Caminar por las calles de Seúl por la noche no era muy entretenido. Ver como la gente camina de un lado a otro sin prestar atención a nadie. Unos tienen más prisa que otros pero después de todo tienen algún lugar al que llegar. A diferencia de mí, que camino sin rumbo, siendo ignorado por todo transeúnte y sin poder hacer nada para evitarlo.
Mis hombros chocan con los de un señor mayor y me giro rápidamente a disculparme pero eso no importa, el señor sigue caminando como si solo lo hubiera rozado el viento. A decir verdad, todavía no me he quitado esa costumbre de disculparme con alguien cuando me choco, aunque no me sientan, aunque ya esté muerto y nadie me note. Mi cuerpo atraviesa todo lo que toca por lo que aunque me quede en mitad de la calle sin moverme, las personas seguirán atravesándome para llegar a sus respectivos destinos.
Vivir de esta manera es desesperante pero, en el momento que me arrepentí de mi decisión ya era demasiado tarde.
Me siento en un banco y le doy pataditas a las piedras cercanas, con los años he aprendido a manipular pequeños objetos. La vida de un espíritu es bastante aburrida.
Cuando estaba vivo pensaba que después de morir no había nada más, que no existían los fantasmas o cualquier cosa relacionada. Me imaginaba el vació, una extensión de oscuridad en la que te fundías con el infinito pero, después de dos años vagando, me preguntó porque he quedado aquí atrapado. No estoy vivo pero sigo entre ellos.
Casi siempre escucho a demás espíritus hablar sobre como de maravilloso es el cielo y de cuanto les gustaría estar allá. ¿Por qué yo no avancé? ¿Fue por no creer?
Muchos dicen que cuando te quedas atrapado en este mundo significa que todavía tienes algo que resolver pero, solo soy un chico de veintitrés años que ni siquiera experimento su primer beso. ¿Cómo voy a saber que me queda por resolver si me quedaron un montón de cosas por vivir?
De vez en cuando me resigno a quedar vagando por ahí pero luego veo a las almas que avanzan. Veo sus caras de felicidad y yo también quisiera poder experimentar ese sentimiento. Me siento realmente celoso
–¿Puedo sentarme?
No me tomo la molestia en levantar a cabeza y mirar quién está hablando. Debe ser Chanyeol, mi pesado único amigo, el cual fue el que me guio mi primer año de muerto. El que me calmó cuando solo gritaba histérico que no podía haber muerto, el que me enseño a sobrellevar los días siendo invisible para todos.
–¿Estas sordo? –vuelve a decir con un ligero tono molesto y me da un pequeño empujón en el hombro.
–¿Necesitas permiso para sentarte? –le pregunto molesto, ¿acaso no ve que no estoy de humor para hablar?
Levanto la cabeza dispuesto a soltarle un sermón de porque ha de dejar espacio a las personas, cuando me doy cuenta de que Chanyeol no es el que me ha hablado.
Un chico castaño me mira intentando pedir una explicación de mi mal comportamiento pero a mí no importa nada eso. ¡Me está mirando! ¡A mí! Eso es lo importante. Sin embargo lo más sorprendente es que me ha tocado... A un fantasma.
–¿Quién eres? –pregunto levantándome y acercándome hasta que mi cara está casi pegada a la suya.
–Eres muy raro –habla el chico separándose un poco, me habla a mí–. Mejor me siento en otra parte.
–¡Espera! –grito intentando detenerlo, no me atrevo a agarrarlo por si mi mano lo traspasa. Se gira interrogante– ¿Sabes que soy?
–Una persona –dice con un tono que da a entender que me está tomando por un loco total.