Me encuentro en su habitación, oliendo su aroma, sintiendo su respiración tranquila y como sus brazos me abrazan tan suavemente que quedo rendido y me duermo. Son las 5 am, él sigue dormido. Me despierto bruscamente luego de soñar que lo pierdo. Otra vez no. Lo miro dormir y observo su pelo enrulado algo largo, sus ojos cerrados, su pecho desnudo que sube y baja. Aprecio su boca semi-abierta y quiero besarlo una eternidad. No puedo. ¿Sabrá cuanto lo amo? ¿Sabrá que soy capaz de perdonarle hasta él mas ínfimo problema? ¿Sabrá que me duele saber que cada vez lo estoy perdiendo? ¿Sabrá que mi amor por él nunca se va a terminar?. Se despierta y lentamente abre sus ojos. Con voz ronca me pregunta que hora es, le respondo 6:30 am. Me mira y vuelve a cerrar sus ojos. Esta vez desenlaza sus brazos de mi cuerpo dejándome en la intemperie. Se da vuelta. No siento mas su calor, ni su respiración, ni sus cálidos abrazos. Me doy cuenta que todo mi amor por él es en vano. Me doy cuenta que todo lo nuestro murió. Me doy cuenta que no me ama ni una milésima parte de lo que yo a él. Me doy cuenta que es hora de irme para no volver. Ya es tarde. Me marcho y no se da cuenta. Me encuentro caminando. Mis lágrimas son él reflejo de que todo acabó y no volveremos. Somos dos hojas que caímos de un árbol en otoño. Nuestra privemara termino hace rato. Odio la soledad. Hoy ella se apodera de mi cuerpo ocupando cada lugar que él solía hacerlo. Lo extraño. Lo necesito. Él a mi no.