3. Rojo y ardiente

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Dejé sobre la cama el vestido rojo con tirantes, ceñido al cuerpo, con la parte inferior cruzada y algo arrugada. Faltaba poco tiempo para la fiesta y no me sentía preparada. Negué con la cabeza tratando de darme fuerzas mentalmente para proseguir con mi vida como si no le temiera a nada. Bajé las escaleras de trote en trote y caminé hacia la cocina a largas zancadas.

—¿Qué pediste?

—Dos pizzas italianas familiares. —respondió con la boca llena de comida.

—Necesitas respirar. —me burlé.

—Cállate.

—Está bien. No he dicho nada.

Levanté ambos brazos para que supiera que no seguiría peleando. Me acerqué al taburete paralelo al de Gia, y me senté con pesadez. La pizza olía muy bien. Mi estómago gruñó cuando mastiqué el primer trozo. Era como estar en la gloria máxima.

—¿Sabes? Aún hablo con algunos de los amigos de Rhys y Reece por si quieres la ayuda de un cupido. —movió las cejas de forma juguetona.

—¿Amigos? ¿a quiénes conoces exactamente? —pregunté intrigada.

—A todos. Ya sabes, Tayler Forbes, Jordan Jones, Christian Lookwood y Blake... Maxfied. —titubeó.

—De acuerdo —dije— ¿Qué ha sido eso?

—¿Qué cosa?

—Has titubeado al decir el nombre de ese chico.

—Claro que no.

Se levantó rápidamente del asiento tratando de zafarse de mis preguntas. Imité su acción y descubrí que sus mejillas habían adquirido un ligero color rosado.

—¡Te acabas de sonrojar!

—¡Diablos, Peyton! —chilló— ¡sólo déjalo estar!

—No. Sabes que eso no sucederá.

Trató de escabullirse por el comedor para llegar más rápido a las escaleras. Me crucé en su camino con los brazos cruzados sobre mi pecho y apoyando todo el peso de mi cuerpo en mi pierna derecha. Ella gritó fastidiada, segundos después se relajó.

—Está bien —gruñó—. Estoy enamorada de Blake hace dos años.

—¿Qué? —estaba escandalizada— ¿y por qué carajos me estoy enterando ahora? ¿Qué clase de prima eres?

—Decirlo es cómo una patada en mi ego.

—¿Él no siente lo mismo? —pregunté con mucha curiosidad.

—Hoy lo averiguaré.

—¡Esa es mi perra!

Cuando terminé de comer los seis trozos de pizza que me pertenecían, tuve que correr hacia la bañera. Oh, sí. Había estado demasiado tiempo distraída con la comida. Íbamos retrasadas en la fiesta. Gia tenía un plan con su crush y no quería ser yo quién se lo arruinara. Aquel vestido rojo me lo había regalado Emma en mi cumpleaños anterior. Ahora lo único que deseaba para mi cumpleaños veintidós era estar con ellos. Los tacones del mismo color me otorgaban un aspecto jodidamente imponente y aquello me encantaba.

«La puta ama.»

Reí ante mis pensamientos. Gia entró a mi habitación cuando aplicaba un último repaso a mis pestañas con la mascarilla. Ella lucía un increíble vestido negro sin mangas ni tirantes. Era corto e ideal para su cuerpo. La campera que cubría sus brazos, pero no sus hombros me causaban curiosidad.

—Hará frío esta noche. Hay una campera roja esperándote en el auto.

—Vaya... gracias.

—No te lo esperabas ¿eh?

Between lovesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora