Cuando Sam dijo que iba a hacerle la vida imposible, Arthur no pensó que fuera tan enserio.
Se levantó aquella mañana con una aliviadora sensación en el pecho. Era viernes y el día anterior en clase Sam y él habían conseguido ponerse medianamente de acuerdo. Así que ya habían terminado el trabajo y no tendría que aguantar una hora más pegado a ese imbécil. Estiró los brazos y le sonrió al techo.
Ya vestido, con el pelo húmedo y la música sonando por los auriculares, Arthur bajó las escaleras y se sentó en la mesa vacía para desayunar. Estaba tan contento de que David y James hubieran decidido merendar esa tarde en su casa que quería adelantar el tiempo. Estar las tardes a solas con Sam Lee era un suplicio. Se bebió la leche con parsimonia, moviendo la pierna al ritmo de la canción. Se imaginó que era él quien cantaba, subido a un escenario, mientras mostraba al mundo que no hacía falta ser un falso para tener fama. Pero justo cuando la canción terminó y otra iba a comenzar, oyó pasos bajando las escaleras. Bufó, subiendo el volumen de la canción hasta que no pudo más. No quería hablar con Sam, ni verlo u oírlo, simplemente quería sentir que este no existía y centrarse en lo mucho que le gustaba esa canción, en lo mucho que desearía poder deslizar sus dedos por el piano con la misma facilidad con la que lo hacía el cantante. Siguió moviendo la pierna, bebió tranquilamente y se levantó en cuanto hubo terminado de desayunar. Pero por mucho que quisiera evitar a Sam Lee, tenían que ir juntos en el coche.
Así que giró la cabeza por primera vez esa mañana y lo vio haciendo golpeando la mesa, moviendo la boca, como si cantara alguna canción. Muy a su pesar, le gustaba lo que el otro componía, su voz y sus bailes; bajó la voz de los auriculares disimuladamente y le dio mucha rabia que el otro tuviera una voz tan bonita. Arthur estaba seguro de que la voz con la que discutía no era la misma con la que cantaba, cosa que lo aliviaba, porque no se imaginaba adorando una canción cantada por una voz horrible. Sonrió para sí mismo por la letra dulce y empalagosa que salía de sus labios; luego frunció el ceño y volvió a subir el volumen. Sí, la música de Sam era buena, no tenía tantos seguidores solo por su falsa faceta, pero no iba a dejar que este lo supiera ni en broma.
Se colgó la mochila del hombro despacio, esperando que el coreano se diera cuenta de que estaba allí y dejara de golpear la mesa para ir a la universidad. Al ver que esto no pasaba, cruzó los brazos sobre el pecho y se aclaró la garganta. Sam Lee lo miró como si se tratara de una mosca. Poniendo sus ojos rasgados en blanco, se levantó. Antes de que pudiera dar un paso hacia la puerta, Sam lo empujó pasando delante de él. Guiñó un ojo y estiró los brazos, deseando ahorcarlo con algo más que una ilusión visual. Repentinamente, Sam dio media vuelta y se echó a reír.
Quería matarlo, tirarlo por un barranco y hacerlo desaparecer para siempre.
-Vamos, Arthy.
O simplemente cortarle la lengua para que no pudiera volver a llamarlo así nunca más.
Se colocó los auriculares que se le habían caído con el empujón y cerró los puños, caminando hasta la puerta. Paso tras paso, sabía que algo estaba mal; no era posible que Sam estuviera esperándolo para irse, tranquilo y en la puerta. Sencillamente no era posible que el otro estuviera siendo mínimamente amable con él. Se preparó para lo peor: tal vez le abriera la mochila cuando pasara delante de él, tal vez había un cubo de pintura sobre el marco de la puerta y le caía sobre la cabeza cuando la cruzara, tal vez le pondría la zancadilla como el niño infantil que seguro que era. Sin embargo no pasó absolutamente nada. Sam había abierto la puerta y lo había dejado pasar como si realmente fuera un buen hermano. Ahí tenía que haber gato encerrado.
-De acuerdo. -dijo, dándose la vuelta cuando la puerta se cerró y se vio limpio, a salvo, sin un rasguño- ¿Qué planeas?
Sam rió, fingiendo que no sabía de lo que hablaba. Porque estaba fingiendo, seguro.
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Hasta que el cuerpo aguante
Genç KurguArthur es un chico normal, con diecinueve años y estudiando en la universidad más barata de Londres, su único sueño es triunfar en la música. Pero su vida cambia cuando su madre se casa con el padre de Sam Lee, un arrogante cantante al que todos cre...