P de Principio

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Según el diccionario de la lengua española, la palabra principio era definida como el punto en donde parte, nace o surge una cosa.

Principio era el inicio. El inicio de una vida al nacer, el inicio de una amistad al congeniar con alguien, el inicio de una relación cuando dos personas se quieren de forma diferente a la amistad.

Yo odiaba los principios, eran duros, daban miedo. Eso, claro, no quería decir que yo nunca hubiera iniciado algo, al contrario, pero me aterraban de sobre manera y casi siempre esperaba a que el otro lo hiciera en mi lugar.

Por eso, cuando mi corazón -bueno, no exactamente mi corazón ¿saben? Los sentimientos se encuentran en una zona del cere-vale si, perdón, suelo divagar mucho en mis pensamientos- se decidió a por fin dejar entrar a alguien, cuando mi vientre se decidió a cosquillear y la estúpida sonrisa no salía de mi rostro al verlo; o en palabras más simples y mundanas, me enamoré. Me aterré, total y completamente. Ya de por si, ser amigos me había costado demasiado, ¿intentar algo más? Ni en mis locos sueños.

Pero él, Samuel, mi mejor amigo, mi compañero de aventuras, mi opuesto, no pensó lo mismo. Se lanzó a por todas y dijo lo que yo tanto habría deseado decir.

"¿Y si tenemos una cita?"

Recuerdo lo nervioso que me había puesto. ¿Estaría bien mi vestimenta? ¿Mi cabello estaba bien peinado? ¿Olía bien? ¿La pasaríamos bien o sería lo más incómodo de nuestras cortas vidas?

Samuel no me había dicho a donde íbamos, solo pasó por mi en casa de mis padres. Y dios, chaval que vergüenza, mamá tuvo prohibido el volver a despedirme antes de una cita, ella literalmente le dio miles de reglas y condiciones a Samuel; cosas así como "Nada de llegar después de las 23 hs", " Nada de alcohol, drogas ni sustancias desconocidas", "Trata a mi bebé como un príncipe, pues como lo vea llorando por ti, me olvidaré que eres su mejor amigo".

En fin, una vergüenza con todas sus letras.

Finalmente llegamos a nuestra cita, una pequeña feria a las afueras de la ciudad, pero no tan lejos como para tener un viaje largo e incómodo en completo silencio.

La tarde fue genial, un poco incómoda al comienzo, pero luego solo fuimos nosotros y nos divertimos como cada una de las veces que pasábamos juntos.

Mi toque de queda había llegado, estábamos en la puerta de mi hogar, a las 22:50 hs en punto. Él se veía tan nervioso como yo, a pesar de que parecía intentar ocultarlo.

Hablamos un poco más, hasta que debimos despedirnos. Parecía querer hacer algo, pero finalmente el arrepentimiento brilló en sus ojos. Un leve gesto con su mano en forma de despedida y dio media vuelta rumbo a su automóvil, estacionado frente a mi casa.

Lo miré irse, con un malestar burbujeando en mi pecho. Mi mente gritaba tantas cosas al mismo tiempo que no hacían más que confundirme, pero una frase destacó entre las demás.

«¡Hazlo!»

Mi cuerpo se movió por si mismo, mis pies corrían por voluntad propia, trabándose entre ellos mismos ante el nerviosismo, pero sin hacerme caer.

"¡Samuel!" exclamé desesperado. "¡Samuel espera!"

El dio media vuelta y ambos quedamos cara a cara.

Mi respiración era agitada, no por la pequeña carrera que había hecho del porche de mi hogar hasta la acera, sino por la ansiedad que me invadía ante lo que estaba por hacer.

No esperé ni un segundo, no lo pensé, solo lo hice. Salte sobre él y presioné mis labios contra los suyos. Eran suaves, rellenos y sabían a algodón de azúcar. No moví mis labios, solo fue una leve presión pero solo Dios sabe que tan fuerte palpitó mi corazón sobre mis costillas, tratando de contener la emoción del momento.

Samuel pasó sus antebrazos por mi cadera, presionando me contra su pecho en un cariñoso abrazo y realmente lo agradecía pues no sabía si mis piernas aguantarían el peso de mi cuerpo en estos momentos.

Nos separamos, solo unos milímetros para mirarnos a los ojos. "Y-yo" resoplé sobre sus labios "Me gustas, mucho mucho mucho Samuel" me sentí sonrojar ante mis propias palabras "Y yo, bueno si- si tu quieres- nosotros, es decir, podríamos" balbuceé entrecortada mente, tomé una fuerte bocanada de aire y solté de golpe "¿Quieres ser mi novio?"

Y la gran sonrisa que invadió su rostro a continuación -hermosa, por cierto. Era todo dientes blancos y perfectos- fue literalmente el comienzo de todo.

Y estoy seguro, de que no pudo haber mejor principio para nosotros, que este.

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Maratón 5/7 :)

Dendri XOXO

Ps: Perdón por subirlo tan tarde, pero el drabble que tenía echo para esta letra fue repulsivo para mi mente en el último momento y he escrito este recién, así que literalmente acaba de salir del horno XD

Con las letras del abecedario |Wigetta|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora