33- El Paso del Tiempo

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Tres meses después.







Los días han pasado rápidamente, siendo arrastrados por la rutina de siempre.

Le observó dormir con ojos serios, sentado a los pies de la cama, recordando todo lo que ha pasado. Las leves muecas de dolor que forma cada tanto me hacen sentir extraño. Algo desagradable se aloja en mi pecho. ¿Preocupación tal vez? No lo sé, pero no es agradable.

He estado sintiendo diversas y nuevas molestias a lo largo de estos meses. Como cuando por ejemplo el humano no me deja acercarme a Rubén por temor a que yo le haga daño, o como cuando Raspberry limpia el cuerpo de Rubén y no me permite verlo. Cuando ellos duermen es el único momento en el que puedo acercarme como ahora a apreciar el cuerpo enfermo del mestizo.

Luce mal. Muy mal de hecho. Cae en la inconsciencia cada tres horas y no tiene apetito. Le he escuchado llorar a escondidas cuando vuelvo de cacería a altas horas de la madrugada, después de alimentarme gracias a algún desafortunado humano. Siempre le veo, asomándome desde la puerta sin que él se percate de ello, y me quedo mirando atentamente cómo llora por los dolores entre las sábanas tapando su rostro pálido y deteriorado.

Las cosas iban bien, hasta que un día Rubén ya no pudo ponerse de pie por sí sólo debido a la debilidad de sus músculos y huesos. Ahora pasa todos los días postrado en la cama, siendo alimentado y cuidado por Raspberry y August, los cuales me mantienen alejado de él.

No me molesta que me alejen, no veo necesario estar junto a Rubén todo el tiempo, aunque no me molestaría estarlo, claro. Pero por desgracia mi querido cachorro ahora no está en condiciones de jugar, lo cual es una lástima.

A veces me pregunto si sobrevivirá a la etapa final de la metamorfosis. Raspberry está convencida de que lo logrará, pero August no piensa lo mismo. Él teme que la debilidad de Rubén cause una catástrofe. Le he visto investigando en el salón de mi mansión. Tiene miles de libros viejos y descuidados sobre seres alados, pero al parecer aún no ha encontrado nada sobre ángeles grises, ya que cada día le veo más frustrado.

Siento una extraña indiferencia frente a todo este asunto. O tal vez mi mente está bloqueada para no pensar en lo peor ni en lo mejor. Sólo permanezco en un estado neutro, como siempre he sido. Neutro e indiferente.

"¿No te preocupa ni un poco? Podría morir ¿sabes?"

August ha estado insoportable estos meses, intentando persuadirme para que le revele alguna confesión o información sobre Rubén. Pero la verdad es que yo sé menos que él acerca de ángeles grises. Ni siquiera los creía reales. Sólo que... como buen humano, August es más terco que una mula.

Algún día que Raspberry esté distraída terminaré devorándolo, a ver si con eso cierra de una maldita vez su bocota humana.

En fin, han pasado tres meses ya. Tres meses en los que el cuerpo de Rubén se ha puesto cada vez mas enfermo. Y no creo que sólo sea su cuerpo lo que no se encuentra bien.

Parece... deprimido, y de alguna manera le entiendo. Después de todo, él no tiene idea de lo que le está sucediendo, y los constantes dolores de espalda y cabeza no le dejan descansar adecuadamente.

Hemos intentado decirle la verdad. Bueno... ellos han intentado. Realmente me da igual cómo se lo digan, pero el demonio y el humano están convencidos de que deben usar palabras sutiles y calmadas para no alterar la salud de Rubén. Aunque después de tres meses de indirectas e insinuaciones, ni August o Raspberry han logrado algo de sinceridad.

¿Qué tan difícil puede ser? Sólo deben ir y decirle que es un ángel gris. No le veo el problema.

Sigo observándole perdidamente mientras que los primeros rayos de sol se filtran por la ventana, acariciando mi rostro con su tibieza y logrando que el sueño se apodere de mí. Siempre me he sentido más activo por la noche acogedora, en donde puedo volar y escamuflarme en la oscuridad, siendo invisible para los humanos y desplazándome con total libertad. Durante el día las cosas son demasiado claras y nítidas, no me siento muy cómodo volando en un cielo celeste. Es por eso que me trasladé cerca de Londres hace algunos años. Aquí, los días siempre son agradablemente grises.

Aunque no sé por qué ahora ha amanecido con tanta luz solar.

-¿M-Miguel?- De la nada escucho una voz conocida y temerosa que me saca de mis pensamientos, y bajo mis ojos hacia él. Vaya... a despertado y no me he dado cuenta. Me observa sorprendido y asustado, acostado en la cama y agarrando con una mano las sábanas hasta su cuello y con la otra, la cajita con las cenizas de William.

No se ha separado de esa caja desde que se la di.

Aquello también me causa una sensación extraña.

-Buenos días cachorro.- le saludo sonriéndole con pereza. El sol me está adormeciendo más rápido de lo normal.

-B-Buenos días...- ya me he acostumbrado a sus tartamudeos frente a mí, aunque algunas veces me gustaría que me hablara como cuando lo hace con el humano y el demonio. Ya que...

-¿Cómo has amanecido?- pregunto entrecerrando mis ojos, verdaderamente exhausto.

-B-Bien...- observo cómo desvía la mirada hacia un lado, retorciendo nerviosamente la sábana entre sus dedos. Luego, vuelve a clavar sus ojos verdes y apagados en los míos- ¿Y t-tú?

-Acabo de volver de cacería. Así que no he amanecido, porque no he dormido en ningún momento. No necesito dormir diariamente...- y un gran bostezo se escapa de mis labios.

-¿T-Tienes sueño?- observo sus ojos curiosos mirándome con sorpresa. Le entiendo. No todos los días se ve a un ángel negro con sueño.

-¿Me estás invitando a dormir contigo?- sonrío burlón echándome a su lado sin dudarlo ni un segundo.

La repentina mueca de horror que se forma en su rostro me causa gracia.

-¡N-No! ¡D-Duerme en otra cama!- exclama empujándome tímidamente el hombro.

-¿Por qué? Esta es mi cama y yo hago lo que quiero en ella.- estiro rápidamente mi mano hacia su muñeca y antes de que pueda reaccionar, aproximo su desnutrido brazo hacia mi rostro. Siento cómo tira inmediatamente con desesperación su extremidad lejos de mí, intentando zafarse, pero sostengo con más fuerza su muñeca y acerco mi nariz hacia su piel, inspirando su rico y tentador aroma con mis fosas nasales.

-S-Suelta... por favor...- suplica en un hilo de voz, dejando de forcejear y haciendo así que yo afloje mi agarre para no hacerle tanto daño.

-Hueles delicioso, Rubén...- susurro hipnotizado por su piel suave y fresca aunque un poco enferma. Me relajo sin percatarme de ello, y los suaves rayos de sol que me alumbran el rostro me obligan a cerrar los ojos lentamente, mientras que mi nariz sigue impregnándose de su aroma tan delicioso y adormecedor.

Y así, sin siquiera percatarme de ello, me quedo dormido con mi nariz olisqueando su brazo.

El Brillo de la Oscuridad (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora