamente igual al que yo acababa de comprar. Bueno, tal vez no exactamente igual.
-¿Alguna vez le ha pasado que le sucede algo y una determinado objeto le recuerda a ese momento?
-¿Has conocido a alguien a costa de este libro?
-Creo que sí.
Ella sonríe y asiente, antes de llevarse en sus manos el libro que yo le había dejado allí.

'Mi primer error.'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora