— ¿Estás seguro de que es necesario?
— Ajá.
— ¿Completamente seguro?
— Sí.
— ¿Seguro segurito segurote?
— Sí...
— ¿Tan seguro como para poner tu vida en ello?
— ¡Qué sí, demonios! — Y antes de que JongDae pueda decir cualquier otra cosa para terminar de aniquilar su, de por sí, escasa paciencia, MinSeok sale del auto y cierra la puerta de un golpe. Rodea el coche para llegar al lado del copiloto e intenta abrir la puerta para sacar al menor, pero no puede.
En el interior, Chen lo mira con su típica sonrisa gatuna que no indica nada más que satisfacción por haber cerrado con seguro antes de que el rubio llegara. Le saca la lengua, triunfante, y MinSeok frunce el ceño.
— ¡Deja de comportarte como un niño y abre la puerta! — Le grita a pesar de que varias personas que transitan por el estacionamiento se le quedan viendo de manera rara. Poco le importa.
— ¡No quiero! — Le responde cruzándose de brazos y frunciendo los labios de manera ciertamente infantil y, antes de que pueda soltarle algo más, un ataque de tos lo hace encogerse en el asiento casi hasta hacerse bolita.
MinSeok niega resignado por la terquedad de su pareja y se saca las llaves de la chaqueta. Abre sin que JongDae pueda darse cuenta y en menos de lo que éste se imagina, el mayor lo está sujetando de brazos para sacarlo a rastras del automóvil. Apenas cae en cuenta, empieza a patalear y a gritar para librarse del rubio quien sólo puede intentar contener las ganas de ahorcarlo con el cinturón de seguridad.
— ¡No! ¡No quiero! ¡Suéltame! ¡Estoy bien! ¡No lo necesito! — Replica, pero la voz gangosa y la nariz roja hacen que sea difícil creerle.
Resulta gracioso ver a un hombre de 23 años que lloriquea como uno de 5 aún antes de entrar al área de consultorios. Irónicamente, hay niños aún más pequeños que actúan con total calma mientras que él está en proceso de comerse todas las uñas por el pánico.
Voltea a ver a MinSeok de manera suplicante pero éste se hace de la vista gorda y continúa leyendo una revista de las tantas que tiene la recepcionista.
JongDae bufa y regresa la vista al mini acuario que está en la pared frente a él. Hay pececitos dorados, ángel, telescopio y muchos otros que no logra reconocer y entonces piensa en la suerte que tienen ellos de no enfermarse ni de tener que ir con el médico cuando esto sucede. Gira los ojos un poco más a la derecha y la puerta junto con el cartel que cita "Salida" parecen hacerle ojitos.
Vuelve a mirar a MinSeok para encontrarlo como antes, demasiado concentrado en un artículo de cocina como para notarlo, o al menos eso cree. Cuando se decide a salir huyendo, MinSeok lo toma por la parte trasera del saco firmemente y le impide levantarse.
— Ni siquiera lo pienses, JongDae.
Y quiere volver a replicar y decirle de cosas a ese bollo paranoico, que por una simple tos (con fiebre, congestión y vómito, pero simple tos a fin de cuentas) ya está pensando que se va a morir de un algo. Pero no puede, su nombre dicho por la voz chillona de la recepcionista lo interrumpe.
Mira con miedo en su dirección y ésta intenta transmitirle algo de calma con la mirada, cosa que no sirve de mucho.
Ahora es él quien no quiere despegarse del asiento mientras que MinSeok ya está de pie frente suyo esperando a que se levante. Por última vez, intenta hacerlo cambiar de opinión viéndolo con súplica y el labio inferior tembloroso; pero el rubio apenas y hace una seña con la cabeza en dirección al consultorio.
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de helado, inyecciones y jongdaes apanicados; xiuchen
FanfictionJongDae tiene la mala costumbre de hacer muchas estupideces, entre ellas, comer helado en invierno. MinSeok tiene la mala suerte de tener que tolerar los berrinches del menor, entre ellos, el que le monta cuando intenta llevarlo al médico.