2. Rhys y Reece

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Desperté asustada. Jadeaba en busca de aire. Mi cuello crujió y caí sobre la cama como si estuviera muerta. Dolía demasiado, y no sólo el cuello, el cuerpo completo también.
«¿Un camión me atropelló?»
Esa pregunta se repetía en mi mente sin cesar. Debía ser eso porque era exactamente como se sentía en ese momento en particular. Gritar el nombre de Gia fue la primera idea que apareció en mi mente, pero se esfumó cuando me percaté de que no conocía el lugar en el que estaba. Mi pulso se aceleró e inmediatamente me levanté de la cama. Mi intención fue escapar, pero cuando mi manó intentó tomar el pomo de la puerta, esta se abrió. Me sobresalté y retrocedí. El chico que apareció me dejó sin aliento. Mis piernas se volvieron gelatina.
«Es él...»
Los tatuajes de sus muñecas salieron a la luz dejándome perpleja. De cerca era aún más guapo y sus ojos... sus putos ojos eran cielo. Estaba tan paralizada que no me percaté cuando avanzó hasta quedar a centímetros de mí.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
—¿Por qué estoy aquí?
—Si que sabes divertirte un viernes en la noche ¿eh?
—No entiendo…
—Te vi luchando contra un chico desde lejos —él seguía hablando, pero yo estaba perdida en cada poro de su rostro—. Llegué a tiempo para detener al hijo de puta que te estaba ahorcando
—No fue un sueño... —susurré para mí misma—. ¿Qué sucedió con ellos?
—No volverán a lastimarte, eso es todo lo que te debe importar.
—Te he visto antes. —alzó ambas cejas.
—¿Estás segura de que era yo?
—Si.
—Ya veremos. —bufó.
—¿Qué? —negué con la cabeza—. Da igual. ¿Cuál es tu nombre?
—Rhys Lagerfeld.
—Muchas gracias por salvarme, Rhys —suspiré agotada—. Mi nombre es Peyton Reynolds y estoy en tu misma universidad.
—Nunca te había visto —me observó—. Creo que lo recordaría sin duda.
«¿Está coqueteando conmigo?»
—Eh... soy nueva. Me mudé ayer con mi prima Gia Hawkins. Supongo que debes conocerla. Es una chica muy guapa.
—Sé quién es y en donde vive —sonrió divertido—. También sé que debe estar jodidamente preocupada por ti así que te llevaré a casa.
—Gracias... —murmuré dudosa—, supongo.
Me guió a la puerta principal de su casa. Estuvo pendiente a mí todo el tiempo. No podía creer que precisamente fuera él quién me había salvado de esos bastardos sin alma, capaces de violar a la primera chica que se les cruzaba en el camino. Me había salvado la vida y no tenía como cojones poder pagárselo.
Rhys abrió la puerta. Tuve que sujetarme de su brazo para no desmayarme. Era una alucinación. Si. Es que debía ser eso, no existía otra explicación. El chico era el reflejo de Rhys. Mi cuerpo fue recorrido por un escalofrío abrupto. Ahora entendía su pregunta. ¿Quién demonios era el chico del estacionamiento?
Los ojos del gemelo repasaron mi cuerpo de pies a cabeza. Tenía la misma expresión que yo en su rostro. Como si creyera que yo era un invento de su alocado cerebro. Extendió su mano izquierda en dirección a Rhys. Entre sus dedos colgaban las llaves de lo que parecía ser un auto.
—Estas son las llaves de tu auto. Jordan dijo que gracias por el favor. —dijo el chico.
No podía dejar de mirarlo. Madre mía... hasta tenían la misma voz. Era algo aterrador, es decir... ¿cómo la gente era capaz de reconocerlos? ¿Tendrían personalidades extremistas que los diferenciaban?
—Bien. Ahora lárgate, Reece.
«Reece...»
—¿Quién es ella? —preguntó el chico refiriéndose a mí.
Rhys no respondió. Permaneció en silencio como si no quisiera que su hermano supiera quién era yo. Abrí la boca, pero cuando su mirada sostuvo la mía... sólo balbuceos salieron de ella. Reece sonrió al escucharme. La vergüenza inundó mi rostro. Volví a hablar.
—Peyton Reynolds, mucho gusto. —extendí mi mano para que él la estrechara.
—Reece Lagerfeld, el gusto es mío.
Di un respingo cuando sus labios suaves besaron mis nudillos con delicadeza. A mi lado, Rhys se tensó al instante. Podía sentir la fina línea invisible que impedía que ambos se golpearan. La forma en la que hablaban y se miraban, me daba a entender que, a pesar de ser gemelos, su relación no era tan buena.
—¡Lagerfeld!
Mi estómago se contrajo al ver a la portadora de aquella voz. Era una de esas chicas que podían bajarte la autoestima con solo verla. Pelinegra, piel bronceada, ojos oscuros, labios gruesos, cuerpo escultural, piernas largas... y podría seguir así todo el día.
—Darcy... —murmuraron los gemelos al mismo tiempo.
«¿Tienen novia?»
De repente, me sentí diminuta. Darcy era el tipo de chica que entraba a un lugar y era el centro de la atención. Era extraño, mi madre siempre decía que nadie podía hacerme sentir inferior a no ser que yo se les permitiera, pero yo no de lo había permitido a esa chica.
—Jordan dijo que estarías aquí. —rió levemente.
Dio unos cuantos pasos más para quedar frente a Reece. Los brazos de la morena rodearon su cuello. Él sonrió al sentir la respiración de ella en su cuello. Estaba incómoda en ese lugar, así que decidí admirar el paisaje del vecindario. Las casas eran muy elegantes, mantenían las áreas verdes en excelente estado y hasta daba gusto respirar en ese lugar.
—Iremos a casa en algunos minutos. —susurró Reece a su magnífica novia.
Rhys tosió para acaparar la atención. Se lo agradecí mentalmente. Ellos se separaron irritados. Quería volver a casa. Gia seguramente ya estaría con el presidente buscándome por todo el continente.
—Hola, Rhys. —sonrió la morena.
—Darcy.
Sus ojos recayeron en mí. Nadie dijo nada, pero luego tenía tres pares de ojos observándome. Cerré los puños y permití que mis uñas se enterraran en las palmas de mis manos. Necesitaba distraerme y no pensar en todas las personas que estaban pendientes a cada uno de mis movimientos. Respirar también se había vuelto algo incómodo.
—¿Quién es esa? —preguntó apuntándome con su dedo índice.
Supe al instante que no era de su agrado. La miré molesta. Aún no le había hecho nada y se atrevía descaradamente a apuntarme con desdén y prepotencia, como si fuera quién sabe qué. Yo no solía criticar a las mujeres, estaba a favor de no competir ni insultarnos entre nosotras, pero al parecer, ella no compartía la misma opinión.
—Peyton Reynolds, mucho gusto.
—Darcy Lane y no puedo decir lo mismo. —respondió.
—Pues tu madre debe estar muy decepcionada de tener una hija tan mal educada. —repliqué sin pensar.
Un jadeo salió de su boca, pero no me detuve a escuchar lo que seguramente quería decirme. Comencé a caminar lejos de ellos. Quería llorar. No tenía mis pertenencias, no sabía cuál era el número de Gia y sobre todo, no tenía ni la mejor idea de cómo carajos volver a casa. Un Corvette azul se estacionó a mi lado. Apresuré el paso. El miedo recorrió todo mi cuerpo.
—Peyton, sube.
Me detuve en seco. Cerré los ojos. Comencé a reír mientras negaba con la cabeza. Ese chico era cómo un ángel, mi propio ángel. Me preguntaba si esto se volvería una costumbre entre nosotros. Me giré hacía él y fruncí el ceño cuando divisé mi mochila colgada y balanceándose entre sus dedos. Me miró con esa intensidad que lo identificaba y mi corazón latió desbocado. Entre al auto y me acomodé en el asiento del copiloto. Me entregó mis pertenencias y me las abracé como si mi vida dependiera de ello. Él condujo en silencio hacia la casa de Gia, y debía decirlo, se veía ardiente haciéndolo. Se detuvo en la entrada y apagó el motor. No salí, él quería decirme algo y yo lo esperaría.
—Lamento lo de Darcy. Ella siempre es así de... especial.
—No te preocupes. Gracias por todo, de verdad.
—Adiós. —sonrió de lado.
A penas entré en la casa, Gia comenzó a gritar. Dijo que casi había muerto por mi culpa. Rodé los ojos al escucharla. Después de darme una ducha, tuve que explicarle cada detalle de mi casi muerte. Terminó llorando y culpándose por haberme dejado salir sin su compañía. Un par de horas más tarde ya sabía perfectamente quienes eran los Bieber y cuál era el circulo en el que se rodeaban.
Tenía que cuidarme de Darcy Lane, Macy moore y Laila Brown. Ellas eran como una secta malvada. Su novio Reece Lagerfeld era el capitán del equipo de fútbol y todos sus amigos pertenecían a el, incluyendo a su hermano gemelo. Me costó procesar el hecho de que ambos estudiaban dos carreras diferentes al mismo tiempo, sin mencionar que eran las mismas carreras del otro. Eso si es querer a tu gemelo. No tenía ni la menor idea de que para ser jugador profesional había que estudiar, ni mucho menos sabía que era considerado una carrera, pero parecía rendir bastante, ya que sus amigos también eran parte del equipo.
Existían dos grupos liderados por los gemelos. Alexia era el puente de ambos grupos de amigos para nosotras ya que su hermano Tayler constantemente rodeaba a los gemelos.
Rhys y Reece eran los polos más opuestos que podían existir en la tierra según mi prima y ella tenía muchas teorías con respecto a eso. La historia de los gemelos Lagerfeld era desgarradora. Sus padres habían fallecido hace cinco años en un accidente automovilístico. Eran millonarios y tenían muchos enemigos por ello. Se creía que el accidente había sido provocado, pero no existían pruebas.
—Oh, joder... —susurró mientras miraba su teléfono.
—¿Qué sucede? No me asustes, Gia.
—¡Tenemos fiesta!

Between lovesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora