Capítulo I

20 1 1
                                    

Querido Mateo:
Siete de la mañana. Me levanto como cualquier otro día, con mi rutina diaria, tomo una ducha, desayuno, y me preparo para comenzar mi día. Todo como cualquier miércoles por la mañana, o lunes por la tarde. Con una sola excepción: tu no estás. Lo cual, cambia toda mi rutina. Hoy, no desayune el típico desayuno que me preparabas todas las mañanas, ni me puse el collar que me regalaste en nuestro tercer aniversario de novios, ni tenía esa sonrisa y ojos llenos de alegría que tenían una razón de ser, tu.
Amanecí con los ojos hinchados, sin mover un solo músculo de mi boca, desayune un café, descafeinado con mucha azúcar, como te gusta a ti, y me puse ropa como si fuera domingo, un domingo contigo. Me senté en una orilla de la cama, a recordar nuestro primer día juntos, el día en el que te conocí; por si ya se te olvido, o se te empieza a olvidar, te la voy a contar: era un 4 de Julio, hace casi 3 años, yo estaba en esa cafetería, nuestra favorita, tomando un té de hierbas verdes, cosa inusual, ya que no acostumbro a tomar té, ahora entiendo porque tomé té en vez de café, era un día inusual, como todos los que pasamos desde el. Te sentaste en la mesa de la esquina, con una mujer, unos veinte años mayor que tu, lloraba, llorabas. Y eso fue lo que me llamó la atención, aquellos ojos verdes, que a pesar de la tristeza que proyectaban, seguían brillando, aquel brillo que me dejo boquiabierta, para siempre. Después de media hora la mujer, que ahora se que fue tu madre, aunque no la llamaras así, cruzo la puerta de madera apolillada de la cafetería, y se fue para siempre como lo hiciste tú. Llorabas en aquella mesa, con la vista puesta a tu café, y fue en ese momento, cuando hicimos contacto visual, sentí como si todas las células y partículas de mi cuerpo se juntaran en mi corazón, sin motivo alguno. Te acercaste después de unos minutos preguntando:
— ¿Me podrías decir la hora, por favor? —Con tu voz ronca y masculina, y después de una corta charla acerca de porque no nos habíamos visto jamás, si coincidimos todas las noches y mañanas, en la antigua cafetería, me pediste que te acompañara a dar un paseo. Y ahí fue donde comenzó, nuestra pequeña gran historia de amor.
Mi día ha cambiado por completo, aunque apenas sean las siete, en unos días te escribiré otra carta, que tampoco enviare por el momento, para que sepas, o no sepas, que puedo vivir sin ti, o que no puedo.
Espero que estés bien. Y que empieces a encontrar felicidad en tu vida. Esa que tal vez, yo no pude darte.

Tuya, Julia.

Querido Mateo:
Pasaron ya siete días desde que no estas a mi lado, que no amaneces ni te duermes junto a mi. Son exactamente las ocho de la noche, y el recuerdo de nuestra segunda "cita" no deja de dar vueltas en mi cabeza, sigues siendo mi otra mitad, porque digo, no se deja de querer a una persona en tan pocos días, cuándo decidiste amarla para siempre. En fin, estoy viendo nuestras fotos tomadas en la cabina de fotos en aquella feria ese día, recuerdo tu entusiasmo y tu cara iluminada de felicidad, recuerdo cada momento y cada sonrisa, especialmente cuando te quedaste mirando fijamente mis labios, y me besaste por primera vez, nuestro primer beso, bajó aquella rueda de la fortuna brillante, fue un beso corto, que parecieron horas, pero los mejores segundos de mi vida, fue como si todo a nuestro alrededor desapareciera y todo se hubiera quedado sin sonido, son esos labios esos labios esos que te extrañan. Y te extrañaran, los que besaste aquella noche.
Estoy a unos minutos de comenzar a prepararme para mi cena anual con mis padres, que como sabrás es muy importante, porque asististe el año pasado por primera vez, ya que es un evento especial porqué viven en California, a unos cientos de kilómetros de aquí. Así que me despido, con la mitad de mi cerebro pensando en aquel día, pensando en ti.

Tuya, Julia.

Querido Mateo:
Ocho días sin ti, se que te escribí ayer, pero no pude evitar contarte acerca de la cena. Lo primero que hicieron mis padres fue preguntarme porque no estabas, porque no estabas a mi lado como siamés, ya que eso parecíamos, siempre juntos en todo. Les explique en resumen el "porqué rompimos" evitando que mis lagrimas salieran de mis ojos grises, como los de mi padre, que ahora a pesar de las arrugas que cubren su cara, siguen siendo notables. En fin, como siempre, fuiste parte de mi conversación familiar, tuve un rato agradable, muy agradable de hecho. ¿Sorprendente no? Digo, porqué todos mis mejores momentos los viví contigo. Excepto esté, el primero de miles que viviré sin ti.
Porqué, aunque no se que hacer con estas cartas, ni contigo, no se aún como vivir sin ti. Espero que tu si.

Tuya, Julia.

Querido Mateo:
Quince días, así es, quince, sin ti. Todo comienza a tener más sentido. Todas esas promesas, planes y futuro que teníamos juntos empieza a quedarse a tras, y los nuevos comienzan a venir. Gracias, porque aprendí a no confiar más en las promesas de la gente. ¿Ves? Comienzo a verle sentido, lo positivo.
Hoy pasé por tu casa, una casa habitación pequeña y básica, que no conozco porqué es en la que ahora vives, por primera vez en esos quince días, sé dónde vives porque a Andres, tu mejor amigo, se le salió decírmelo el otro día que me lo encontré en una tienda pequeña comprando un par de cervezas cerca de tu casa, claro que tu buen amigo no estaba en sus cinco sentidos por lo cual no me atreví ni a abrir la boca. Tu bocho arreglado y pintado por ti, estaba estacionado en su lugar, y el otro espacio, se encontraba vacío, hasta que llegue otra mujer que te haga feliz, espero que más feliz que como yo te intente hacer. Asumí que estabas allí, pero todavía mi orgullo y algo de coraje, evito cualquier atrevimiento de pensar si quiera en bajar la velocidad en tu calle. Lo cuál significa que todavía sigues en mi, todavía formas parte de lo que soy. Me queda mucho por vivir y asimilar. También encontré hace unos días los rastros de aquellas rosas rojas que me diste en mi cumpleaños hace unos meses, no se porque las conservé, por mas marchitas que estuvieran, pero ya di un paso más, y ahora están en el basurero, por fin. Todavía me consumo al pensar en ti, eres como mi vicio. Gracias por alejarte, aunque aún no me atrevo a decirte todo lo que pienso acerca de porque me dejaste, y no me atrevo a escribir las razones por las cuales lo hiciste. Ahora lo entiendo.

Tuya, Julia.

Querido Mateo:
Dieciocho días sin ti. Sigo sin descifrar que es lo que más extraño de ti, supongo que casi todo, o todo, porque así nos queríamos, desde nuestros enormes y notables defectos, hasta los más mínimos que solo las personas que nos conocen a fondo conocen, o solo nosotros conocemos. Recuerdo aquel día en la playa, no llevábamos mucho juntos, fue un viaje improvisado. Nos fuimos en la van de tu padre, que por cierto fue la primera vez que lo logre ver en persona después de que me contaste tu historia acerca de que tu padre había dejado a tu madre por engaño, el día que te conocí. Después entendí que por eso hablabas con ella en esa cafetería y que no era un día normal para ninguno de los dos. Todos los días tienen su lado oscuro y su lado claro, unos más oscuros que otros y viceversa.
Como te decía, aquel día en la playa, Mateo, de los mejores de mi vida, desde el momento en el que arrancamos, viendo cada detalle de la carretera y la ciudad que dejábamos atrás, para escaparnos un rato. Llegamos y nos tiramos en la arena, solo a observar las olas entre beso y beso, y pláticas inusuales, de todo menos de nuestra vida en la ciudad. Así pasaron las horas y cada segundo me enamoraba más de ti.
—¿Qué pasará si algún día dejamos de estar juntos? -preguntaste en voz baja, después de un rato.
—No pienses en eso —contesté secamente. —No quiero pensar en la mínima posibilidad de que eso suceda.
—Es la realidad — contestaste algo serio, arruinando nuestro día, aunque claro, son cosas normales, que discuten las parejas normales, pero ¿por qué ese día?.
Me mantuve callada unos momentos. Cuando volviste a decir:
—Nuestro amor es como el mar. — Comenzaste a decir. Uno de tus momentos cursis, lo entiendo, a eso dedicas tu vida. Eres escritor. Uno muy bueno, aunque claro, ya te lo he dicho infinitas veces. —Esta en constante movimiento—continuaste—nunca se detiene, no se separa, es tranquilo, sereno, fiel y ameno. Si se acabara, sería como un tsunami, casi literalmente.
Pensé en esas palabras, que para mi mente distraída le costaron trabajo asimilar. Ahora entiendo lo del tsunami. Lo peor ya paso. Ahora estamos en el paso de volver a poner todo en su lugar.
Gracias por ese día Mateo, gracias por tus metáforas, historias, bromas, besos y caricias de ese día, y de todos los demás.

He pensado en dejarte de escribir, siento que es como masoquismo. Pero no me importa. Vale la pena, me sirve de alguna manera.
Maldito tsunami.

Tuya, Julia.

Mis días sin ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora