treinta y seis

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Harry se separó de Louis. Al llegar al bosque supo que no había tiempo para nada que no fuera darlo todo en la batalla que se libraba entre polvos de hada y las llamas que emergían de la boca de los dragones. No se despidió de Louis. Su mano se despegó de la suya y cada uno se vio envuelto en lo que allí les esperaba.

Oscuridad.

Ya no estaban en el coche, ya no estaban en la carretera. No habría paz en los bosques hasta que algo maravilloso ocurriera, y Harry y Louis estaban allí para ayudar a que sucediera aunque significara que habrían de sangrar y gritar.

Harry no había querido separarse de Louis, no, él nunca había querido eso, pero tras caminar durante más de veinte minutos y cruzar la línea que separaba los campos de las zonas espesas de los bosques escucharon los golpes, los rugidos, ...cada vez más cerca.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, ya no estaban juntos, y nadie sabía si volverían a estarlo algún día.

Harry no tenía miedo. Tenía esperanza. Probablemente no había nacido un luchador pero por Louis sería lo que fuera necesario. Estaba preparado para lo que fuera porque su amor lo hacía fuerte.

Le tiraron del pelo y le mordisquearon la ropa, y entonces le susurraron al oído. Harry frunció el ceño, porque reconoció la voz que le habló, y pensó que era imposible que esa persona estuviera allí.

Pero una vez más, se encontraba en un bosque donde todo podía suceder. Bertha rió flojito y en cuanto Harry se volteó, su expresión se tornó horrenda. Agarró a Harry por el pelo y lo arrastró contra un árbol, dónde le golpeó la cabeza contra el tronco y Harry cayó al suelo aturdido, mas no lo suficiente como para recrearse en el momento de ponerse en pie y procesar lo ocurrido.

―Tú no eres real. ¡No puedes estar aquí!

Bertha le azotó la mejilla, causándole dos cortes alargados en la piel de los que manaron gotitas de sangre. Esta vez Harry cayó al suelo, el pelo cubriéndole la cara.

―Levántate―susurró una dulce voz.

Al parpadear, Harry entrevió a un hada abriéndose paso entre sus rizos, echándolos a un lado como si fueran cortinas.

―Has de levantarte.

―No puedo luchar contra algo que no es real.

La manita del hada se posó en la mejilla herida de Harry, lo acarició, y al apartarse las heridas ya no estaban allí. Entonces el hada correteó hasta encontrar la mano de Harry. Con esfuerzo, la levantó y se coló entre los dedos, colocándolos a su alrededor de manera que Harry la retenía encerrada.

―Estrújame con fuerza―gritó, pero su voz no fue más que un susurro.

Harry sacudió la cabeza con fuerza.

―¡Hazlo!

El chico se mordió el labio, y en contra de su voluntad estrujó el cuerpo del hada. Ella se escurrió y cayó de culo sobre una hoja desgarrada. Harry sintió algo pesado en la mano, más pesado que la pequeña niña con alas, y encontró una montaña de polvos mágicos entre sus dedos. El hada se colocó frente a sus labios y colocó las manos en las comisuras de su boca.

―Ahora desea. Desea con fuerza. Y sopla. Sopla con la misma fuerza.

Le dejó un tierno besito en los labios y se alejó con las manos enlazadas en la espalda.

Harry se puso en pie. Bertha lo esperaba, su rostro contorsionado, las arrugas visibles en su piel, más amarillenta por instantes. Le mostró los dientes, y se lanzó sobre él. Harry deseó. Harry sopló. Con fuerza, tal y como le había indicado el hada. Bertha se quedó quieta, parpadeó, arrugó la nariz, y desapareció.

Mariposas Perdidas | Louis & HarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora