La niña era hija de una trapecista y del hombre que dominaba bestias y las hacía saltar a través de un círculo de fuego. Eran felices, o al menos eso creyeron hasta que un día la madre trapecista decidió abandonar el trapecio, así mismo a su familia, con la excusa de que estaba harta de vivir sobre ruedas y quería una vida normal. La madre partió en la mañana, el sol apenas se asomaba cuando ella ya tenía todo listo para irse a buscar su felicidad. La trapecista dejó a una niña de cuatro años que necesitaba a su madre y a un hombre de treintiséis que la amaba como a nadie más había amado, el domador de bestias llevaba amándola desde los diecisiete años y desde que la vio no se había fijado en nadie más. Ambos habían crecido en el circo, pero la diferencia era que el hombre, cuyo nombre era Vladimir, amaba el circo, sin embargo ella, Elena, lo odiaba. Cuando Elena se enamoró de él a los veinte años, decidieron casarse, fue una boda muy peculiar, imagínense, fue en el circo. Ella llegó sobre un caballo blanco y el llegó en otro. La mujer Barbuda fue la dama de honor, los payasos prepararon la comida y el que los casó fue el hermano del dueño del circo que había decidido estar alejado del circo y dedicarse a Dios. Estuvieron más de diez años sin tener hijos, ya que la vida en el circo no se los permitía, hasta que un día a Elena le faltó lo que viene todos los meses y en una de sus paradas en un pueblo a dar un espectáculo, ella fue al doctor y recibió la notícia de que estaba embarazada. Vladimir recibió la notícia con ánimo, pero a Elena le preocupaba el futuro. Los primeros dos años habían sido buenos, su hija había heredado los ojos miel de su madre y el cabello color azabache de su padre. De pronto las risas se habían transformado en peleas, Elena ya no hablaba, sólo gritaba, Vladimir intentaba pasar la mayor parte del tiempo fuera de su carretón de madera, en los únicos momentos que estaba dentro lo que hacía era jugar con la niña y darle de comer. La pobre niña comenzó a pasar más tiempo bajo el cuidado de la mujer Barbuda que de su madre. Elena se iba al trapecio por horas y olvidaba que tenía un marido y una hija así que cuando tuvo la oportunidad de irse no lo pensó dos veces. Lo que Elena quería era una vida normal, y ser feliz. Vladimir se quedó con su hija y el circo. La niña había preguntado por su mamá, Vladimir le había dicho que su madre se había ido a ser feliz. La niña no comprendía, era de esperarse, ella era muy pequeña para entender eso. Entonces, aunque la niña extrañaba a su madre, no se volvió loca por ella, ya que no había pasado mucho tiempo con ella y tenía un cariñoso padre que tenía gatos grandes y le daba todo el amor del mundo.