A veces, los motivos del caos son desconocidos. Aquellos pretextos ya no sirven para cubrir la masacre realizada. El dolor es el sentimiento más común entre los que dan la vida por el planeta. Y el odio sólo es una sensación de ardor que parece no irse nunca.
La sangre adornaba ese uniforme blanco que cortaba la pureza de su alma. Ella simplemente no creía en la situación. Sus ojos se afligían con el mar de gritos y sus lágrimas índigas no podían competir contra el rojo catastrófico que cubría los rostros de aquellos cuerpos yacentes.
Para ser una niña de ocho años, la furia que nacía en ella era imprudente. Los odiaba. Odiaba a los oscuros. Esos seres crueles que aniquilaban a los demás sin piedad alguna. Los odiaba. Y los mataría.
Su pequeño cuerpo tembló de poder y angustia. ¿Qué estaba pasando? No lo sabía, pero todo empezaba a cobrar un brillo enceguecedor.
De pronto, como el parpadeo de las luces estroboscópicas, miles de imágenes aparecieron cual ráfaga. De gente, de sangre, de rayos; de la guerra en sí. Y para cuando Zenda logró darse cuenta, vio todo en negro.
Los segundos parecían no tener fin. ¿Estaba muerta? Su respiración pasaba tan desapercibida como para lograr sentirla. Los sonidos de su corazón se mesclaban con el estruendo gigante que resonó entre el universo. ¿Esos eran sus latidos o el sonido de explosiones? Zenda estaba en un limbo parecido al cielo. Solo que ella no podía descansar en paz hasta saber que su planeta se había salvado.
Respiró hondo, o al menos creyó que lo hizo. Sus ojos descubrieron una amarilla luminosidad dificultando la vista. Giró el rostro lentamente. Dolía incluso respirar, pero eso no le preocupó cuando vio la silueta de alguien recostado en la camilla.
"¿Q-qué pasó? ¿Esa persona estará viva o será un mísero producto de mi imaginación?" Se halló preguntando mientras poco a poco recuperaba la visión. Su necesidad de conocer cómo había terminado la guerra fue tan grande que de un salto se incorporó sobre la suave camilla, despertando a quien sea que esté ahí.
"Está vivo" Repitió mentalmente. Una tranquilidad la invadió, permitiéndole analizar el alrededor con mucha más paz. Sintió que su cabeza podía explotar, pues el dolor era inmenso.
Aun así, maldijo a los oscuros por haberlo salvado justo a él. "¿Qué les costaba tener piedad de todo ser, pero a él incinerizarlo?" Bufó.
—Despertaste—murmuró el chico frotando uno de sus ojos. Se veía cansado, pero muy feliz.
—No, idiota, decidí volver del infierno a molestarte por el resto de tus días—fue lo que Zenda respondió. Su mal humor se debía a la punzante tortura que su cuerpo sufría—Lucas, ¿Qué haces aquí? ¿Qué hago yo aquí? ¿Qué ha pasado? —Se desesperó la pelinegra torciendo el cuello a los lados.
—Tranquila, tranquila—Lucas sonrió divertido—Al menos despertaste en una buena situación, ¡Hemos ganado la guerra!
Zenda quedó en shock. Sus latidos se aceleraron. ¿Cómo podía haber ganado la guerra, si con sus propios ojos observó como segundo tras segundo las personas morían?
—¿Cómo Lucas? ¡¿Cómo?! —exclamó agitando las manos, para después respirar hondo.
—No lo sé exactamente—pasó una mano por su ondulado cabello—Recuerdo que desperté en este mismo hospital, pero al igual que la totalidad de supervivientes, hay un vacío existencial desde que el rayo de los oscuros fue lanzado—Lucas se recostó en el asiento y posó un brazo en la mesa de noche—Sí, éramos más débiles, sin embargo se encontraron a todos los oscuros muertos, como si una fuerza masiva los hubiera destruido.
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Única
Science FictionNo canten victoria los oscuros. Que revivir será el camino. Toda la sangre de los suyos. Se volverá el sagrado vino. Porque el poder lleva a la fuerza. Y la actitud es quien demuestra. La chica, la suprema. La misión como una nueva. Registrada en Sa...