Cap 2: Preguntas

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El hombre llamado Rick salió de la celda y cerró la cortina y las rejas, dejándome encerrada aquí. Miré de reojo el plato de comida pero no me atreví a probar ni un poco, al frente de la litera en la que me encontraba había un pequeño espejo, me levanté y me acerqué a éste. Tenía el ojo morado, el labio partido, y varios morados en toda la cara, al igual que mis brazos. Miré mis muñecas y estaban vendadas. ¿Porqué me ayudaron?

Han pasado unas cuantas horas y no se han acercado a mí o me han preguntado algo, tampoco he tocado la comida y permanecí en mi cama. No sé como sean estas personas pero si intentan algo estúpido conmigo, lo lamentarán. Se oyó la reja abrirse y rápidamente me senté en la cama, era el mismo hombre de la otra vez.

- ¿Tienes un grupo? -preguntó.

- No -respondí fría. Él miró el suelo por unos segundos y después regresó a verme.

- Como sé que no eres una amenaza -dijo con un tono desafiante.

- ¿Qué quieres saber? ¿He matado gente? Sí ¿Porqué? No tenía otra opción ¿Tenía un grupo? Sí, uno de cinco personas los cuales sólo sobrevivió una ¿Porqué? Nos atacaron. ¿He matado a alguien inocente? No ¿Soy una amenaza? No sé, dímelo tú -dije molesta.

Él me miró con desconfianza al igual que yo a él, miró el suelo dudoso y regresó su vista hacia mí.

- Si intentas algo estúpido, yo mismo te mataré con mis propias manos -dijo amenazante. Abrió las rejas y las dejó abiertas, me miró por última vez y se fue pero sin cerrar éstas.

Lo primero que hice fue acercarme a las rejas y echar un vistazo a mi alrededor. Había un largo corredor, y otras cuantas celdas. En una de las esquinas estaba el hombre de la ballesta del día anterior, y parecía que afilada su cuchillo. Cuando me vio dejó de hacer lo que estaba haciendo y su vista se quedó clavada en mí.

- Hola -mencionó alguien, miré a mi derecha y un hombre mas o menos calvo se acercaba a mi con una sonrisa de oreja a oreja, y me di cuenta que no tenía mano y la reemplazaba por un cuchillo.

Ignoré lo que dijo y miré a cualquier otra cosa.

- No me ignores, que gracias a mi hermanito todavía sigues con vida -dijo, miré de reojo al hombre de la ballesta y él seguía haciendo su trabajo.

- No pedí que me ayudara -dije en susurro un poco fastidiada.

- Nena, sí que pareces una niña que necesita un adulto que la cuide -dijo. No llevo ni cinco minutos fuera de ésa celda y ya todo comienza a salir mal.

- Eso es lo que tu dices. No sabes quién soy -respondí molesta.

- Claro que sí, te llamas Christina y si no me equivoco mataron a tu hermana -dijo, cuando me recordó sentí como una punzada en la alguna parte de mí.

Hermana, me recordó la forma en que le dispararon, cuando yo corrí a ella y no sabía que hacer para salvarla, no pude hacer nada y ella también lo sabía, los muertos vinieron hacía ella y se la comenzaban a comer, sus gritos pasaban en mi cabeza y salí de allí echo un mar de lágrimas. Eso, para mí, significa hermana.

- Me imagino que debe ser doloroso -dijo, no dije nada ya que mi estado de ánimo estaba por el suelo.

- Lárgate -dijo el hombre de la ballesta mientras se acercaba a nosotros, se paró en frente de mí, como protección.

- Ay hermanito, tú si que no tienes solución-. Dijo el hombre haciendo como una mueca.

- No importa lo que digas. Cállate y sal de aquí -dijo el hombre de la ballesta. Pero ¿Qué está haciendo? El otro hombre sólo lo miró y después regresó a verme.

- Nos vemos luego, preciosa -dijo mientras salía de aquí. El hombre de la ballesta se dio vuelta y me miró directamente a los ojos.

No entiendo, ¿porqué me salvó ése día? ¿Porqué simplemente no podía dejarme ahí tirada? ¿Porqué me defendió de ése hombre cuando topamos el tema de mi hermana? Él desvió su mirada y luego salió por el mismo lugar que salió el otro hombre.
No sabía si quedarme aquí parada o acercarme a él, porque hay algo que me obliga a querer acercarme a él pero de lo que he notado es que es muy cerrado y frío.

Decidí quitarme ése hombre de la cabeza y salí por dónde él salió, llegué a una especie de comedor en el que habían unas cuantas personas. Todos me miraron y sobretodo una mujer de cabello corto gris, que no me quitaba la vista de encima. Por donde yo entré, vino una chica rubia que traía a un bebé en brazos, me impresioné al verla ¿como pueden tener hijos en un apocalipsis?

El mismo hombre que me había llevado la comida, que se hace llamar Rick, entró al comedor y me hizo un movimiento con la mano para que lo siguiera. Él salió del comedor y yo fui detrás de él. Obviamente era un prisión pero estaba dividida en bloques, en la puerta de salida decía Bloque C, así que me imaginaba que debe haber muchos más bloques. Salimos del Bloque C y pudimos llegar afuera, donde habían unas cuantas rejas que protegían a un enorme espacio verde. Habían otras personas que caminaban por ahí, incluso algunos niños y mujeres. Rick se quedó parado en seco y miró el suelo pensativo.

- Si crees que todavía soy una amenaza, haz lo que tengas que hacer pero puedo servirte de ayuda -dije desafiante. Él se dio vuelta y me miró dudoso.

- Obviamente no te quiero matar ni tampoco te puedo dejar libre. No sé como eres, pero mi grupo son buenas personas que nos ayudamos entre sí, cada uno tiene un trabajo aquí, tú no eres la única, varios de ese pueblo se unieron mujeres, niños... pero tú, tú eres muy diferente, si algo malo llega a ocurrir o algo intentas hacer tenemos armas y muchas personas capacitadas para pelear, lo que te hace una persona débil -dijo.

- Yo no tengo malas intenciones, lo único que quiero es matar al Gobernador -dije.

- Si sé quién es él pero no sé si eres como la mano derecha de él.

- ¿Alguna vez has ido allá? -pregunté, el asintió- ¿Me has visto entre todas las personas que están ahí? -pregunté.

- No, difícil encontrarte entre tantas-respondió frío.

- Por eso, estuve encerrada en una habitación oscura, sin ventanas, ni comida ni agua -dije y me di cuenta que mis manos estaban temblando, cerré mis manos hechos puños para disimular- amarrada las muñecas y piernas por dos semanas mientras que cada día recibía un golpe en la cara -dije mientras recordaba esos oscuros días-. Sus hombres atacaron a mi grupo, dispararon a mi hermana y me secuestraron. . . por eso quiero matarlo -terminé mientras sentía que la furia me recorría todo el cuerpo. El hombre no me quitó la vista de encima.

- ¿Cuántos. . . ?-preguntó pero lo interrumpí.

- ¿Cuántos muertos he matado? Los suficientes para mantenerme viva ¿Cuántas personas he matado? Dos ¿Porqué? Uno intentó matarme, y el otro traicionó a mi grupo. . . no me quedaba otra opción ¿Otra pregunta? -pregunté.

- Has respondido a mis preguntas pero ha algo más.

- ¿A qué?

- A que me has dicho cómo eres.

Mi hombre de la ballesta (Daryl Dixon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora