Capitulo 9

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El pueblo resultó estar mas lejos de lo que yo esperaba, quedaba a unos 40 minutos de nuestra cabaña en el bosque sin mencionar que la mitad del camino era de trerraceria, y aunque ninguno de mis tíos lo admitiera ya sabia que el objetivo de mi madre al hacernos hospedar en esa casa era escondernos, lo que no me quedaba del todo claro era de que o de quien.
Durante todo el camino no deje de pensar en los mechones rosas que pasaron justo frente a la camioneta, mi tío fingió no verlos porque era imposible no notar el increíblemente tono rosa chillón  del cabello teñido de aquel chico. En cuanto los destellos rosados desaparecieron de nuestra vista mi tío había arrancado, demasiado serio, sin ninguna intención de quebrantar el silencio. Yo no quería darle tantas vueltas al asunto, pero es que en realidad era aterrador tener a aquel chico merodeando por ahí.
Cuando llegamos al pueblo mi tío fue directo a las refacciones y yo le seguí de cerca, en realidad no quería perderme en ese lugar. Las tiendas eran bastante rústicas por fuera pero parecían normales por dentro, me sentía en algún lugar perdido. Todos parecían conocerse, y por ello el hecho de que una chica nueva llegara al pueblo era, en definitiva, algo de que hablar. Así que cuando la gente me veía pasar me analizaba completamente, seguramente buscándome cualquier error para criticar después con la señora de al lado. Otros me sonreían, quizá tratando de ser simpáticos o quizá para probar si yo no lo era, lo cual en realidad era el caso. Pero lo que mas me confundió fue que mi tío no llamo la atención del todo, nadie volteo para mirarlo. Por el contrario, todos parecían bajar la vista si el los miraba directamente.
—Laila— lo escuche hablarme justo cuando una señora me hacia una mueca de disgusto al ver que no le respondía la sonrisa a su amiga que caminaba junto a ella.
—¿que pasa?— le respondí, ignorando su mirada mientras continuaba viendo a la gente.
—si continuas siguiéndome hasta la tienda de las refacciones y esperas a que termine mis compras no nos dará tiempo de que compres tu ropa— me dijo secamente, parecía enojado conmigo, quizá estaba haciendo mal al prestarle tanta atención a la gente del pueblo.
—esta bien— me detuve en seco —entonces iré por mi cuenta— él asintió y de su billetera saco una tarjeta de crédito que me entrego sin cuidado.
—te veo aquí a las 6— habíamos salido de la casa temprano, así que para cuando llegamos al pueblo no eran mas que las 10 de la mañana, tenía tiempo de sobra para comprar.
—pero no entiendo, ni siquiera tengo una firma— le respondí al darme cuenta que George jamás me dijo que debía tener una.
—no importa, inventa una— me la puso en las manos porque yo no la había tomado aun —el espacio para la firma esta vacío— me dio unas suaves palmadas en la mejilla y después se fue.
No traía plumas conmigo así que no escribí mi nueva firma hasta que no entre a una tienda a comprar pantalones, simplemente hice una "L" a la que le seguía una "B" mas pequeña. Después seguí comprando, termine con al menos unas 20 blusas y 7 pares de jeans.
—¡pequeña Laila!— escuche a alguien llamarme, me sorprendí cuando al darme la vuelta me encontré con el chico del cabello rosa.
—¿es que acaso me estas siguiendo?— le dije algo molesta.
—no— se me acerco hasta estar junto a mi —seguir suena feo, yo solo procuro saber donde estas, deberías estar feliz— dijo con una sonrisa. Algo en el me llamaba la atención, me fascinaba como lograba ser tan arrogante y parecer tan amable cuando lo era.
—¿como te llamas?— le dije al darme cuenta de que no lo sabia. Él me miro con diversión.
—bueno, mi madre me puso Scott, pero tu puedes llamarme como se te pegue la gana— me guiñó un ojo, y cuando yo hice ademán de irme el tomo las bolsas que llevaba en las manos y me acompaño a la salida —quizá guapo, o amor, esos dos son buenos— no pude contener una sonrisa, el chico en realidad me agradaba. Durante nuestra caminata hacia otra tienda siguió dando ejemplos de apodos, y yo no pude evitar reír cuando dijo "papito" lo que a él también le pareció gracioso. Como ya no tenía más ropa que comprar, fuimos a parar a un café en donde él me compro una dona, y después nos sentamos.
—oh pequeña, deja de coquetear con él— dijo Lea en cuanto nos vio sentados, toma una silla de la mesa de al lado y se sentó con nosotros —es el chico mas gay que conozco— no me sorprendí del todo, en realidad solo me agradaba estar pasando el tiempo con él, jamás pensé que estuviera coqueteándole.
—cállate Lea— él le rodeo los hombros con el brazo —estaba a punto de lograr que me dijera novio— el ultimo apodo que se le ocurrió fue ese, y yo había sonreído tanto que empezó a decir que en efecto yo quería llamarlo así.
—no, Scott— le respondió Lea que ese día llevaba unas lentillas verdes que en contraste con el impresionante azul lucían asombroso.
—ahora ¿alguno de ustedes piensa explicarme porque ayer entraron a mi habitación?— les dije seriamente.
—yo solo sigo ordenes— dijo Scott que luego sorbió un trago de su café.
—cállate, animal— le dijo Lea y a sus palabras le siguieron un golpe que seguro hizo que Scott se enterara la pajilla en el paladar porque hizo una mueca de dolor.
—¿ordenes?— pregunte atónita, llevaba 5 días en este lugar y alguien ya estaba mandando espías —¿de quién?— le pregunte a Lea, quien parecía ser la comandante de aquella fallida operación de vigilarme.
—no te importa— dijo mientras se encogía de hombros.
—así que estas diciéndome que alguien quiere saber que hago día y noche, y después afirmas que no debería importarme— esta vez si que me saco de mis casillas y se lo hice ver con la forma en que le reclame esto último.
—demonios, Laila ¿como logras hacer eso con los ojos?— dijo Scott, se escuchaba en realidad impresionado. A su lado Lea parecía hipnotizada y yo en realidad no sabia que estaba haciendo.
—fue tu padre— mis ojos se abrieron como platos, y deje de respirar.

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2015 ⏰

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