Capítulo 36.

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Ha llegado el día, hoy Johanna se muda a Nueva York junto con su madre. Y estamos solo ella y yo, listos para partir.

La despedida fue tan emotiva, lo único que faltó fue que ella y yo habláramos y dejáramos ir nuestro pasado, pues antes de que pudiéramos hacerlo, llegó la lluvia y apagó nuestra fogata, después de eso todos fuimos a dormir.

Johanna y yo subimos a mi auto, y comienzo a manejar, observo como ella mira por la ventana todo lo que está dejando, y me pongo en su lugar, yo también estaría triste. Tomo su mano y la beso, ella voltea y se recuesta sobre mi hombro. Yo volteo a verla por un instante, y todo por lo que hemos pasado viene a mi mente como una película en blanco y negro.

Me concentro en el camino, pues aún hay mucho que recorrer, y esta vez no hay quien me suplante en el volante, soy solo yo, no quiero que ella maneje, quiero que descanse y disfrute el viaje.

Después de muchos kilómetros, estamos en Nueva York, una vez más. Pero solo los dos, y yo no lo estaré por mucho tiempo, pues hoy mismo tengo que regresar a Cleveland. Mañana inician los primeros exámenes del semestre, y no puedo perdérmelos.

Esta vez la ciudad se siente y se ve diferente, hay algo raro aquí. No siento la misma energía que antes, quizá eso se deba a que la primera vez vine con todos mis amigos, y todo era nuevo para mí. Pero aunque esté aquí con Johanna, todo parece tan pequeño, tal vez porque mi miente sabe a lo que venimos, y no es tan increíble como parece.

Llegamos a un departamento en el centro de Manhattan, donde su madre ya se encontraba esperándonos junto con el camión de mudanza. Johanna no ha dicho una sola palabra desde que pasamos por el icónico puente, entiendo que esté asustada y sienta que no pertenece aquí. No me imagino lo difícil que debe ser iniciar de cero en una ciudad completamente diferente.

Bajamos del auto, y yo estiro las piernas, los brazos y giro mi cabeza de lado a lado para acomodar todo mi cuerpo, estar manejando por tanto tiempo me volverá loco, y más si tengo que volver a hacerlo en un par de horas. Necesitaré muchas bebidas energizantes y tal vez un café del tamaño de mi cabeza.

Tomo la mano de Johanna, y entramos a su departamento, que es muy bello, acogedor. Muy estilo Nueva York, me emociona lo que Johanna pueda vivir en este lugar a partir de ahora, pero parece que solo yo soy el que se siente así. Ella continua sin hablar, y todo le es indiferente.

–¿Estás bien? –pregunto.

–No lo sé –responde–. ¿Qué se supone que debo sentir? ¿Qué se supone que pasará ahora?

–Estás en una de las ciudades más increíbles del mundo, puedes hacer lo que sea.

–No me siento bien.

–¿Sabes que? Nos debes una cita, y cuando digo nos, me refiero a Nueva York y a mí.

Ella ríe.

–¿Y qué quieres hacer? No tienes mucho tiempo, debes regresar a casa.

–Quiero que vayas a tu nueva habitación, busques un lindo vestido, y te lo pongas. Te esperaré aquí.

–Eres increíble –dice ella–. ¿En qué momento te convertiste en este Ian?

Me rio.

–Tienes cinco minutos.

Johanna se va a cambiar, mientras yo observo su nuevo hogar a detalle. En ese momento llega su madre.

–Agradezco todo lo que has hecho, Ian –dice ella.

–No hay nada que agradecer.

–Sabes, desde que ella está contigo, he notado que mejora, es mejor cada día, y ha dejado de deprimirse. Pues antes se la pasaba llorando todos los días, se encerraba en su habitación y no comía. Todo esto desde que murió su padre. Siempre quise que ella asistiera a terapia, pero nunca me hacía caso, hasta que llegaste tú y todo cambió, ella te ama y es la mejor versión de si misma. A ti te ha hecho caso, la llevaste a terapia, y quiero que continúe ahí. En verdad quiero que mi niña mejore, pero quiero que lo haga por si misma, por eso acepté el empleo y la mudanza, porque quiero que ella aprenda a hacer las cosas por sí misma, y no porque alguien se lo pida. Una vez más agradezco lo que has hecho por ella, Ian. Eres un chico increíble.

Infinito por PrivilegioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora