Capítulo 2: Explicaciones

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Mientras intentaba librarse de la voz de Osmar en su cabeza, volvió a dormirse en el sofá con el sonido de la televisión de fondo. No tardó mucho en despertar nuevamente.

Se levantó del sofá y se quedó de pie mirando a su alrededor, como examinando cada rincón de la estancia. Se aventuró al pasillo y subió las escaleras con precaución. Al final de éstas, se detuvo nuevamente a echar una ojeada. Finalmente, se decidió por abrir la primera puerta, detrás de la cual había una enorme cama y una decoración demasiado sutil y madura para tratarse del dormitorio de una adolescente. Pasó de largo y probó con la siguiente puerta. En efecto, había conseguido dar con su habitación.

Se introdujo deprisa y cerró la puerta con delicadeza, intentando hacer el menor ruido posible. Allí, intentó examinar cada parte, cada elemento. Se acercó al escritorio y se sentó. Allí, cogió una libreta y un lápiz, y escribió la siguiente dirección: Lorena Padilla, calle Flores de Lémur, número veintisiete.

Pasó la página, y se apresuró a escribir:

Querida Lorena.

Ya sé que ni tan siquiera han pasado 24 horas desde que nos conocimos, pero no he podido aguantar más a escribirte. Espero que no creas que hago esto con todas las chicas. De hecho, vi algo en ti, no sé qué podría ser, pero supe que debía hacer de nosotros algo especial, algo que nadie hace. ¿Sabes? Las tecnologías son demasiado ambiguas para mí. Creo que he heredado el romanticismo de mi padre. Me gustan los detalles. El hecho de conocerte mediante cartas, en lugar de a través de mensajes de teléfono, ¿no crees?

Nuestro primer encuentro fue maravilloso. Me pareciste una joven única, además de hermosa, aunque supongo que eso es algo que te dirán a menudo. No sé cuándo podremos volver a vernos, pero espero que me des una oportunidad y me contestes a esta carta. ¿Recuerdas que te di mi dirección? Escríbeme ahí, no lo olvides.

Permíteme conocerte mejor.

Osmar.

Arrancó la hoja y la dobló. Pensó que en su cuarto debía haber sobres y sellos guardados, de cuando Gabi le escribía a Osmar. Buscó en los cajones del escritorio y allí los encontró. Metió la hoja en un sobre, le escribió la dirección de la misteriosa Lorena y le colocó el sello.

Se quedó allí sentada unos minutos, reflexionando y respirando profundo. Aún no comprendía qué podía haber ido mal para que esta vez fuera diferente.

Inclinó la cabeza hacia abajo y se miró el cuerpo. Llevaba un pijama asquerosamente infantil y femenino, todo rosa y morado con un osito bordado en la camiseta y una especie de orejas en relieve. Se dirigió al armario y observó la ropa, arrastrando desinteresadamente las perchas.

—¿Cómo conseguía enfadar a sus padres por la vestimenta? —se preguntó en voz alta. Todas las prendas eran demasiado largas y anchas.

Cogió unos vaqueros que parecían cómodos y un jersey con una especie de estampado étnico. Ahora le tocaba buscar unas zapatillas o algo con que calzarse. Bajo la cama encontró varios pares de botas y zapatillas. Se puso las primeras zapatillas que alcanzó.

Ahora tocaba la parte difícil: salir de casa, buscar un buzón para echar la carta y volver sin tan si quiera saber si habrá alguien en casa cuando vuelva para abrirle la puerta.

Un sigiloso cierre de puerta y cinco calles recorridas después, consiguió visualizar un buzón de correos al final de una avenida concurrida de la pequeña ciudad. Sintió alivio de no tener que andar más para seguir buscando. Tenía que volver a casa cuanto antes, si es que recordaba cuál era exactamente, y acostumbrarse a sus nuevas circunstancias.

Permíteme vivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora