Hace días que Lauren, Jesse y yo teníamos planeado salir, ir a ver una película y comer un helado; hoy finalmente lo hicimos, y también nos acompañó Damian. Es muy gracioso.
—Ya vuelvo, voy al baño — les avisé a los chicos levantándome de mi asiento.
—No te pierdas — comentó Jesse sonriendo.
—Tienes razón... — reflexioné por un segundo —.Tal vez deberías acompañarme — le sonreí.
—¿Quieres que vaya y busque una peluca? — preguntó apuntando atrás, exactamente a la tienda que se encarga de vender boberías para niñas tontas que sólo les interesa lucir bonitas para llamar la atención de los demás, en especial del sexo opuesto; en resumen: una tienda superflua, como las miles que hay en cada rincón del planeta.
—No creo que la necesites. Si ya sólo con tu rostro pasarás desapercibido perfectamente, y al ver tu cabello las personas pensarán "Sí. Sin duda una chica independiente, liberal y de pensamiento innovador que no se preocupa por su imagen y lo demuestra con su carencia de maquillaje".
Uní mis manos.
—Amén — añadí.
—Amén — dijeron los demás.
—¿No crees que se te fue de las manos? — rio.
—¿Qué cosa? — pregunté fingiendo inocencia —¿La verdad? — finalicé con una sonrisa sarcástica.
Jesse estalló en carcajadas.
—¿No me vi mal? — pregunté pasándome una mano por mi cabello y mirando mis uñas, como si no me importara en lo absoluto.
—Para nada — me sonrió Damian —Ni aunque quisieras — agregó.
Sonreí incómoda porque noté como toda mi sangre se iba y se quedaba en mis mejillas, para permanecer ahí indefinidamente.
¿Eso fue un cumplido...? ¿El comentario tuvo otro sentido?
Deos..
—Voy al baño — anuncié de nuevo y me marché.
Entré rápidamente a los baños, me miré en el espejo. Yep. Sonrojada.
—Ah — respingué. Me lavé la cara un par de veces esperando que eso ahuyentara el tan notorio color. Pero, diablos, no lo hizo.
Alcé mi rostro para verme de nuevo en el espejo. Un niño se reflejó en éste.
Me giré rápidamente, y ahí estaba: un niño detrás de mí. Por un momento tuve miedo, luego me puse a pensar que había hecho otra estupidez; salí del baño con paso apresurado y me fijé en el dibujito. No, sí son los baños de mujeres.
Entré de nuevo, fue cuando pude reprimir mi risa al ver al niño; al principio pensé que yo había sido la que entró en el baño de hombres, pero como es error de alguien más, ya me puedo reír. Anótenlo, es regla universal.
Me fui de ahí, sonriendo cada vez que recordaba el suceso.
Ya podía ver a los chicos desde donde estaba, y pensé en decirles que ya estaba de vuelta su princesa cuando escuché que me nombraron en su conversación.
—Así que...Elizabeth.— Los dos se veían tensos desde el momento en que Lauren comenzó a hablar. Jesse era el que se veía incómodo.
—Está bien. — Se rindió levantando ambas manos —No pareces ser una chica que en cuanto sepa el chisme correrá a contárselo al primero con que su nariz se tope, así que te responderé. — ¿De qué diablos se supone que hablan? —No sé si yo sea el más adecuado para decírselos, y tal vez Eli se los deba contar, pero tomaré el riesgo si se llega a enterar que les dije. — ¿Qué diablos piensa decirles? ... ¡No me digas que les dirá cuando una vez de tanto reír me oriné en la alberca! —Liz siempre fue molestada...mucho — añadió —; había tardes en las que se perdía y no lograba encontrarla. La hallaba llena de heridas y hematomas. Una vez hasta con huesos rotos. — Las manos le temblaron y tenía el ceño fruncido. Puso una mano sobre la otra apretando —Me dolía tanto ya que ella siempre fue mi mejor amiga y la única a la que no le importó cómo era, ni me molestó por mi apariencia.— agachó la cabeza y las manos le temblaron todavía más incluso cuando se notaba que se esforzaba por detenerlas —Sí. Ella tenía sobrepeso, ¿y qué demonios le debía importar eso a los demás? — Eso es una lágrima. Eso que va bajando de su mejilla es una lágrima.
Quise salir e ir a reconfortar a Jesse. Me partía el alma ver todo esto escondida detrás de las plantas; Lauren lo abrazó y Damian se acercó.
—Y a menudo, no eras capaz de notar cuándo se encontraba mal. Hubo una época en la que al instante notabas que algo no iba bien, su mirada te lo decía. Y además, lloraba mucho; pero poco a poco fue mucho más difícil de descifrar. Comenzó a sonreír más de lo habitual y hacía sonreír a los demás, Liz se mostraba sonriente cuán más rota estaba —
Me puse de espaldas, me dejé caer lentamente y me senté en el suelo sujetando mis piernas.
—¿Ella era valiente, no? — Escuché a Damian conmovido, y lo podía imaginar sonriendo.
No, nunca lo fui.
—Es — corrigió Jesse.
No, no lo soy.
Me sujeté más a mis piernas y enterré mi cabeza. Si dejé de llorar, de lucir deprimida todo el día y de quejarme fue porque me amenazaron. Mi madre un día fue a hablar con las mamás de esos niños, con mi maestra, el director, la subdirectora, incluso fue al departamento de policías; hizo todo lo que estuvo a su alcance para ayudarme, pero no se imaginó que sólo empeoraría. Los chicos me amenazaron con que si mi mamá volvía a hacer algo parecido...no recuerdo sus palabras exactas, ni mucho menos la amenaza, pero recuerdo el sentimiento de temor puro que me calaba hasta el alma.
No era valiente, solamente cobarde.
No soy alguien admirable, solamente desertista.
El cuerpo entero me tiembla y noto cómo mi vista se va nublando por la presencia de las lágrimas en mis feos y agotados ojos, los cuales hace tiempo que ya se han cansado. No puedo llorar en un lugar público. ¡No debo!
Me sequé el rostro con mi antebrazo e intenté normalizar mi respiración lo más rápido que pudiera. Quería regresar rápido con ellos. Me puse de pie.
—¡Ey! — exclamé contenta y comencé a caminar hacia su lugar.
Jesse dio un salto en su lugar al igual que Damian.
—¿Me extrañaron? — pregunté, la voz se me escuchó quebrada. Tosí un poco —Perdón.
—¡Mucho! — dijo Lauren con voz infantil
—Aww — exclamé jalándole los cachetes. —Vayamos por un helado — sugerí. Jesse, Damian y Lauren se pusieron de pie, pasé mis hombros sobre Jesse y Damian y Damian sobre los de su hermana y comenzamos a caminar.
—Liz, ¿estás bien? — me susurró Jesse al oído.
—¿Por qué lo dices?
—Tienes los ojos rojos y lustrosos, el labio te tiembla y los hombros también.
—La verdad es que me he sentido un poco enferma — sonreí débilmente mirando al suelo. —¿Por qué? ¿Te preocupas por mí? — Le sonreí.
—Sí — admitió serio. Okay, esperara que lo negara o se pusiera rojo. ¿Qué rayos hago?
Me sonrojé y comencé a tartamudear.
—¿Entonces estás bien? — insistió.
—Sí. — Al igual que yo.
—¿Me lo prometes? — Me miró a los ojos.
—¡Te lo prometo!— lo miré de igual forma.
Sonrió y entonces ambos miramos al frente procurando no pisar a ningún niño tonto.
—Lo prometo — susurré con los dedos cruzados en mi espalda.
ESTÁS LEYENDO
Mi ángel pelirrojo
RomanceElizabeth ha estado enamorada de Adam desde casi toda su vida, pero por cuestiones personales tuvo que abandonar su ciudad y a Adam, dando por sentado que jamás lo vería de nuevo. Ahora Elizabeth ha vuelto a su ciudad. ¿Se reencontrarán o sólo son...