Siete.

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Un día, me levanté con el pie izquierdo. Sí, era uno de esos días en los que deseas que llegue ya la noche para meterte en la cama y que se acabe por fin el día, pero parece que nunca va a anochecer y en realidad, lo único que quieres es desaparecer y que el mundo te deje en paz.

Bueno, pues ese día solo a ti se te ocurrió venir a saludarme. Tenía un humor de perros y tú no parecías estar mucho más contento. Vaya dos.

Empezamos a discutir y discutir.

Recuerdo que discutíamos por cualquier cosa: que si no sabías ni para qué habías venido a verme, que lo mejor hubiera sido que te quedaras con tus amigos, que te habían dicho de quedar pero que tú les habías rechazado para venir a verme, y me decías todo el rato 'y así me lo agradeces'.

Madre mía, es que éramos tal para cual.

Recuerdo como acabamos la noche.

Nos quedamos dormidos en el sofá, viendo cualquier película que echaran en ese momento en la televisión, abrazados bajo alguna manta.

Soñé contigo amigo. Desde esa noche solo sueño contigo.
Soñé, aunque no tenga mucho sentido, en el tiempo que tú y yo hemos vivido. Soñé en como, poco a poco, ibas dejando de ser mi amigo para convertirte en algo más. Aunque aún no sé muy bien en qué.

¡Quédate! Y ya veremos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora