Dos.

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Beso. Que palabra más bonita. Está tan llena de sentimientos. Y no tiene porque implicar nada. Quizá simplemente se quiere demostrar un aprecio hacia una persona; quizá se haga por obligación; quizá por deseo; también puede ser por traición, y, lo más bonito de todo, por amor.

Pero recuerdo nuestro primer beso...

Para qué te voy a engañar, no fue por amor ni mucho menos. Tú solo eras mi amigo, o eso quería seguir creyendo yo. La verdad es que ni siquiera sentí esas mariposas revolotear por mi estómago. Sí, esas mariposas ya las había sentido, pero no en nuestro primer beso.

Las había sentido años atrás, con algún que otro primer amor, con ese al que simplemente le tocaba con un dedo y se me ponían todos los pelos de punta. Pero contigo no.

Será que tú no eras esa persona que ha nacido exclusivamente para mí, mi príncipe azul, mi media naranja, limón, sandía o melón. Llámalo como quieras.
Será que he madurado, que ya no sueño con todas esas medias frutas porque no creo en ellas. Si quieres llámame poco romántica. Yo prefiero pensar que soy realista. Eso sí, me trago todas las pelis de amor y de verdad, desearía vivir en un cuento de hadas o una película romántica, pero la vida es un poco más complicada y toda aquella inocencia la perdí al ir creciendo. Sin embargo, no desearía volver a ser una niña. Me encanta crecer y aprender cosas nuevas.

A pesar de todo esto, soy una romanticona empedernida y en cuanto nos besamos por primera vez, no, no sentí mariposas, pero sí me sentí a gusto, protegida. Pensé que, a pesar de todo, contigo podía llegar a ser feliz.

¡Quédate! Y ya veremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora