No podía olvidar el romance de aquellos muchachos, un romance tan potente que ni la mayor fuerza de este mundo podía separarlos. No podía olvidar a esa linda chica de ojos color miel y su largo cabello rojizo, sus pecas que rodeaban sus mejillas y su pestañeo que volvía loco a cualquier muchacho, y a su novio, no podía negarlo, seré hombre pero podía dejar loco a cualquier chica. Eran mis mejores amigos y podía contar en ellos por cualquier cosa, podíamos pasar tardes enteras platicando y no aburrirnos, platicar sobre como la política cada vez era más corrupta y era más delictiva y como la educación era una verdadera miseria.
Gracias a ellos creí en la verdadera amistad...