XLVI. Lo siento.

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- ¡Que no pare la fiesta! – gritó Louis empujándonos a todos hacia la pista de baile.

Tras salir del teatro todos nos fuimos a cenar al mejor restaurante que la universidad se podía permitir con el dinero que habían reservado para esta actividad y habíamos celebrado como nunca esto y ahora nos encontrábamos en un pub donde todos nos miraban alucinados de la gran felicidad que llevábamos todos.

- Enhorabuena – dijo una voz conocida en mi oído con una sonrisa colocando sus manos sobre mi cintura.

Giré sobre mi eje para agradecérselo a Carlo pero el alcohol me había gastado una mala pasada y no era quién creía, sino quién no quería que fuera.

- Gracias, Mauro – sonreí de mala gana apartando sus manos de mí.

- ¿Por qué no puede ser todo como antes? – volvió a cogerme.

- Tú te encargaste de estropearlo todo – intenté separarlo de mí pero esta vez no pude y tuve que agarrarme a su pecho para no caerme al ser empujados por una pareja que bailaba como si prácticamente estuvieran follando.

- Lo siento, Clarissa – besó mi frente y luché por no limpiarme aquella zona con el dorso de la mano.

- No sirve, Mauro.

- Sigo amándote – besó ahora mi mejilla.

- Para – intenté separarlo de mí.

- Dame una segunda oportunidad.

- No quiero, tengo novi – iba a terminar de decir pero sus labios capturaron los míos con fuerza obligándome a dejarme llevar y devolverle el beso como tantas veces hice una vez.

Sus manos danzaban por mi cintura y por la espalda descubierta causando que infinidad de chispas saltaran en aquellos puntos dónde sabía que me encantaba que me tocara cuando éramos novios.

- Estamos hechos el uno para el otro – sonrió a mitad del beso soltando mi lengua de su agarre por unos segundos.

Volvió a capturar mis labios mordiendo el inferior para después depositar uno pequeño y así infinidad de veces hasta que un rostro apareció en mi mente y me golpeó tan fuerte que volví a la realidad en un segundo alejándolo de mí como si ardiera nuestra unión.

- No, Mauro – sentencié y corrí lejos de él hacia el exterior del pub chocándome con más de una persona y siendo golpeada con el frío clima de las cuatro de la mañana cuando conseguí salir.

- Hey, turista – dijo un chico claramente borracho caminando hacia mí – ¿quieres probar a un verdadero romano de aquí?

Me asombré de que pudiera hablar inglés en aquellas condiciones.

- Lo siento, pero no me van los italianos – sonreí falsamente.

Ya había tenido suficiente con Mauro, gracias.

- ¿Estás segura? – volvió a acercarse a mí.

- Me van más los griegos – sonreí y saqué mi móvil decidida a ignorarle si volvía a hablar.

Desde la antigüedad los italianos y los griegos se llevaron bien pero tras la caída del imperio romano algunos de ambos bandos han adquirido un pequeño resentimiento hacia el contrario, sobre todo tras los años 40. Y por suerte este chico era uno de aquellos que estaban resentidos por lo que se fue hacia el interior malhumorado.

Suspiré aliviada cuando desapareció de mi vista y rápidamente busqué los mensajes que me habían estado llegando antes de que me desmayara en el teatro.

The afraid of falling in love ➳ z.m. punk [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora