Setenta y seis

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Sí, me tardé un poco... lo sé. Este capítulo fue difícil y no sólo por la fecha en que estamos, sino por todo lo que quería mostrar en él. Espero que me haya salido xD 

Capítulo XXV: Setenta y seis

—Buenos días, Cristina.

La mujer apartó la mirada de la pantalla de su computador con lentitud, para luego hacer un breve reconocimiento de mi rostro. Sonrió.

—¿Qué tal, muchacho? —Me encogí de hombros sin ánimos de buscar una respuesta a eso y para mi buena fortuna, ella decidió no insistir—. ¿Vienes por tu cheque?

—Así es.

Cristina me dio un rápido guiño antes de pegarse la vuelta y abrir uno de sus ficheros con cientos de carpetas de colores. Permanecí observando a la nada, escuchando como ella tarareaba acompañando a Passenger que sonaba suave desde los pequeños parlantes. Nunca había visto a la música como una potencial enemiga y eso que nadie negaría mis motivos para hacerlo, pero no lo hacía. Y aun así, en ese momento no podía evitar pensar que estaba haciendo méritos para encolerizarme.

—Cris —la llamé, colocando mis codos sobre su escritorio. Let her go, pareció hacerse eco bajo mi voz en esa postura.

—Dime.

—¿Podrías pasar esa canción? —Ella se volvió lo suficiente como para observarme, confusa, y tras un corto segundo de vacilación se acercó a la computadora para silenciarla. Mucho mejor así, lo que menos necesitaba era caer en ese estado en que sentía que todas las canciones fueron escritas para mí y mi situación. ¿Qué tan patético era eso? 

—Ok, necesito tu autógrafo aquí. —Colocó unos cuantos papeles frente a mí, pasándome un bolígrafo para que firmara. Nunca leía aquello y ciertamente no iba a comenzar a hacerlo ese día, sabía que Jace chequeaba todo mil veces antes de darle nada a Cristina, así que hacerlo una vez más sería como irrespetar la manía de mi amigo. Garabateé mi firma en la primera hoja y seguí con la siguiente, sin poder evitar sentir la mirada de la mujer fija en mí. La miré—. ¿Todo bien?

—Perfectamente —musité, volviendo mi atención a las hojas. Pero al parecer mi respuesta no fue suficiente como para disuadirla de mantener esa conversación.

—¿Vienes a ver a Jace?

—No —dije, esta vez sin dejar de mirar el bolígrafo marcando de azul la línea punteada.

La situación era sencilla, Jace no quería verme y yo no quería forzarlo a hacerlo. Bueno, tal vez eso suene un tanto exagerado; no es que él estuviese evitándome o rechazándome, simplemente teníamos mucho trabajo. Los últimos dos meses y medio, más precisamente los últimos 76 días, habían sido bastante extenuantes para ambos y era de comprenderse que estuviésemos algo desencontrados. No había ningún motivo para pensar que algo iba mal, sólo teníamos mucho trabajo y poca fluidez en las conversaciones, y silencios largos, y miradas analíticas, y tensión estúpida, y palabras medidas, y... claramente eso se debía al exceso de trabajo.

—Cada vez se te ve menos por aquí, ¿algo va mal con ustedes? —Pestañeé en su dirección, impertérrito, alargando el silencio por un incómodo minuto. Pues sin lugar a dudas lo que pasara entre mi amigo y yo no era tema para discutir con la secretaria, ¡por Dios del cielo!

—¿Esto es todo lo que tengo que firmar? —le espeté iracundo, señalando con el bolígrafo los papeles sobre el escritorio. El gesto de Cristina vaciló, al parecer sin saber cómo interpretar mis palabras. Nunca me había dirigido de un modo grosero hacia ella y era claro que con mi respuesta cortante, estaba intentando decirle que no metiera sus narices en mis asuntos. Una pequeña pizca de culpa quiso asomar en mi mente, pero la rechacé, estaba cansado de apretar los dientes y sonreír a todos, incluso cuando tenía un mal día. O en mi caso, unos muy malos, jodidos e interminables 76 días.

Lista del Padre Perfecto. (Libro 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora