CAPÍTULO VI

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Después de correr unas cuatro cuadras después del Palacio, me recargo sobre la pared de una casa algo pequeña. Tengo la pistola en mi mano y ya no quiero usarla. ¿Maté a ese hombre para que los demás no reaccionaran?, ¿qué me está pasando?

Una lágrima se desliza sobre mi mejilla. No quiero matar a más personas.

Lo que no logro entender es por qué Susana está haciendo esto. ¿A dónde se llevará a esas personas en los camiones?, ¿qué les hará?

Sigo caminando por estas calles solitarias y frías, aunque está el sol a todo lo que da pero aun así hace frío.

Una media hora después de caminar a lo menso, ya estoy perdida. Así que me recuesto sobre la acera sucia y me doy cuenta que estoy sobre un puente. Es un puente grande de dos carriles muy anchos por donde creo antes nuestros antepasados conducían sus autos.

Hablando de autos, ¿cómo es que funcionan esas camionetas si no hay depósitos de gasolina en la ciudad? Digo, sí hay "gasolineras" pero están sin reservas.

Dios, hay muchas dudas que salen en mi cabeza sobre todo esto que está pasando. Pero hay una que me inquieta más que cualquiera:

¿POR QUÉ SUSANA ME DEJO IR?

¿POR QUÉ?

¿POR QUÉ?



La Hermandad (1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora