El rubio se acomodó mejor sobre las sábanas rojas. Ya era tradición de ellos subir a la terraza cuando el frío bajaba, llevar un par de mantas y apuntar a las estrellas.
Dos años. Dos largos años de relación y todo se seguía sintiendo tan perfecto.
A veces Luke se preguntaba si jugar a la ouija hace unos años había liberado a algo así como un imitador de anticristo y ahora lo perseguía dándole cosas buenas como un novio inigualable y buenas notas.
Pero todo quedaba como una pregunta sin responder. Todavía no cerraba el signo de interrogación.
¿Será real...
Ahí estaba. Flotando. Perdido. Justo como Luke antes de encontrar a Michael.
—Gracias por hacerme galletas, Mikey. —Comentó el rubio alzando la cabeza del pecho de su novio. Michael encogió la nariz y negó con la cabeza.
Le gustaban los cumplidos pero no le gustaba sonrojarse. Luke ya se había acostumbrado a su piel pálida y sus mejillas ardientes. Le parecía fascinante.
—Mis galletas son un asco. —Exclamó el teñido. La cabeza de Luke, que estaba nuevamente reposando en el pecho de Michael, subió con su voz.
—¡Tus galletas son buenísimas! —Reprochó Luke con una galleta en forma de muñeco de nieve perfectamente horneada en la mano.
—¡Calla! —Se quejó Michael cubriendo la boca de Luke (con un poco de boronas) con su pequeña mano.
—Mikey, ¡tú nunca puedes hacer nada mal! —Confesó Luke, siendo completamente honesto.
—Basta, me haces sentir invencible. —Michael, más sonrojado que nunca, se levantó para sentarse en las sábanas. Luke, sin otra opción, también lo hizo.
Observó a Michael brillando. Era como si siempre cargara una pequeña aurora boreal alrededor de su rostro. Y como si su sonrisa fuese una pequeña lámpara de esas que conectas directamente a la pared cuando tienes miedo de la oscuridad.
—Amor, así le llaman.
Se besaron como si llevaran toda una vida de practica. Sabían exactamente qué hacer. Exactamente cuánto tardar. Y qué tan lento disfrutaban los besos.
—No soy invencible, Luke. —Dijo Michael con una sonrisa cuando se separaron. Luke sonreía más amplio. Le encantaba ver a Michael feliz, más si era con él.
—Pero sí te amo. —Era verdad. Luke lo amaba, no como un loco. Sino a su forma, con fascinación y esas ganas de vivir por siempre en sus brazos.
Siguieron recostados por otro rato. Sólo comían galletas y se tomaban de la mano.
Embonaban como dos engranes hechos exclusivamente para moverse juntos.
Michael suspiró emocionado cuando una estrella fugaz se presentó en el cielo. Era brillante y concedía deseos eso era todo lo que podían decir de ella.
—¿Sabes por qué caen las estrellas? —Preguntó Luke después de que ambos pidieron su deseo con los ojos cerrados.
Sí, eran bastante cercanos como para saber todos sus secretos. Pero si había algo que no sabían y nunca lo harían, sería lo que piden a las estrellas fugaces.
Nunca hay que romper la tradición. Y es que Luke cada vez pedía lo mismo: siempre ver a Michael sonreír. Hasta ahora se había cumplido.
—No lo sé. —Michael se encogió de hombros. —Tal vez buscan algo. Tal vez bajan a cumplir deseos. Caen para que los deseos no lo hagan. —Michael dudó, eran solo suposiciones. —No lo sé, Luke, ¿por qué caen las estrellas?
—No tengo idea. —Confesó con una sonrisa. —Pero sí sé yo sigo cayendo por ti.
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sick of you ~ muke
Fanfiction-Me gustan las personas que están fascinadas por las estrellas. -Me gustan las personas que están fascinadas por mí.