XVII - El Monstruo De Papá

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Mi sombra se asomaba por entre la pequeña abertura de la puerta, podía ver al otro lado del marco. Mi papá estaba sentado en su escritorio con un montón de papeles por revisar, desde pequeña me han dicho que no lo moleste cuando esté trabajando , pero nunca hago caso. La única luz encendida era la de la pequeña lámpara que mantenía en una pequeña mesa al lado de la ventana, esta era suficiente para poder ver lo que estaba firmando, aun que no se tomara mucho tiempo pensando que autorizaba. Di tres pequeños y suaves golpes en la puerta, haciendo que esta se moviera un poco. Su cara se levantó y fijó su mirada en mi sobre las gafas que tenía puestas. No sonrió pero sabía que estaba feliz de verme, hizo un gesto con su cabeza indicándome que entrara así que lo hice. Me senté en la silla que estaba frente a su escritorio y dejé que mis pies colgaran de esta.

- ¿Qué haces? - le pregunté con una voz cantarina.

- Trabajo, tengo que tener estos contratos firmados para mañana, son muy importantes para la empresa. - me respondió en lo que volvía sus ojos al papel.

Saqué un pedazo de cartulina doblado de mi bolsillo y lo puse sobre su escritorio. Había gastado dos horas en el colegio decorándolo con marcadores, colores, escarcha y stickers la tarjeta que ahora reposaba sobre la madera del escritorio, esperando ser vista por los ojos que se escondían tras un par gafas. Esta llevaba escondida en mi cuarto poco mas de una semana esperando al día de su entrega. Una mirada se asomó de reojo sobre el marco y rápidamente se posó en la nueva manualidad que desviaba su atención de lo que era realmente importante.

-¿Qué es esto? - preguntó papá en lo que dejaba el archivo en su mano sobre el escritorio y acercaba esta a la cartulina.

-Es una tarjeta. Feliz día del padre. - respondí con poco entusiasmo y un poco de timidez.

- No recordaba que hoy fuera el día del padre, supongo que nadie me había felicitado - dijo con desagrado en su voz. Mamá estaba en el funeral de un pariente lejano y solo llevó a Catalina ya que aún es muy pequeña. - Gracias princesa.

Me levantó con sus dos grandes manos, me dio un beso en la cabeza y me sentó en su regazo, dejándome ver en lo que trabajaba. Empecé a leer lo que decía el primer documento, más no entendí mucho a pesar de que ya llevaba varias semanas aprendiendo a leer en el colegio. Pero por favor no le dispare a la profesora, ella está haciendo todo lo posible para que esta pequeña cabeza entienda cada letra y vocal. La tinta del esfero que sostenía papá termino de cubrir una linda línea al final de uno de los papeles, puso estos sobre una pila y me miró.

-¿Como te fue esta semana? - a pesar del tono tierno en que me hablaba, me rehusé a responder, crucé mis brazos e hice mala cara. No había una verdadera razón por la cual hiciera esto, implemente no quería hablar. Me bajó de sus piernas y me puso de vuelta en el piso - Me voy a ir a comer un helado- dijo en lo que quitaba su chaqueta del perchero.

- ¿Quieres que te cuente como me fue esta semana papi? - dije en un tono dulce.

- Si claro princesa, me puedes contar en lo que vamos a comer un helado - respondió con una sonrisa triste. - Pero te tienes que poner tu abrigo.

- No me quiero poner mi abrigo, va a cubrir mi vestido ¿No te parece bonito mi vestido?.

- Si princesa, pero te va a dar frío y te puedes resfriar.

- No quiero ponerme mi abrigo.

- Muy bien - dijo sin resistirse a mi convincente tono.

Salimos de la casa, nos montamos en el carro y manejamos hasta el centro comercial, ahí hay una heladería que nos gusta mucho. Apenas nos montamos en el elevador una fría brisa me golpea haciendo que tirite por el frío. Automáticamente pongo mis dos manos a mis costados para mantener mi temperatura corporal.

- Papi tengo frío - digo con un tono suave. El pone sus manos sobre mis fríos brazos descubiertos por el vestido y los frota contra mi piel para que se calienten un poco.

Subimos al tercer piso antes de ir a la heladería y entramos a una tienda de ropa. Él toma un abrigo azul oscuro grueso de mi talla y lo lleva a la caja registradora, entrega su tarjeta de crédito y me lo da para que me lo ponga. Salimos de la tienda, yo con mi bonito abrigo nuevo y caminamos nuevamente hacia el ascensor para subir a la heladería. Cuando llegamos a esta nos paramos frente a la heladera y vemos los helados, a pesar de ser una heladería importante siempre elegimos sabores tradicionales. El pidió uno de chocolate y yo uno de chicle.

-Pero princesa - me dice con un tono calmado- A ti no te gusta el helado de chicle, te gusta el chicle y el color que tiene el helado.

-Quiero un helado de chicle- digo poniéndome a la defensiva. Es verdad que tiene un lindo color pero también me gusta su sabor.

-Bueno.

Pagó y salimos de ahí, dispuestos a caminar hasta las pequeñas mesas en la terraza para así comernos nuestro helado. Cuando ya estábamos sentados en las bancas, junto al abismo de cuatro pisos que tenia el balcón lamí mi helado, y no me gustó el sabor. Era muy dulce, y el sabor a jarabe para la tos cosquilleaba la parte de atrás de mi garganta. Le di un par de lamidas más pero el sabor seguía siendo desagradable, así que le jalé la manga del abrigo a mi papá.

-Papi, no me gustó mi helado - dije mirando a la masa fría y azul sobre el cono que sostenía en mi mano.

- Te dije que no pidieras de ese sabor- me sermoneó.

No me gustaba mi helado, a pesar de su bonito color y de que me gustara el chicle; no me gustaba el helado con sabor a chicle. Y una pequeña lágrima se deslizó por mi mejilla rápidamente hasta caer en mi vestido, esta fue seguida por otra. Y antes de que lo supiera, estaba llorando, por que el sabor de mi helado era feo.

- No llores princesa - dijo mi papá en un tono nervioso - Vamos a comprar otro que si te guste.

Cogió el helado y lo botó en el basurero más cercano. Luego me tomó de la mano y fuimos caminando de vuelta a la heladería, donde aún estaba la señora que nos había atendido antes. Esta se impresionó al vernos. Esta vez pedí uno chocolate, igual que el de mi papá, a los dos nos gustaba mucho este helado. Volvimos a la terraza, donde acabamos de comer, luego bajamos en el ascensor y fuimos al carro. Manejamos de vuelta a casa, donde el volvió a trabajar y yo volví a jugar con mis juguetes.

Amo mucho a mi papá. Nunca me dice que no cuando quiero algo, siempre me da bonitos juguetes y vestidos, siempre me perdona, me deja comer muchos dulces, hace que las empleadas limpien por mi y me pone más atención que a Catalina. Mi mamá dice que me está malcriando, pero no lo creo. Soy una buena hija, soy una buena hermana y soy una niña buena. Soy una princesa.

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora