Segunda parte. Capítulo 1.

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Segunda parte. Capítulo 1. 


Seis meses más tarde.


La carta que llevaba meses torturándole seguía extendida encima de su escritorio. Aquella carta le había dado muchos quebraderos de cabeza, le había hecho llorar, pero también le había dado fuerzas para luchar e intentar seguir adelante. El chico había estado intentando no desesperarse y encontrar en las palabras colocadas con precisión sobre el papel alguna razón o coherencia que le pudiera explicar porqué el presente era como era.

Sabía que no podía obsesionarse, o se volvería loco, pero en cierto modo, creía que ya no podría estarlo más. Tras el incidente de su hermana, había dejado el grupo y todos los malos rollos en los que estaba metido. Y como bien le dijo a Helena, dejó en paz a todo el mundo. Se hizo completamente invisible para todos ellos y estuvo intentando calmarse y desahogarse haciendo ejercicio para prepararse para las pruebas de policía. En aquel momento más que en ningún otro de su vida estaba seguro de que aquella era la meta que deseaba conseguir.

En su habitación había puesto un par de barras de hierro, de las que se colgaba e intentaba hacer el máximo número de dominadas posible, hasta que caía completamente rendido. Apenas hablaba con sus padres, no solo de Julia, sino de nada en absoluto. En aquella casa reinaba una única cosa: el silencio.

Rodrigo odiaba admitir que en el fondo, era mejor así, porque sino, las palabras que saldrían de su boca, podrían haber provocado una enorme disputa y así, la familia que estaba resistiendo a duras penas unida, se rompería por completo. Una mañana más, se levantó en cuanto el despertador sonó, a las siete y media de la mañana. Observó algo ausente la habitación y con ella, el desorden que le rodeaba.

Se levantó unos minutos después, y automáticamente, como cada mañana, sus ojos se volcaron por completo en la carta que, una vez más, seguía encima del escritorio. Nadie a excepción de él la había leído, lo sabía con total seguridad, pues sus padres también se habían negado a entrar en su cuarto, como había pasado en igual medida en el de Julia, que desde el pasillo podía verse igual que la última vez que la vio.

Nuevamente, le cuesta sacarse de la cabeza algunas de las palabras que lee distraídamente. No se para a leer ninguna línea en concreto. Solo eso, palabras sueltas. Ya cree saberse la carta de memoria, pero para él no es suficiente con eso, porque parece como si aprenderse las últimas palabras que su hermana le había dedicado, fuera poco para retenerla en su mente.

Una vez que consigue salir del trance, mira la barra de hierro a un lado de su cuarto y tras respirar hondo, asiente. Piensa si quitarse el pantalón del pijama por uno del chándal y si ponerse una camiseta, pero desiste en seguida y se cuelga de la barra sin más miramientos. Al principio, sube y baja sin problemas, a una velocidad bastante rápida, haciendo que pierda en seguida la cuenta de cuantas lleva.

Después de veinte minutos, sus músculos estuvieron completamente tensos y no podían con la presión que ejercía todo su cuerpo por estar colgado de la barra. Él lanzó un profundo suspiro, que sonó a la desesperación más absoluta y se forzó aún más hasta volver a subir de nuevo. Pero una vez que se dejó bajar para continuar, sus manos también le fallaron, haciendo que se cayera contra el suelo. Sin embargo, no notó dolor alguno.

Su cuerpo ya dolía demasiado por el esfuerzo como para notar un punzante daño más. Se giró en el suelo y posó la mirada en el techo. Hasta que finalmente, cerró los ojos y la vio. Estaba en su mente desde hacía meses y no podía sacarla, a pesar de que lo había intentando de cientos de maneras diferentes. Sabía que debía distraerse hasta que llegara el día de las pruebas, estaba seguro de que si le cogían, tendría que irse a otra ciudad y eso le ayudaría a olvidar el dolor más fácilmente.

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora