Por siempre.

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Las cuatro y cuarto de la tarde. Aquella tarde hacía calor. El sol penetrante de verano me quemaba la piel bronceada. Una silueta alta y negra apareció de entre los arbustos.Alberto. Tenía los grandes ojos grises caidos, la mirada triste y fría que tanto me gustaba y me hacía amarlo aún más. Sus viejos tejanos negros estaban raidos, en las zapatillas solo se distinguía un logotipo de una marca que totalmente desconocía. No podía dejar de mirarlo. Su indeferencia me hacia enloquecer, aunque fuera muy doloroso, lo amaba.

-¿Que haces aquí?- Me atreví a preguntar.

-Esperarte.-Contestó él con voz firme.

-¿Esperarme?- ¿A caso él lo sabía?.No, no podía ser, no se lo conté a nadie precisamente por eso.

-Se que no te gustan las despedidas, Ofire.

-No tendrías que haber venido, ¿por que lo has hecho?-empecé a notar como el sudor me bajaba por la frente. El calor de Agosto era agotador, y hacía que te sintieras pesado y que te costara caminar.

-Te hacharé de menos. Lo sabes, y más si te vas f lejos.- él se acercó a mi, se acercó tanto que pensé que escucharía los latidos de mi corazón. -¿Enserio?- murmuré temblando

- Si- se inclinó hacia mi, el corazón se me iba a salir del pecho, se acercó más, y justo cuando pensé que me iba a explotar el corazón, él junto sus labios con los míos.

Eran suaves, dulces, y me hacían sentir como si flotara. Para cuando volví a abrir los ojos, él ya se había ido. Me sentí tan vacía de repente.

Pensé que no tenía motivo para estarlo, ya que porfín había conseguido algo con él.

El pelo largo me tapaba los ojos. Me miré al espejo. En realidad no era tan fea, pelo oscuro largo y rizado, ojos grandes y azules, tan azules que parecían de cristal. La gente me solía decir que mi mirada era como si te atravesasen con un cuchillo largo y fino, muy fino. Salí del baño, con un nudo en el estómago. Tomé aire y bajé al garaje. Soraya ya estaba esperándome en el porch negro que le regalaron por su 18 cumpleños. No me había parado a pensar en que ella ya tenía más de 24 años. El tiempo había pasado muy deprisa. Abrí la puerta del asiento del copiloto y me senté con brusquedad. Cerré la puerta provocando un ruido sordo.

-¿Preparada pequeña?- Preguntó Soraya con tono vacilón.

-Si, o al menos eso creo- me temblaban los labios.

Al salir a la calle, el cielo estaba despejado y la brisa veraniega refrescaba cada rincón que encontraba. Soraya encendió la radio y subió el volumen. En la radio sonaba una vieja versión de umbrella de Elvis Presley.

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⏰ Última actualización: Jul 01, 2013 ⏰

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