-¿Qué hora es?- Diana estaba por ponerse unas pinzas en sus cansados parpados y engominarselos para que se mantuviesen abiertos.
-Las tres de la mañana.- Susurró Berto mientras le entregaba el tercer café de la noche mientras que él ya iba por el quinto, el cuál seguía igual de energético por ayudar a su amiga.
-Y todavía no hemos revisado ni la mitad...- La joven del pelo rojizo se estiro encima de su cama desesperanzada.
-Eh, venga.- Berto cogió el café que había dejado Diana encima de la cama y junto con el suyo lo dejó sobre la mesita que había al lado de ellos.- La noche es joven.- Berto se tumbó al lado de Diana de forma lateral, quedando muy cerca él uno del otro.
-Yo ya estoy demasiado mayor para estás cosas.- La muchacha ya tenía los ojos completamente cerrados, pero seguía en el mundo real.
-¿Mayor? Yo a tu edad no me iba a dormir hasta las seis de la madrugada.
-No hables cómo sí fueras mi padre.- Diana volvió a abrir sus ojos y giró su cabeza para mirar a Berto.- Sólo me sacas cuatro años, así que no te creas superior a mí.
-Yo soy mayor de edad, tú no.
-Oh vaya... ¿entonces sí yo mencionará que tú has estado metido en mi cama te meterían en prisión por cadena perpetua?
-No bromees con eso.- Dijo Berto mientras se reincorporaba y se sentaba para seguir comprobando ficheros de los alumnos de primero de bachillerato.- Esas cosas no tienen gracia.
-Lo siento. No sabía que este tipo de bromas no te gustasen.
-La ley es demasiado injusta. La sociedad que nos controla no es más que una balanza que ocupa el poder y la ambición del dinero, y dónde en el lado más ligero está lleno de gente inocente metida entre barrotes.
-¿Has tenido algún familiar metido en la cárcel? ¿O algún amigo?- La cara de Berto se crispó más de lo que ya estaba. Además pudo notar cómo la vena de su cuello palpitaba con fuerza.
-Digamos que he conocido a más de una persona que ha pasado por allí de forma parcial.- Berto parecía querer evitar el tema, así que Diana se levantó de la cama y se acercó a los pies de la cama para seguir comparando la firma con la letra de su admirador al lado del camarero.
-¿Piensas que estoy perdiendo el tiempo?- La pregunta de la chica dejó totalmente perplejo a Berto.
-¿Porqué dices esa semejante estupidez? Claro que no lo es.
-¿Porqué?
-Eres muy valiente, Diana. Enserio, a más de uno le gustaría tener el valor de luchar de esa forma tan intensa y tozuda con la que lo estás haciendo tú.
-Ya, pero esto no sería capaz sin ti. No sé cuantas veces han sido las que me he venido abajo y cuantas las que me has hecho ascender a lo más alto.
-¿Y para que están los amigos si no?- Esa frase hizo sonreír a Diana, pero en su interior, cerca de su pecho por primera vez, fue cómo una puñalada directa en el corazón. Una extraña y desconocida sensación.
-Supongo que tienes razón.- Diana se levantó de la cama.- Voy a buscar la caja cuatro.- Mientras se acercó a una de las esquinas de la habitación a por más fichas de alumnos que se encontraban en esa caja, vio cómo su amiga Daniela seguía durmiendo cómo un tronco en su cama. En esos momentos Diana sentía una gran envidia por su amiga.
Y fue tan grande la distracción observando a su amiga que no se dio cuenta que una de las cajas revisadas, se encontraba en su camino haciendo que tropezará con ella y que todas las carpetas cayeran al suelo con un sonoro ruido. Diana se volteo rápidamente hacía Daniela, la cuál sólo hizo una mueca extraña por un segundo y después siguió con su rostro sereno, indicando que ella estaba por el tercer o cuarto sueño.