Capítulo primero - Mors principium est

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El silencio le abrigaba en su tranquilo andar, solitario y melancólico, como si fuese la última alma sobre la tierra. La noche ahondaba la calma, haciéndola mas profunda que el negro abismo sobre su cabeza, mientras sus tenues pasos se desvanecían en la oscuridad. La ciudad dormida escuchaba atenta como su sereno caminar, resonante, se perdía en ecos de irrevocable ansiedad. Se movía a conciencia, precavido, atento. Sus ojos brillaban entre oscuras hebras de fino carbón, recorriendo el lúgubre escenario urbano en el que se encontraba. No estaba perdido, buscaba algo.

Las calles de la gris avenida estaban desiertas, como olvidadas hace mucho, perdidas, recordando incontables eras de melancolía, pero aun allí. Inamovibles. Una suerte de reliquia ancestral, condenada a la existencia después del todo. Él lo comprendía, lo sentía.

Fingió un suspiro y levantó la vista. Se preguntó si ése también sería su destino. Permanecer, incluso después de que todo desaparezca. Bajó la mirada como apartando el pensamiento y siguió andando notoriamente desanimado, entendía que ese destino ya había llegado, hacía mucho tiempo.

Su sosegado andar se mantuvo constante hasta que sintió la dolorosa punzada en el vientre. No vaciló, y al sentir como su ansiedad se acrecentaba apresuró el paso. Su estomago le producía una sensación de vacío inenarrable que parecía consumirle por dentro. Hambre. Y no cualquier hambre, sino El hambre.

Sus ojos brillaron como fiera al voltear repentinamente en la oscuridad. Había oído un sollozo en la distancia. Cambió de rumbo mientras sus pasos, ahora silenciados por un sigilo sobrenatural, avanzaban diestros. Su mirada emitía un resplandor feroz, depredador. Era un cazador, y su presa estaba cerca.

El ansia se incrementaba exponencialmente se acercaba al origen del sonoro lamento. Entró al inmundo callejón, después de recorrer tres calles arropado en sombras, para vislumbrar a la prostituta detrás de un contenedor de basura. Lloraba entrecortadamente, victima de los golpes de su despreciable proxeneta. El se acercó, silente, y ella no pareció notarlo. Cuando sus miradas se cruzaron, estando a solo unos centímetros de distancia, de los labios de él solo brotó una palabra; firme y decidida: "silencio". Y el silenció fue. La muchacha estaba asustada, pero sus labios no emitieron sonido alguno. Sus ojos se apagaron lentamente, como los de una muñeca, vislumbrando por última vez el infinito manto estrellado, entre espasmos de agónico placer. Él se volvió a erguir sereno, su vientre ya no implicaba una molestia. Miró lo que quedaba de la muchacha, y balbuceó. Si algo salió de su boca no se oyó. El ruido de motores ahogó por completo la aberrante escena para perderse entre las enmarañadas calles del profundo urbano. Arrojó el cuerpo a una alcantarilla, que pudo abrir sin mucho esfuerzo y se retiró, caminando lentamente como había llegado. Y el silencio volvió a reinar.

• • •

El bar no estaba lejos. Era una calle oscura y el establecimiento resaltaba únicamente por la lóbrega luz que resplandecía en sus ventanas. En el interior, varias mesas ocupadas por borrachos bebiendo, gente apostando y riñendo, todo entreverado en una sarta de insultos, canciones, risas y alguna que otra amenaza.

Él ingresó al lugar con paso decidido. Su rostro reflejó desagrado, pero se adentró de todas formas. El barra lo miraba suspicaz, mientras un grupo a un lado lo observaba desafiante. Sin más tomó asiento unas sillas a la izquierda. El barra le ofreció una bebida que él rechazo con un gesto poco interesado. Habrá pasado quince minutos cuando el grupo de la derecha se acerco rodeándolo. Las preguntas de tinte ofensivo buscaban alterar al visitante, pero este no parecía inmutarse. Pronto las querellas comenzaron a tornarse en acoso y luego en amenazas. Buscaban problemas, pero él no tenia tiempo para trifulcas, esperaba a alguien.

Entonces uno de los agitadores le tomó del hombro pero retiró su mano casi inmediatamente, gritando de dolor, pues le ardía, como si hubiera tomado brasas al rojo vivo. Pero estaba intacta. Los otros dos reaccionaron al instante; uno extrajo un cuchillo mediano de la bota mientras el tercero empuñaba una pistola contra la nuca del impasible visitante.

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⏰ Última actualización: Nov 27, 2015 ⏰

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