Yes, my master

615 58 2
                                    


A pesar de su naturaleza salvaje Kim Junmyeon lucía el traje de dos piezas negro a la perfección. La camisa blanca ajustada a su pecho, en el cuello la corbata con un nudo perfecto, los zapatos de un negro reluciente y el cinturón impecable. Todo en Junmyeon desprendía ese aire de superioridad.

En el suelo observándole estaba Kim Jongdae, desde siempre enemigos (manadas enfrentadas) y ahora Suho, el alfa de la manada del sur le daría la mayor lección de su vida.

Los ojos de Jongdae miraban hacia el suelo, la energía de Junmyeon era demasiado intensa, él la notaba y hacía que todo el pelo de su cuerpo se erizase. Un ligero movimiento de pie y Chen, que así se hacía llamar el lobo de la manada del norte, levantó la vista fijándola en la de su oponente.

— Está bien Jongdae, empecemos —murmuró Suho con un ligero gruñido—. Antes de comenzar quiero que tengas las reglas completamente claras —le advirtió levantándose, caminando despacio a su alrededor, provocando todavía más inquietud en el muchacho—. Primera regla, llámame Maestro —le advirtió con una mirada fiera a lo que Jongdae asintió ligeramente —. Segunda, tienes que complacerme, como maestro tuyo soy yo el que decide qué y cuándo harás las cosas —continuó diciendo mientras pasaba ligeramente por encima de la espalda de Chen una pequeña fusta que había sujetado tras su espalda todo el rato—. Tercera norma y la más importante, obedecerás todo lo que te ordene tu maestro. ¿Lo has entendido?

Jongdae se mordió el labio gruñendo por lo bajo, se sentía tan ridículo en aquella situación. Cuando lo apresaron y amordazaron no pensaba que iba a terminar en una sala junto con Suho. Eran varios años los que sus manadas llevaban enfrentándose. Jongdae y Junmyeon se habían encontrado más de una vez, y en aquellas situaciones ninguno de los dos había terminado como desearía. Pero ahora, Chen estaba luchando contra el amarre de unas cuerdas que era incapaz de romper a pesar de su fuerza sobrehumana.

— Sí, lo he entendido —murmuró a regañadientes.

Junmyeon se giró tan rápido como las palabas de Jongdae salieron de su boca y le asestó un golpe en la espalda con la delgada y dura fusta, sonriendo pícaramente.

— Me parece que no lo has entendido bien —le levantó el rostro con la herramienta de tortura y sonrió, era una mezcla entre dulzura y pillería que hizo que el corazón de Jongdae latiese todavía más deprisa—. ¿Lo has entendido ahora?

— Sí, maestro —murmuró Chen girando la cabeza hacia un lado para soltarse del agarre al que estaba sometido.

Junmyeon se acercó a Jongdae por la espalda y agarrándole la ropa por el cuello la rasgó de un simple y ligero tirón. Chen se sorprendió, encogiéndose sobre sí mismo algo avergonzado.

— Pero... ¿qué estás haciendo? — protestó ingenuo a lo que iba a pasarle.

Suho volvió a asestarle otro golpe en la espalda haciendo que el menor soltase un grito de dolor.

— Eres un malcriado, a partir de ahora pertenecerás a mi manada y como tal tendrás que obedecerme.

Junmyeon se acercó a un armario de metal que adornaba la sala justo al fondo, colocado casi en la penumbra, lo abrió y sacó de allí unas correas y un arnés. Chen no podía creerse lo que estaba viendo, él iba a ser el juguete de Suho en aquel juego sensual y macabro.

Junmyeon caminó hacia Jongdae soltándole los amarres y tirándole delante de él toda la mercancía.

— Póntelo, aprisa —le ordenó mientras se sentaba de nuevo en aquel sillón de cuero y lo observaba detenidamente.

Jongdae gateó hacia aquellos objetos y comenzó a buscar la manera de ponérselos. Por su cabeza pasó la idea de huir de ahí, pero sabía perfectamente que un movimiento en falso supondría su muerte y problemas para su clan. El pantalón era corto, de cuero que se apresaba en sus duros y musculosos muslos marcándoselos exageradamente, unas cadenas recorrían su pecho hasta el cuello donde se juntaban en un collar adornado con alguna que otra argolla plateada. Junmyeon le miró satisfecho y se acercó a él apartando su ropa hacia un lado de una patada.

Yes, my masterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora