Después de aquel pequeño accidente con la tirolesa, espero a que todos pasen por la tirolesa. Ya cuando lo hace, entonces recuperamos el aliento.
-No vuelvo a hacer eso -digo.
-Síganme -dice Óscar.
-Oye tú no eres el jefe -dice David.
-Ya, tranquilos -digo.
Entonces empezamos a caminar pero no sé a dónde. Sólo sigo a los demás. A lo lejos veo una gran escultura con varios tubos enormes donde hay focos, también muy grandes, y entonces me acerca a Aída y le pregunto:
-¿Ahí es donde nos dirigimos?
Ella asiente.
Creo que es un estadio.
En el camino, no vimos ningún GC pero eso ya no importa porque ya estamos aquí afuera de este enorme estadio.
-Bienvenidos -dice una voz por ahí. No sé de dónde y empiezo a buscar de dónde sale.
Entonces un hombre, un poco alto y calvo aparece. Noto que tiene los ojos muy grandes, aparte de que es de tez blanca.
-¿Qué hacemos aquí? -pregunto, acercándome a él.
-Primero que nada, me llamo Alberto. Síganme.
Empezamos a seguirlo y recorremos el lateral del estadio hasta llegar a una cabaña hecha de materiales improvisados, pero la cabaña está cercada con púas.
Alberto abre la puerta de la reja y entramos al patio de la cabaña. Al ingresar a la cabaña, noto un olor muy penetrante a humedad y orina. Me tapo la nariz.
-¿Qué hacemos aquí? -pregunto.
Nadie me contesta, no me toman mucho en cuenta. Entonces Alberto se agacha en el otro lado de la cabaña y jala una puerta desde el suelo, es como un pasadizo secreto. Y todos empiezan a meterse ahí.
Yo lo hago también.
Todo aquí está oscuro y mientras bajo las escaleras con cuidado, me da miedo.
¿Cómo es que quedé hasta aquí?
Cuando las escaleras se acaban, doy trompicones por pensar que habría otro escalón, pero no lo hubo. Qué estúpida.
Cuando recupero el equilibrio, me doy cuenta que estamos en un túnel y aquí, ya hay velas encendidas. No sé a dónde me dirijo pero yo los sigo.
Doblamos a la izquierda y logro ver que Alberto está abriendo una puerta de madera. Entonces entramos.
Todo aquí está muy oscuro y me cuesta acostumbrarme.
Al lugar donde entramos, es un salón. Aquí hay unos tragaluces en el techo que hacen que se traspase la luz del sol. Entonces hay un poco más de visibilidad. Pero no me doy cuenta que este salón está lleno de personas hasta que empiezan a aplaudir.
Cuando terminan de aplaudir, me alzan todos y pasan decenas de manos debajo de mi cuerpo. ¿Qué está pasando?
Al terminar ese pequeño espectáculo, me bajan y todos guardan silencio para que Alberto diga:
-Bienvenida a la Hermandad, ¡tenemos un miembro más!
Todos empiezan a aplaudir de nuevo.
ESTÁS LEYENDO
La Hermandad (1)
ActionEn un México distópico después de la Tercera Guerra Mundial, queda completamente destruido y con fallas en su política que hacen destruir lo establecido: Las divisiones políticas entre provincias, la ideología y creencias aparte de la forma de gober...