24 de Septiembre
Harry caminaba con lentitud, sin ninguna prisa. No entendía a esa gente que siempre iba corriendo de acá para allá ¿Por qué? ¿Tanto les costaba ir tranquilos, admirando la bellísima ciudad en la que se encontraban?
Él amaba ir con tranquilidad y poder disfrutar de los sonidos de la ciudad, desde molestos coches rugiendo, hasta el pequeño piar de algún dulce pájaro mañanero.
Eran las siete de la mañana y se dirigía hacia el instituto. Por el mismo camino de siempre y con los mismo sonidos de siempre.
La misma anciana que lo saludaba todas las mañanas cuando lo veía, lo saludó con una sonrisa sin dientes. Harry no lo dudó y le devolvió la sonrisa con ganas. Pasó por la panadería que habían abierto hace unos pocos meses, y pudo disfrutar el olor a pan recién hecho que desprendía el lugar.
Siguió con el camino que había hecho durante cuatro años para ir al colegio. Con tranquilidad, admirando todo aunque ya lo hubiera visto mil veces. Nunca se cansaría de ese lugar.
Vivía en una monotonía continua, pero a él le gustaba así. Le tenía pavor a los cambios, los odiaba muchísimo. No le gustaban los cambios porque eso le traía problemas, y él también odiaba los problemas.
Su día a día consistía en levantarse a las seis de la mañana, ducharse y prepararse el desayuno, comer en tranquilidad para finalmente a las siete, irse para el instituto por el camino que siempre concurría.
Y pasar en el instituto el resto de la mañana, para a las tres salir de allí y dirigirse hacia su acogedora casa, y esperar al día siguiente.
Adoraba eso, adoraba su tranquilidad y la monotonía, aunque mucha gente le había dicho mil y una vez que eso no era sano y que tenía que vivir con cambios, pues eso era la vida, él solo hacía caso omiso y seguía con su adorada monotonía.
No se cansaría de ella, aunque...
Aunque había días en que sí la odiaba. Había días en los que se sentía tan mal por vivir una aburrida y estúpida vida que lloraba por largas horas en la noche. Esos días, es cuando se daba cuenta de que no tenía a nadie, se daba cuenta de que era una persona solitaria.
Sí, hablaba con gente en el instituto pero ¿Y cuando ya no estaba allí? No hablaba con nadie.
Tenía a su familia, pero estaba en esa edad en la que simplemente no le quería contar a su familia lo que le pasaba o que iba mal en él para que no se preocuparan por él.
Esas noches en las que lloraba por largas horas, eran las noches más frías y solitarias que podían existir.
Se suponía que él ya debería de estar acostumbrado a esas noches, pero parecía que cada vez que llegaban, llegaban con ganas de quedarse por más de una sola noche. Eran horas de dolor y de la más pura soledad.
Pero luego de llorar tanto, despertaba y hacía como que nunca pasó nada. Y volvía a su rutina.
La noche anterior fue una de esas noches. Sus ojos rojos y un poco hinchados eran testigo de ello. Pero él seguía sonriendo, ocultando todos sus temores. Él estaba bien, sí, él estaba bien.
Entró por la puerta principal, y como cada miércoles, se dirigió hacia su clase de matemáticas.
Siempre llegaba más pronto de lo normal, y por los pasillos aún no había mucha gente. Solo algún que otro alumno estudiando desesperadamente para el examen que no había preparado con anterioridad.
Iba a dirigirse a su clase de matemáticas, y esperar allí adentro como hacia todos los miércoles. Pero hubo algo, un sonido desconocido, que lo distrajo de su camino.
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Soulmate ×Larry Stylinson OS×
Short Story"-Pero míralo por el lado bueno, como tú has dicho, puedes haber encontrado a tu alma gemela. Y si es cierto ¡Enhorabuena! Todo ser humano se pasa toda su existencia buscando a su alma gemela, y mírate, tú ya la has encontrado."