Capítulo 10: Fosforescente

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Todos ya se habían ido. Les había dicho a las chicas que no me esperasen porque tenía asuntillos que hacer...

Al salir por la puerta de la clase, sé que me estaría esperando el chico, ya que era hora de marcharse a casa.

Me detengo. Dudo si realmente valdría la pena quedarme a hablar con aquel chico. Por su sospechosa forma de actuar, lo mejor que podría hacer, sería evitarlo. Evitarlo aun siendo imposible. Evitarlo... Pero esta vez, no. Quería saber que sabe él de mí.

Doy un rápido vistazo al pasillo desde la puerta de la clase, puesto que, realmente, no tenía mucha prisa. Por unos momentos no sabía quién de todas las personas que iban y venían podría ser él... pero un chico, de espaldas, parado, me llamó la atención. Sé que era él, pero me acababa de fijar que... era rubio... ¿cómo no pude fijarme en eso? No me había fijado para nada. Es más, dedico unos instantes para hacerle un repaso, cosa que anteriormente no hice, pero debería haber hecho.

Aunque estaba de espadas, lo que veía, era suficiente para hacerle una descripción, y basarme en ella para futuras necesidades.

Pelo rubio, con reflejos y despeinado. Sudadera negra, con bordes rojos en las mangas. Pantalones oscuros y sueltos que hacen dobleces sobre sus deportivas, también negras. La mochila, la tenía en la mano, era como naranja fosforescente con bordes negros... ¿Por qué es fosforita? Le gusta llamar la atención demasiado, o eso me parece a mí.

Me doy cuenta de que cada vez hay más gente que vaga por los pasillos, hasta tal punto, que me obstaculizan la observación que estaba llevando a cabo. Cuando al fin pude ver algo... ha desaparecido.

Voy corriendo por las escaleras para seguirlo, pero era como si se hubiese esfumado, como si se lo hubiese llevado el viento... Miro hacia abajo en la barandilla mientras intento no pararme mientras observo. Ahí estaba él, más bien, ahí estaba su mochila.

Al bajar el último escalón, baja el ritmo. Se ve que, finalmente, se había colgado su mochila a la espalda mientras bajaba las escaleras. Mete las manos en los bolsillos de su pantalón con tranquilidad mientras atraviesa la puerta para salir por la verja de la entrada, donde habíamos quedado.

Sigo intentando seguirle el ritmo, pero no puedo. Estoy cansada. Seguramente por Educación Física...

¿Qué Educación Física? Si te la has pasado sentada en los banquillos toda la hora, ¿cómo vas a estar cansada?

También es verdad... Es que es imposible ocultarlo; soy muy negada a la hora de hacer deporte, y aún así, mi complexión física no se ve alterada por ello. Me podría sentir orgullosa, que además con lo que como... Aunque igualmente me intento esforzar para llegar al aprobado, y aún más, para sacar algo más de nota y que no dañe mis demás buenas calificaciones... pero...

...¿Dónde está el punto fosforescente?

Giro la cabeza a ambos lados. No había nadie, todos se habían ido ya. Lo único que se movía al fondo del pasillo, no era más que la señora de la limpieza fregando los pasillos, y yo, estaba justo en el último escalón, y todavía tenía que ir con el chico... a saber cuánto llevaría ya esperando.

Al atravesar la puerta, estaban los conserjes, con cara impasible, aguardando con paciencia a que me decidiese de una vez ya irme para cerrar la verja.

-Cierra la verja al salir.

-Vale, adiós.

Me despedí de ellos con un leve gesto. Aceleré un poco, ya que no hay duda de que eso es lo que quieren que haga, porque ellos, también tienen que comer.

Finalmente atravieso la verja con sensación como de triunfo, que poco dura. Cierro la puerta con suavidad hasta que suena un chirrido que hace que me sobresalte un poco, pero recobro la compostura de inmediato al ver a mi compañero apoyado en la pared con los brazos cruzados y los ojos cerrados. Al escuchar el chirrido, esboza una leve sonrisita.

-Ya era hora, ¿no?

No respondo, aunque al parecer, él no esperaba respuesta.

-... ¿O te ibas a quedar a comer ahí? Dudo que, lo que tengan ahí, te guste.

-¿A sí? Pues tengo hambre, y como siga teniendo hambre, me iré. Yo solo aviso.

-Pues habrá que solucionar eso. Dicen que hay un buen restaurante por aquí cerca...

-¿Me vas a invitar?- Intento mantener un tono de voz algo más arrogante, dentro de lo que cabe. No puedo ocultar que me había sorprendido aquella respuesta a mi arrogancia de antes.

-Si te puedes aguantar ese hambre tan atroz que tienes, no, pero mientras preguntas lo obvio, ya podríamos estar sentados y esperando la comida.

Dicho esto, me dio la espalda y comenzó a andar. Estaba claro que le tenía que seguir, así que poco tarde en colocarme a su lado. Él estaba siendo muy majo en respuesta a como le estoy tratando yo. A lo mejor, debería de ser menos arisca, o por lo menos intentarlo.


Between Life and DeathDonde viven las historias. Descúbrelo ahora