¿CREES QUE ME IMPORTA TU FÍSICO?

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Alba se levantó corriendo y nerviosa de la mesa en cuanto escuchó sonar el teléfono de casa, sabía que era Iván, siempre lo era a esa hora. Siempre llamaba a la hora de comer para decidir juntos lo que iban a hacer a lo largo de la tarde. Alba e Iván mantenían una amistad extraña, de esas de las que se enquistan como amistad, pero sin embargo van adquiriendo hábitos de matrimonio de viejos, esas en las que te sientes tan cómodo en compañía de la otra persona que es imposible pensar que sois otra cosa que amigos, porque no debe haber un estado mejor que ese. Pues eso eran, dos buenos amigos. Ya se conocían de vista pero hace un par de meses descubrieron que estudiaban en la misma facultad, desde entonces por las mañanas coinciden en algunas clases, y por las tardes siempre quedan para ir a la biblioteca, estudiar, dejarse apuntes, hacer trabajos... pero claro, también tomar café cuando las neuronas no pueden más, pasear en los descansos para desentumecer los músculos...

Alba e Iván no pertenecían al mismo grupo de amigos, curiosamente se veían más entre semana que los sábados y los domingos, de hecho los fines de semanas no se veían, eran los días en que descansaban de ellos mismos y aprovechaban para pasar tiempo con sus respectivos amigos... aquellos a los que a penas veían los días de clase me refiero, porque ellos entre sí hemos quedado que también eran eso... sólo amigos.

- ¡Hola!... ¿qué tal el examen?.... ¿verdad que sí?, es increible que volviese a preguntar eso, ¿viste la cara de Andrés? ¡jajajaja!... sí yo tampoco, y hace un día muy bueno, ¿qué te parece si compramos los apuntes del tema 7, que creo que ya están en la copisteria de la facul y nos bajamos a la playa a echarles un vistazo de forma relajada?... ¡jajajaja! pues aquí te espero... ¡hasta ahora anda!.

Y colgó Alba con una sonrisa en la boca que era una suerte que nadie más hubiese podido ver porque era verdaderamente reveladora, porque seamos francos, la situación no era normal, y ya llevaban así un tiempo... ¿a partir de cuándo deberían plantearse los dos que están construyendo algo más que una amistad?¿Cuánto tiempo más iba a poder ocultar Alba lo que en realidad estaba sintiendo por Iván? ¿y él? quizás no mucho.

Ya habían recogido los apuntes nuevos y estaban bajando por las escaleras de acceso a la playa. Era de los primeros días del año en los que se podía decir oficialmente que hacía día de playa, aunque tanto Alba como Iván llevaban ropa de calle normal, sólo iban a tomar el sol, era mayo. Una de las cosas que hacía peculiar la relación de Alba e Iván era que el contacto físico siempre fluía con normalidad, siempre andaban con las bromas de manos y los juegos. Existen parejas primerizas que se sientan juntas en el banco de un parque y se puede cortar la tensión con un cuchillo cada vez que la mano de uno de los dos roza sin querer la piel de la otra persona. Alba e Iván eran todo lo contrario, y en una de estas comenzó el primer juego de manos con arena de la temporada, y ese ficticio forcejeo acabó con Iván tumbado sobre Alba, con su boca a un palmo de la de ella. Ambos se miraron primero, a continuación miraron los labios que tenían enfrente, como queriendo controlar las distancias o lo que inevitablemente parecía que iba a ocurrir... pero Iván se apartó rápidamente, se sacudió la arena, se sentó cruzando las piernas garraspeando, y cogió los folios grapados que acababan de adquirir como si realmente no fuesen más que la excusa que siempre fueron... se hizo un silencio que duró lo que duraría un reloj de arena gigante en drenar tanta arena como les rodeaba. Tras dos eternidades de silencio comprimidas en medio minuto, Iván giró la cabeza para tener contacto visual del rostro de Alba, y pudo apreciar como una lágrima parecía querer caer del denso y gelatinoso brillo de sus ojos, apunto de  estallar. No hacía falta hablar, ambos sabían lo que acababa de pasar, así que Iván se vio en la necesidad de preguntarle a Alba:

-¿Crees que me importa tu físico?

En ese momento terminaron de rebosar los ojos de Alba, se levantó sin decir ni una palabra y se fue. Iván salió corriendo detrás, le agarró del brazo y le dijo con sentimiento de culpabilidad.

-Te he hecho una pregunta, al menos contéstamela, por favor.

-No tengo nada que contestar Iván. Sólo tú sabes si realmente me estás rechazando por mi físico o no, sin embargo si me estás preguntando si yo creo que me estás rechazando por mi físico, es porque no te interesa saber la verdad, pues es algo que sólo tú sabes, sino que te interesa saber lo que estás aparentando de cara al exterior. Si te preocupa más saber si das la impresión de que me estás rechazando por mi físico, que si realmente me estás rechazando por mi fisico, estás reconociendo de alguna forma que lo que haces, y la impresión que quieres dar de lo que haces, son 2 cosas diferentes. Por tanto, o me estás rechazando por mi físico pero te gustaría aparentar que no, o no me estás rechazando por mi físico, pero te gustaría aparentar que sí. La segunda opción no tiene ninguna lógica, por tanto no tengo nada más que hablar contigo, ni tengo porque contestarte a una pregunta que se responde por sí sola. Adios Ivan.

El lenguaje es un medio de comunicación, por tanto si se usa bien, se habla sobre él, a través de él, pero si se usa mal, acaba siendo el lenguaje que utilizamos el que termina hablando de nosotros, dando más información de la que nos gustaría estar dando. Y con esta torpeza apareció la pregunta maldita que dice más de las intenciones de cubrir la realidad sobre la decisión de Iván, que del significado en sí mismas de las inocentes palabras por separado. Pero Alba se convirtió en la primera persona que no sufrió ni un gramo más de lo necesario, que abandonó a tiempo ganando la batalla a la  tentación de agarrarse a un clavo ardiendo, sin perder su dignidad ni su tiempo, y entendiendo a la perfección la declaración de intenciones que hay detrás de la pregunta maldita:

¿Crees que me importa tu físico?

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