No puedo con nada ahora, y ciertamente era imposible regresar el tiempo para cambiarlo. Por más que quisiera aferrarme a ese hecho la realidad seguiría siendo la misma: inalterable e inextricable. Mi incesante lucha solo causaría mí propia destrucción. ¿Estaría dispuesta a llegar a ello? ¿Cambiaría algo si lo hiciera? — Me pregunté. Todo a mí alrededor seguiría tal cual, como siempre estuvo, mientras que yo estuviese debajo del asfalto. Aun cuando mi presente aniquiló esas interrogantes continuaba cuestionándome una y otra vez. De vez en cuando preparaba un monólogo sobre cómo el pasado define tu ahora, o sobre el trillado "todo tiene una razón de ser" y demás trivialidades que ahora no me vienen a la cabeza. Todo eso lo hacía para compensar la recóndita lobreguez que habitaba en mi corazón. Para mí, resulto ser un esfuerzo casi sobrehumano sobrellevar la carga que aun llevo sobre mis hombros. ¿Cómo tu propia madre te dejaría sin importarle nada en lo absoluto? ¿No valgo nada? Puedo fácilmente desaparecer porque soy una inútil, egoísta, cobarde y débil, no existe nada que justifique mi presencia. Me aborrezco por ello, aunque también podría amarme, así podría permitirme vivir aquí. Odio el sufrimiento. ¿Acaso está mal huir de lo que odio? Escapar solo me traería mayor sufrimiento, que triste forma de vivir. Ciertamente no era la mejor forma, pero resultaba ser el camino más fácil. A nadie le gustan las complicaciones. ¿Acaso está mal pensar de esa manera?
Diariamente me hacia las mismas preguntas, quizás a esa edad no veía las cosas con claridad, todo me confundía y al mismo tiempo me sorprendía, para ese entonces pensaba así.
Hay recuerdos que difícilmente se olvidan, en cierto modo aun lidio con algunos de ellos, los demonios como los llamo, pero he aprendido a tolerarlo. Todavía me cuesta entender porque sucedió, todavía sigue siendo un recuerdo un tanto borroso y oscuro de mi vida.
Una hermosa tarde veraniega, el reloj marcaba quien sabe qué hora, solo si me concentraba podía escuchar la inconstante respiración saliendo de mis fosas.
— Mami ¿Qué haces? — pregunté, sin entender lo que ocurría. Aún era muy joven para saberlo.
— Estoy preparando unas maletas, vamos a un lugar que sin duda alguna te va a encantar — respondió con una hipócrita sinceridad en sus palabras.
En mi mente aparecen remotos recuerdos sobre ese día. Recuerdo la felicidad abrumadora que invadía mi cuerpo, pensé que cuando se refería a un lugar seria a un parque de diversiones, la playa, que sé yo. Pero no resulto ser de esa manera. Hermagora, mi madre, muy agitada y temerosa al mismo tiempo, como si estuviese recelosa de algo que posiblemente iba a suceder... o sucedió. De pronto, se tiró sobre el suelo y sobre sus mejillas comenzaron a recorrer las danzantes. Aún no entendía que sucedía, todo era cada vez más confuso.
— Mami ¿A dónde vamos? —reformule la interrogante. Sentía que algo andaba mal. ¿Por qué lloraba? ¿Por qué actuaba de esa manera tan intranquila?
— No puedo permitir que ella te lleve. No resistiría a ese golpe. Tenemos que irnos Clare ¡YAAA! — Respondió con desespero a la pregunta que le hice. Esas inesperadas palabras me perturbaron, el miedo se sumó a la confusión que tenía.
— ¿Quién mami? — cada cosa que salía de su boca me trastocaba profundamente.
Solté un grito y luego mi cabeza giro con brusquedad llevándome de inmediato al suelo. Todo se tornó oscuro, por un momento, me halle en la nada, un lugar donde ni siquiera mis propios pensamientos escuchaba, un lugar en el que deambula mi invisible cuerpo. Después de un rato, recobre el conocimiento, el desagradable sabor de la sangre daba vueltas en mi boca, me abofeteó tan fuerte que me hundió en la inconsciencia. Afuera las luces multicolores con suma rapidez lastimaban mi retina a causa del reciente incidente. Me encontraba en la parte trasera de su auto, ajena a la realidad que estaba aconteciendo. Se asomó a verme por el retrovisor, quedo estupefacta con la imagen mostrada por el espejo.
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Desde El Otro Lado De La Ventana
Mystery / ThrillerRelata la historia de Clare, una joven que desde muy pequeña conoce los más amargos sabores de la inextricable vida: dolor,tristeza y perversion ofrecida por la triquetra en Coraza Mariposa. Su unica ancla fue Sabrina, otra reclusa, así los llamaban...