Narra Winter
Pude escuchar el grito de Trace al mismo tiempo que era puesta en la ambulancia. Pero simplemente no pude mantener mis ojos abiertos, el dolor era demasiado. Una luz blanca cegadora apareció ante mis ojos. ¿Estaba muriendo? No podía morir. ¡No hoy! ¡No ahora! Al ajustar mis ojos pude notar que me encontraba en un cuarto totalmente blanco, y que de hecho yo también estaba vestida del mismo color.
—¡¿Hola?! ¡¿HAY ALGUIEN?!— Mi voz hizo eco en todo el lugar, para después ver como desde algún lugar del cuarto, caminaba hacia mi un...¿Ángel?
Llegó hasta mí y me sonrió.
—Winter, bienvenida.— Antes de que pudiera continuar lo que decía, lo detuve, hablando encima de él.
—No puedo morir, no quiero morir. Debo volver con Trace, el me necesita, yo lo necesito.— Le dije moviendo mis manos de arriba a abajo desesperadamente.
—Winter, yo soy él único que puede comprenderte. Tranquilízate y escúchame.— Lo miré con los ojos llorosos pero retuve mis lágrimas. Asentí levemente, haciéndole saber que tenía la palabra.
—Ahora eres un ángel Winter, tendrás alas grandes y blancas, serás un ángel guardián. En este caso, serás el de Trace.— Al analizar esas palabras en mi mente, caí de rodillas. Había muerto. Y debía ver como Trace sufría por mi muerte... ¡¿ES UNA PUTA BROMA?!
—¿No hay alguna forma de regresar? ¿De que el pueda verme?— Le pregunté con la mirada fija en el suelo, aún de rodillas, con la voz temblorosa.
—Sólo los ángeles caídos pueden vivir en la tierra, mientras seas un ángel, solo tendrías un tiempo limitado en la tierra, y lograr que el te pueda ver es algo muy difícil de logr— Lo detuve nuevamente para levantarme de mi lugar y rodearlo con mis brazos. Lo solté y me alejé apenada.
—Gracias uh...— No sabía su nombre, pero cómo si leyera mi mente, me contestó con una cálida sonrisa.
—Tengo muchos nombres, pero me puedes llamar Cadmiel.— Al verlo no creí que fuera alguien importante, pero cuándo escuché su nombre me di cuenta que era uno de los siete arcángeles. El arcángel del AMOR. Es el ángel de la compasión, la misericordia, el perdón y la comprensión. Mi boca se abrió de par en par por el asombro, pero volví a cerrarla, ya que una duda se asomó dentro de mi mente.
—¿Los demás Arcángeles saben que me estás ayudando?— Le pregunto tranquilamente, a una distancia moderada.
—No, ninguno lo sabe. Pero yo siento que es lo correcto, por eso quiero que te dejes ver ante él. Conviértete en un ángel caído Winter.— Me dice con una sonrisa, y bastante entusiasmo.
De pronto, Cadmiel alza los brazos lentamente, al mismo tiempo que siento un peso en mi espalda. ¡Son mis alas! Son más grandes de lo que había imaginado.
—Ahora volverás a la tierra, como su ángel guardián. Deberás hacer que sepa que estás ahí, solo así podrá verte.— Me dice guiñando un ojo. —Estaré viendo todo desde arriba, suerte Winter. Oh, espera. Antes de dejarte ir, debes aprenderte esto.— Me dió una hoja de color dorado, en la cual se recitaba una ¿profecía? Luego de repasarla casi 20 veces, logré aprenderla, cómo si fuera una canción. Cadmiel me sonrió, y con un chasquido de dedos me encontraba en la casa de Trace, específicamente en su cuarto.
El se encontraba recostado en la cama, mirando al techo con sus audífonos puestos. Me senté al borde del colchón observándolo por un rato.
—¿Por qué te fuiste Winter?— Mi cabeza se fue hasta su rostro. —Me lo prometiste. NO SE PROMETEN COSAS QUE NO SE CUMPLEN, DIOS SANTO.— Comenzó a gritar al mismo tiempo que se tomó la cabeza entre las manos y se sentaba de espaldas a mi, mirando el suelo. Yo estoy aquí, no me fui. Mírame, escúchame. ¿Por qué no me ves? Hice un intento de retener las lágrimas, y me acorde de lo que me dijo el Arcángel. Trace debe saber que no lo abandoné. Me acerqué hasta el pequeño mueble a un costado de su cama e intenté mover el cuadro en el que ambos salíamos sonriendo en una foto. Lo empujé, con todas mis fuerzas, y de a poco, comenzó a moverse, hasta caer al alfombrado suelo. Trace levantó la mirada, extrañado. Tomó el cuadro entre sus manos, y miró hacia su alrededor. Al no poder verme, su mirada se desconectó de la mía. No podía permitirlo, comencé a gritar.
—Estoy contigo! ¡A TU LADO!— Lágrimas comenzaron a salir de mis ojos, dolía que no pudiera verme.
Narra Trace
Winter, ¿Por qué Winter? Ella no pudo morir, ella lo prometió. Nunca rompe sus promesas. Solo hay una cosa en que creer, ella debe de estar a mi lado, ella tiro ese cuadro. Intenta decirme algo.
—Yo creo Winter, por favor, quiero verte. ¡Sé que estás aquí conmigo!— Al finalizar esas palabras, pude escuchar un grito ahogado a mis espaldas. Era Winter, era ella. Llevaba puesto un vestido blanco, pero estaba llorando.
—Pensé que nunca lograría que me vieras de nuevo.— Dijo y así sonreír, pasar a través de la cama y enredar sus brazos por mi cuerpo, asombrado le devolví el abrazo con la misma intensidad, temiendo que volviera a desaparecer de nuevo. Era ella, lo sentía. LA sentía. Pero es imposible, en el hospital me dijeron que ella había muerto. Después de ese largo abrazo, se limpió las lágrimas y me miró atentamente.
—Trace, yo... soy tu Ángel guardián— Me dijo seriamente, para notar cómo sus ojos se volvían llorosos de nuevo.
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Tu ángel guardián.
Roman d'amour-Volveré, Trace. -¿Lo juras? -Por mi alma. Luego de la temprana muerte de Agnes, Trace debe procurar que se convierta en un Ángel caído para volver a estar juntos. Pero los arcángeles se interpondrán, negando la profecía.