Le dedique una sonrisa victoriosa y me fui por el pasillo, yo Miranda Waters, no me dejo intimidar por nadie ni menos con una cabeza hueca. Me adentré a la cafetería, llevando conmigo mismo un pequeño libro que pedí prestado en la biblioteca de la escuela, se llama "Hasta donde termina el arco iris" cómo va todo, va excelente.
Me acerqué a la barra de comida y ordene lo mismo de siempre: Un gran emparedado y un té helado. Caminé fuera de la cafetería después de haber disfrutado del buen emparedado, y seguí leyendo hasta que el timbre sonó y desafortunadamente eso indicaba que la clase de gimnasia empezará.Me levante del suelo en donde me encontraba y me arrastré hacia la salida de la biblioteca hasta llegar a mi casillero por la ropa deportiva.
—10 vueltas al rededor de la cancha ¡Ahora! —gritó el entrenador Gutiérrez cuando entraba por pesadas puertas del gimnasio. —Waters, llegas tarde.
—Lo sé ¿5 vueltas más?
—No esta vez señorita, 10 vueltas— sopla en su silbato.
De pereza empecé a trotar a un ritmo lento por toda la cancha, por lo menos la cancha de Basket no es tan grande, así que podría acabar las vueltas rápido y luego no hacer nada.
—¡Cuidado..! —una voz grave retumba en mis oídos y al siguiente instante un balón se estrella en mi espalda haciendo que por inercia me cayera al suelo. Auch.
—¿Estás bien? —voltee hacia arriba para encontrarme con Gabriel... genial.
—Si, si lo estoy. —intente ponerme de pie, aunque me encontraba erguida por el golpe.— ¿Tu lo lanzaste?
—Oh no, fue Zak. —volteo sobre su hombro hacia Zak que se encontraba riendo con varios jugadores más.
—Si entonces fue Zak, ¿por qué no viene él? —dije. Ya que si tu lastimas a alguien, ¿no vas tú a disculparse?
—Oh, no tiene mucha educación—me muestra una sonrisa juguetona.
—Oh, okay.
—Bueno, me llevaré el balón. Hasta la próxima Waters.
Iba a despedirme pero él ya se había marchado. Intenté caminar hacia las gradas y me senté en una de ellas, por suerte el dolor cada vez iba disminuyendo un poco, así que era buen avance. Mire a Zak que se encontraba del otro lado de la cancha, jugando Basket y lo maldije de mil formas. Es un idiota.
Pasaron las horas y las clases del día llegaban a su fin, la última clase—que era literatura— Zak no se había salido con la suya, por lo que no paraba de sonreír ante su fracaso. La alarma sonó y me levante de mi asiento hacia la biblioteca, todos los días ayudaba a la señorita Poff acomodando los libros, limpiando los estantes o llevando el servicio de préstamos.
Entre por la puerta de la biblioteca, dirigiéndome hacia la señorita Poff, para empezar la primera tarea: Acomodar los libros.