Atormentada por el tan esperado ruido del despertador, son las seis de la mañana, hora de levantarse; más bien, hora de mentalizarse. Agotada, qué ironía, no es solo por el mundo de verdades y falsedades que nos rodea, sino por la inmensa cantidad de deberes que nos mandan día a día. Tampoco se puede decir que todo es maldad y crueldad, hay que pensar un poco en positivo, tenemos a gente que nos quiere ¿no? aunque ese término es difícil de comprender. Uno no sabe cuándo un te quiero es sincero o cuando es simplemente una abreviación de "te quiero ver sufrir". Llegan las ocho, lo que significa que es hora de irse a ese lugar al que todos y cada uno de los adolescentes tememos, el instituto; un lugar donde vivimos angustiados por lo que pensarán los demás, donde nos engañamos a nosotros mismos fingiendo ser quienes no somos o tan solo "adornando verdades" para encajar un poco mejor; ¿quién no ha temido alguna vez esa época?
Para el coche, llegamos, ¿qué es mejor hoy; sonreír ocultando el dolor o dejar que los demás vean el daño que permito que me hagan? Eso es, el daño que permito que me hagan, ¿cómo puede ser eso? ¿Cómo puede ser que permitamos a alguien hacernos sufrir o pensar que no valemos lo suficiente? "No puedes elegir si van a hacerte daño en este mundo, pero sí eliges quién te lo hace". Si paramos a pensar en la frase anterior, se podría decir que solo deberíamos dejar que nos "haga daño" o, mejor dicho, que nos influyan pensamientos de la gente que nos importa; pero, si es así, ¿por qué aunque no nos importe quien nos destruya nos importa lo que nos hace o dice? Desgraciadamente aún no he encontrado la respuesta a esa pregunta.
Pasan las horas y ya, aturdida por el cansancio, comienzo a pensar sobre lo que sea que se me pase por la cabeza; esta vez, sobre leer la mente. Sí, a lo mejor es un poco raro y a mí no me gustaría que me leyesen la mente ni mucho menos pero sí me gustaría saber qué opina la gente, no solo sobre mí, sino sobre ellos mismos, poder pensar que todos, a pesar de todas las diferencias que tenemos, somos de alguna forma iguales.
Se acabó el día, son las dos de la mañana, acabando de terminar las tareas mandadas, hora de descansar de un día en el que no sabes qué es mejor: reír o llorar. ¿Que por qué? pues es muy fácil, me hace gracia ver cómo se puede confiar después de sufrir, me hace gracia darme cuenta de injusticias o, más bien, mentiras. A todos nos ha pasado alguna vez que nos damos la vuelta y vemos a un grupo de niñas que se hacen llamar amigas clavando puñaladas en tu espalda y me avergüenzo de mí misma al pensar que en algún momento he podido causar ese dolor. Lo peor es que ese sufrimiento es lo que causan que lágrimas, lágrimas inmerecidas, caigan.
Y ahora...me vuelvo a preguntar ¿qué va a ser mejor en el día nuevo que nos depara; sonreír ocultando el dolor, o dejar que el resto vea mi dolor? Pienso, "sonreír es gratis" pero... ¿realmente debería serlo? Una sonrisa, un simple movimiento, que oculta un mundo y a la vez rebela tanto.
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La Corona Invisible
Teen FictionUna princesa incomprendida en un mundo de incomprendidos. Sí, princesa, ¿sería posible pensarlo? ¿pensar que no hace falta llevar corona para serlo? Sí es posible, pero muy complicado. Es complicado andar por el camino cuando hay tantas piedras, cua...