Capítulo 1

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Los saludo muy cordialmente.

Me llamo Donovan, tengo 17 años y estoy de viaje;mi compañero de paseo se llama "Conde", es un loro (forpus) y como es característico en ellos es un gran amigo.
Estamos conduciendo al pueblito olvidado en donde crecí.
Cómo son las vacaciones de invierno está bien que vaya y claro que supliqué mucho para hacer este viaje.
¿Las razones para hacer este viaje? Además de querer volver a mis raíces, y salir de debajo de la ala protectora de mis padres, la verdad es, que hace un tiempo rompí una "relación" de varios años, y aunque lo veía venir, necesito despejar un poco mi mente, ya saben, ubicarme, buscar que quiero hacer de mi vida, hacer cosas de chicos de mi edad, enamorarme quizá.

Conde se quedo dormido en el asiento del copiloto, voy a dejarlo ahí un rato, no quiero molestarlo.
Creo que mis padres tenían razón al decir que los caminos son algo duros para un chico flacucho que aparenta tener quince años.

Ya se está haciendo tarde, y aún queda medio día para manejar. Creo que lo mejor es aprovechar la oscuridad para dormir y llegar descansado a casa de mis abuelos.
Dos horas mas tarde el sol se escondió por completo, paré a un lado de la carretera y bajé la ventanilla dispuesto a ver el majestuoso firmamento libre de contaminación lumínica.
En verdad era lo mas hermoso que pude haber visto. Me gustaría contemplarlo así por siempre.
Coloque a Conde en su cajita y la tapé, por si acaso.

Sueño no tenía, ya era de noche, pero no una hora en donde esté acostumbrado a dormir, entonces decidí tomar un libro de la mochila del asiento trasero. Lo tome al azar, intentado que no sea muy grueso. Solo quería pasar el rato, sin poner música, porque Conde se despertaría. ¡Genial! eran unos cuentos de H.P.Lovecraft.

Después de unas dos horas me quedé dormido con la cara apoyada en el volante.

No usé alarma, pero me desperté a la hora en la que juré levantarme. Creo que babee mucho durante la noche. Después de limpiar todo perfectamente con unas servilletas destapé la caja que contenía a Conde y no fue sorpresa que él estuviera medio despierto y desorientado por la oscuridad que reinaba en su cajita.
Salimos fuera del auto para estirarlos y para que mi amigo volara un poco, se sentía muy bien el aire del bosque.
Anoche no comí, y no puedo vivir con semillas de girasol, agua y uno que otro caramelo.

El estomago me rugía hasta que milagrosamente se calló al entrar en una cafe-hotel-libreria-estación de servicio llamado Deni's. ¿Por qué todas las estaciones de servicio baratas se llaman así?. Compré una hamburguesa, agua, palitos salados y algunas golosinas que Margo -la veterinaria- dijo que a Conde le gustarían, y no lo matarían.

La mezcla de música, el agua y el café que compré en un lugar más respetable, me ayudaron a manejar todo lo que restaba de camino.

Por fin, sólo quedaba pasar unos kilómetro, y el puente que era la única entrada para ese lugar. El puente Salomón. G. Edneirel, o su nombre más corto Gabriel -le pusieron así, un grupo de gente que desconocía el significado de la G entre medio del nombre y el apellido, en verdad quiere decir Gastón-, atravesaba el arrollo de aguas tranquilas, oscuras y mágicas que guarda en su parte más profunda mi más puro deseo del bien y la inocencia de niño que en algún momento fui. El verde rebosa de los árboles que descansan mirando hacia adelante, de las enredaderas que atrapan las bases del pequeño puente y de los sauces llorones que esperan en la otra orilla cubriendo el pueblo como si fuera un secreto que sólo los nobles y los que volvían a casa pueden reconocer.

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⏰ Última actualización: Dec 09, 2015 ⏰

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