A veces las pequeñas historias despiertan grandes corazones.

Capítulo I. ¿Y ahora qué?

Me desperté empapada de sudor mientras observaba mi habitación.

Había terminado de instalarme en mi nuevo piso de California, es un apartamento bastante grande, y con vistas hacia el mar.

Eran aún las siete de la mañana; para cualquier persona, levantarse un lunes a esa hora era algo  apoteósico, pero para mí, era de lo mejor.

Me levanté de la cama y me desperecé durante unos minutos, después, cogí mis auriculares y mi teléfono móvil y me senté en la pequeña silla del balcón.

Las vistas eran preciosas,tanto, que estaba totalmente segura de que si todos pudieran disfrutar de ella solo a esta hora, no sería la única en madrugar.

Me puse los cascos y la música a todo volumen; acto seguido, encendí un cigarrilo.

Cogí aquel folio que escribí hace mucho tiempo. En realidad no era un folio, era el folio, era mi lista de cosas que debía hacer, y la tengo desde hace cuatro años y medio; desde entonces apunto todos mis propósitos y ambiciones que deseo.

No quería leerla, sabía que me perdería en mi propia letra, pero debía hacerlo.

Propósitos y Ambiciones de Layra Sign.

1.Dejara Marck Listry. (Hecho)

2.Dejar de trabajar en la librería del barrio.(Hecho)

3.Mudarme a California (Hecho)

4.Encontrar trabajo de profesora en la universidad oficial de idiomas de California (Hecho)

Todo iba genial en la lista, de momento había cumplido mis primeros propósitos, pero ese era el problema, que no había nada mas después de esa cuarta ambición; me he pasado estos últimos 3 años entre libros para conseguir este trabajo; es el trabajo de mi vida, sin embargo, tengo la sensación de que mi vida no tiene marcado aún un destino al que llegar ni en el cual pararse.

Miré la hora; las siete y media; mierda; debo estar a las ocho y media en la universidad para la presentación del nuevo profesorado.

Abrí el armario y busqué algo que ponerme.

Finalmente opté por una falda de seda negra corta (bastante corta) con encajes y una camisa roja holgada que me resaltaba las curvas; cogí mis mejores tacones negros.

Cuando me dispuse a peinarme llamaron a la puerta.