PRÓLOGO.

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Érase una vez, un majestuoso y mágico reino encantado... Bueno, he de admitir que de majestuoso y mágico no tenía absolutamente nada. Y, siendo honesta, de reino tampoco, y... ¿Encantado? Mucho menos..., es que... No creo que Caracas cuente como reino. Pero...

Érase una vez una bella y encantadora princesa... Está bien pues, en realidad princesa tampoco había. En Venezuela no hay nada de eso; apenas y notamos la figura de un... presidente, como la mayoría de los estados actuales, aunque su situación no es precisamente como debería ser...

Pero bueno, el rollo político no es precisamente lo mío, y ya basta que sea terriblemente inevitable mencionar dichas situaciones en un país como este.

Volvamos al tema de la princesa.

Cierto, no hubo princesa. Y, para ser del todo franca, no sé si esta chica se considere precisamente hermosa. No obstante, es así como yo quería ser vista, tratada, vestida, criada, elogiada,... Y no me lo reprochen, yo también tengo derecho a endulzar mi historia con una versión color rosa chicle, fundida en caramelo y cubierta con chispas de chocolate; si Disney puede, entonces yo también quiero intentarlo para ver cómo me resulta. Cada quien debería tener el derecho de crear su propia historia y plasmar su realidad soñada.

Muchas personas, guiadas por diversos motivos, suelen publicar escritos referentes a diversos aspectos de su vida: sus metas, sus logros, los secretos de su éxito económico y pare de contar. Yo, por mi parte, no soy como esa gente, afortunada de tener una vida de la cual estar orgullosos. Mi historia, a pesar de ser una parte invariable de mí, no es del todo real, pues relataré, más bien, la historia de una vida que nunca tuve, pero que me mantuvo con la fuerza para seguir luchando hasta cierto punto, al que yo llamo despertar.

Por si hasta este punto mi amigo lector está algo distraído y aún no lo ha notado, tenía por costumbre encerrarme en un mundo irreal – como mi propio reino encantado – para huir de la peor bruja que ningún cuento de hadas actual se ha tomado la delicadeza de afrontar cara a cara, con realismo: la muerte.

Soy Lauren. Tenía 16 años. Padecí de cáncer.




Mi realidad de fantasía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora