Samuel estaba sentado frente a él, en pleno bosque. Después de haberlo encontrado en una dulcería, en el metro y en una fiesta. Estaban en un lugar tan apacible que sólo podían exhalar calma.
Samuel, imitando su posición, se sentó con las manos entrelazadas sobre la mesa. Lo miró expectante.
-¿Es tuyo? –dijo por fin mientras señalaba con su mano derecha el recipiente metálico que estaba frente a ellos.
-No, estaba aquí cuando llegué...
-Bueno –Samuel lo tomó con ambas manos y lo colocó sobre su cabeza-. Es para que los extraterrestres no lean mis pensamientos.
-Tú no eres de este planeta –comentó Guillermo mientras soltaba una carcajada.
-Acertaste, soy un extraterrestre que viene a secuestrarte... -bromeó.
-No te creo hasta que conozca tu nave... ¿Es plateada? ¿Es metálica? ¿Tiene luces de colores?
-No, es de madera y de color blanco... Te la enseño si quieres –propuso mientras se levantaba de la mesa, quitándose el recipiente de la cabeza y caminaba en dirección a la cerca, sin dejar de mirar a Guillermo– Vamos, sé que te causa curiosidad...
-Sólo porque soy un agente de la CIA... -arguyó éste a la vez que se ponía en pie y seguía a Samuel, quien ya estaba del otro lado.
Caminó junto a él y reía. Le parecía muy curiosa la situación en la que se encontraba. Samuel también reía. Seguro estaba pensando igual que Guillermo. Sentía el pasto rozar con sus piernas. Podía ver las huertas secas y maltratadas. Pasaron al lado del tractor y Guillermo vio la cubeta de agua en el piso. Una vez frente a la casa se detuvo antes de pasar al pórtico, mientras Samuel continuó sin notarlo. Sólo cuando este abrió la puerta se percató de que él se había quedado unos pasos atrás.
-Vamos, no soy un secuestrador de niños.
-Yo no soy niño... -continuó caminando.
-Por eso... -dejó que Guillermo entrara primero.
El interior de la casa le pareció sublime. Una mesita, con la parte superior de vidrio, estaba de centro entre unos sofás cubiertos con una manta que tenía varios trozos de género unidos a la perfección. Debajo de ella había revistas y diarios viejos, sobre ésta, se encontraba tan sólo un pequeño macetero con un cactus. No había televisor, pero sí una radio muy antigua sobre un mueble también de antaño. La luz se colaba por las rendijas de unas cortinas de bambú entreabiertas que colgaban sobre las ventanas de un costado. La cocina era pequeña y sobre el refrigerador había un microondas, que al parecer, era el único aparato moderno en el primer piso.
-Qué acogedora... -comentó Guillermo para seguir observando los detalles del interior.
-No me gustan los grandes lujos.
-Me gusta... -agregó mientras veía algunos cuadros colgados en las paredes- ¿Son tus padres? –dijo señalando una foto donde salían dos personas apoyadas sobre un vehículo antiguo. La mujer sostenía a un bebé de unos dos años en sus brazos.
-Sí... -contestó a la vez que caminaba hasta la cocina- Tengo jugo de naranja, ¿quieres?
-Claro, me encanta el jugo de naranja.
-Siéntate en el sofá, si gustas...
-No, prefiero el pórtico –sin esperar respuesta se dio la media vuelta y salió por la puerta.
Se sentó en la pequeña banquita que estaba afuera y observó. Esta vez, la vista era diferente. Podía ver la huerta seca pero de fondo, los grandes árboles del bosque embellecían aún más el campo. Todo estaba tan silencioso que podía escuchar el silbido del viento y los cantos de pajarillos en el bosque.
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De Azúcar Y Nieve (wigetta)
FanfictionGuillermo, un chico que oculta una etapa oscura de su vida, se ha acostumbrado a vivir consigo mismo y las pocas personas que lo rodean. Sujeto a la rutina y a su cuaderno que lo ha acompañado desde siempre, intenta sobrevivir cada día de su vida. F...