Capitulo 35

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Narra Luke

Me miré en el espejo, asegurándome de que el pulso no me traicionaba y no cortaba más de lo necesario.

Cada vez que me miraba en el espejo le veia a él. Tenía los mismos ojos que yo. Su pelo era más oscuro que el mio, pero sin embargo yo lo veía igual. Por alguna razón se lo había dejado largo. Prefería no pensar en ello, porque siempre llegaba a la misma conclusión.

Él le había obligado a dejarse, a que no se cuidara ni le importara lo más mínimo su aspecto. Como si eso fuera a hacerle un mejor asesino. Si él estaba podrido por dentro no significaba que mi hermano lo tuviera que estar por fuera.

Yo comenzaba a tenerlo largo, al menos para mi gusto, pero pasaba de ir a alguna peluquería a llamar la atención. Este pueblo tenía pinta de ser el típico donde todos se conocen.

Había tenido la suerte de poder estar en una zona donde a todo el mundo le importaba una mierda quien fueras. Si sabías protegerte, te respetaban. Si no, pues te llevabas alguna que otra paliza.

Por ejemplo, a Kat le iría muy mal si tuviera que pasar por aquí a menudo. Me alegraba de haber estado presente cuando se le cruzaron los cables y decidió venir.

No le había sido del todo sincero, y la idea de haberle mentido me atormentaba. Era demasiado manipulable. Podría hacerle cambiar de opinión en segundos, y eso no me gustaba. Sabía que cualquiera de ellos podría notarlo, y si lo intentaban... bueno, mejor que no lo intentasen.

Todavía sentía lo que ella sentía. No a larga distancia como para saber si rie o si llora a un continente de distancia, pero sí podía leer su corazón cuando estaba a mi lado. Si no me fuera sincera, lo sabría. Si algo le preocupara, lo sabría.

Seguía sintiendome igual que cuando abandoné la casa, solo que con más límites. Bastantes más límites.

Sabía que había alguien fuera del cuarto de baño. Estaba esperando a que saliera, lo sabía. La cuestión era, ¿con qué intención venía?

Ni siquiera sabía quien era, pero no me importaba, por eso no lo intentaba.

Me tomaría el tiempo que fuera necesario, y aun así nunca sería demasiado para él. Iba a esperarme todo lo que hiciera falta.

Si había algo que nos identificaba, era nuestra virtud de la paciencia. Sabíamos que acabaríamos consiguiendo lo que queríamos por mucho tiempo que pasara. Los humanos no vivían eternamente, nosotros sí. O al menos yo lo hacía.

Abrí la puerta, sin sentir mi respiración agitarse ni mi pulso acelerarse.

-- ¿Te lo has pensado ya? -- preguntó, rompiendo la tranquilidad en la que alguien pensaría que esta casa se encuentra si la viera desde fuera.

Nada mucho más lejos de la realidad.

-- Sí. -- respondí.

-- ¿Y bien?

Lo cierto era que lo que quería era tiempo para poder sacarle algo. Parecía que hablar les costase dinero, o en nuestro caso, vida.

-- No lo haré. No hay ningún motivo que me convezca. La balanza está muy desiquilibrada.

Respiró sonoramente, desviando la mirada. -- Lo que te ofrecemos es más que suficiente para alguno de los nuestros que no haya perdido el juicio.

-- Quizás no soy de los vuestros. Quizás, nunca lo he sido.

Volví a sentir su vacía mirada en mí, sin ningún tipo de sentimiento claro reflejando en sus pupilas. -- Eso es algo que nos has hecho preguntarnos a todos.

No confies en los fantasmas || Luke HemmingsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora