Hierro, Rosas y Besos

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*Narra Samuel*

Las personas que frecuentaban Hierro & Rosas eran... amables.

Hasta ahora, dos hombres diferentes y una mujer se habían detenido junto a la mesa, charlando despreocupadamente y coqueteando abiertamente. Si a Samuel le gustaran las chicas, seguramente se hubiera ido con la belleza rubia que había estado mirando a Alex, y los dos hombres que se habian acercado apenas despertaron interés alguno dentro de el, lo cual era extraño, porque eran bien parecidos y encantadores. Uno de ellos le puso demasiada atención, pero él se sentía aburrido al respecto.

Suspirando, terminó su bebida mientras que Alex practicaba su coqueteo en un tipo de pelo negro llamado Carlos. El repiqueteo embriagador de la música saliendo por los altavoces hacían difícil oír lo que se decían el uno al otro, pero las probabilidades de que Samuel llamara a un taxi está noche eran altas.

Se suponía que iría a casa, se comería ese pastel que lo tentaba desde el refrigerador e investigaría sobre los juegos nuevos que subiría al canal.

También necesitaba planear el próximo episodio de Planeta Vegetta. Ah, y necesitaba prepararse para mudarse a su nuevo apartamento, el que compartiría con otro Youtuber que su partner le consiguió después de hablar sobre mudarse a Los Ángeles por un tiempo.

Espera...

Era un viernes por la noche, el estaba en un club, y un hombre guapo le dirigía una mirada de Quiero-llevarte-a-casa-y-te-quiero-listo-en-menos-de-cinco-minutos y el pensaba en un pastel, en Planeta Vegetta y en mudarse.

Sip, definitivamente se estaba convirtiendo en un viejo aburrido, casi podía ver las canas brotar entre sus cabellos, también los vio cayéndose, todo esto solo a los veintitantos años.

Qué bien.

Un escalofrió le recorrió el cuerpo y se levanto de su asiento.

-Me voy a la barra -anunció, pensando que al menos podía emborracharse y no preocuparse en cómo la noche terminaría-. ¿Alguien quiere una copa?

Samuel esperó por una respuesta, pero al cabo de unos segundos, puso los ojos en blanco y se levantó. Se deslizó alrededor de la mesa y se dirigió hacia la barra. Apretándose al costado de una mujer con el pelo corto, negro puntiagudo, se apoyó contra la barra.

Sorprendentemente, el camarero pareció surgir de la nada.

- ¿Qué te sirvo, dulzura? - ¿Dulzura? ¿Cómo... un dulce?

-Solo Coca-Cola.

-Enseguida.

Samuel sonrió agradecido mientras miraba hacia la barra. Varias personas estaban en parejas, algunos estaban solos o charlando con los que se encontraban en el bar. Vio un chico con cabellos y ojos oscuros rasgados y pensó que lo había visto antes.

El vaso alto fue colocado frente a él y saco su billetera, buscando algo de dinero.

-Lo tengo cubierto -dijo una voz profunda y suave. Una mano aterrizó en el bar a su lado-. Ponlo en mi cuenta.

El camarero se volvió para ayudar a otra persona antes de que Samuel cortésmente pudiera negarse. Aceptar bebidas de extraños no le iba. Ser coqueto era una historia diferente.

Volteó a medias, su mirada recorrió esos largos dedos, hacia donde la manga de un suéter oscuro estaba enrollada hasta el codo. El material se aferraba al delgado pero duro brazo, que conectaba con pequeños hombros que le parecían vagamente familiares. El tipo era alto. Probablemente era de su altura, por lo que solo al voltear, sus ojos quedaron trabados y sintió un pequeño mareo.

Para Siempre - Fanfic WigettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora